El apagón de Cristina
La presidenta argentina se refugia en su casa de vacaciones, mientras Buenos Aires sobrevive sin electricidad por una ola de calor
BUENOS AIRES. Actualizado: GuardarTras una larga convalecencia que la mantuvo cinco semanas en reposo por un hematoma craneal, emergió una nueva Cristina Fernández, ahora recluida de nuevo en su residencia de El Calafate. Algunos analistas se preguntan si la retirada de la presidenta argentima obedece a una genuina necesidad de descansar o a un repliegue táctico para que los muchos problemas que salpican la recta final de su mandato -que concluye en 2015- desgasten su figura lo mínimo posible.
Lejos del malestar y las tensiones que se acumulan en Buenos Aires por una ola de calor sin precedentes que causa continuos cortes de electricidad, Cristina Fernández continúa sus vacaciones de Navidad en la provincia de Santa Cruz, un paraíso en el que la mandataria se pasea con sombrero por el parque privado de su residencia a 20 grados. Sólo salió unas horas la tarde de Nochebuena. Vestida de blanco, la presidenta hizo unas compras en el centro del pueblo, donde se saludó con algunos vecinos. No asiste a un acto público desde el pasado 19 de diciembre y ese día se limitó a ungir a su cuestionado nuevo jefe del Ejército, César Milani, sin decir ni una sola palabra.
Más que una prescripción médica, la ausencia y el silencio de la mandataria parecen gestos de preservación en tiempos de 'pato rengo', como denominan los estadounidenses al epílogo de una administración sin horizonte. Fernández fue elegida para gobernar en dos mandatos consecutivos. No puede volver a ser candidata y ya no está para sucederla el otro gran líder del movimiento, su esposo, el fallecido Néstor Kirchner.
Las versiones acerca de una candidatura para 2015 para algún otro cargo que no sea el de presidenta, fueron desmentidas rotundamente por ella misma la semana pasada a través de una noticia de la agenciaestatal, un rápido reflejo que no tenía cuando los rumores insistían con la alternativa de reforma constitucional que le permitirían ser reelegida. Entonces, la presidenta argentina prefería dejar que otros hablasen. Pero las cosas han cambiado y mucho desde los tiempos en los que la viuda de Kirchner fue reelegida en 2011 con el 54% de los votos.
La recta final de 2013, sin embargo, está siendo demoledora para su administración. La expectativa positiva que se había generado en noviembre a raíz de su regreso tras la convalecencia y la designación de un renovado elenco de colaboradores, se diluyó a los pocos días. La rebelión policial, los saqueos, el calor extenuante que aplasta Buenos Aires, los cortes de energía eléctrica y la aceleración de los precios han dado al traste con la imagen de Cristina, Fernández que ha caído hasta el 27,9%.
Un infierno
Con casi 40 grados, exacerbados por la humedad y el estrés urbano de fin de año, la capital argentina vive estos días en un infierno. Los continuos cortes de luz afectan a todos los barrios. Agobiadas, sin electricidad ni agua potable, las familias abandonan sus pisos rumbo a casas de familiares o amigos que los alojen hasta que pase la ola de calor. El Gobierno culpa a las empresas privadas de distribución, mientras los usuarios, agotados en inútiles reclamaciones, ven cómo se estropean sin remedio sus equipos eléctricos comprados a plazos cada vez que vuelve la energía con elevada potencia para volver a cortarse enseguida. Apartada de ese aquelarre, Fernández se pasea por los jardines de su casa en El Calafate elucubrando sobre el futuro del kirchnerismo y sobre su capacidad para elegir a un candidato que la suceda.
El capitán designado para mantener a flote el barco, el jefe de Gabinete Jorge Capitanich, está desgastado y su palabra va perdiendo peso de tanto salir a dar explicaciones en momentos de crisis permanente. Un mes después de su designación, el funcionario, que parecía un candidato presidencial puesto a prueba por la jefa de Estado, ya sufre los efectos del esmeril que va erosionando lo que queda del oficialismo.
Ayer aseguraba que el corte de energía apenas afecta al 3% de los usuarios. «No es una crisis energética. No hay problemas de generación ni de transporte, sino de distribución», explicaba didáctico. Palabras difíciles de entender para quienes sufren la falta de energía desde hace más de diez días.
Primero le tocó lidiar con la rebelión policial en varias provincias, que dejó un saldo de 14 muertos y miles de comercios saqueados y destruidos. También procuró neutralizar el malestar por la inflación en torno a 30% anual con un acuerdo de precios que regirá en enero, cuando ya todo aumentó.
Las sospechas de corrupción y de enriquecimiento ilícito de funcionarios, incluyendo a la familia de los Kirchner, terminan de completar un cuadro que no es el mejor para una presidenta que está de salida y que parece haber agotado su capacidad de sacar conejos de la chistera, aún en las situaciones más dramáticas.