Sociedad

El Papa clama por las familias de refugiados

Vincenzo Paglia, enviado del Pontífice, ofició una misa en la catedral de Barcelona a la que Francisco remitió un «saludo especial» Rouco lamenta que el «don de la vida» no se tenga por «definitivo e inviolable»

MADRID. Actualizado: Guardar
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El papa Francisco clamó ayer por los refugiados, por los «millones de familias que huyen del hambre, de la guerra» en busca de «una vida digna», y denunció que «no siempre encuentran la acogida y respeto» que merecen. El eco del mensaje pontificio llegó desde el Vaticano a Madrid y Barcelona, donde la Iglesia católica celebró con sendas misas la Fiesta de la Sagrada Familia. La más multitudinaria fue la de Madrid, donde en una fría y soleada mañana decenas de miles de fieles congregados bajo el lema 'La familia, un lugar privilegiado' asistieron en la plaza de Colón a una misa concelebrada por una treintena de obispos.

La presidió el cardenal Antonio María Rocuo Varela, que defendió a la familia católica y el «definitivo e inviolable don de la vida», pero que en plena polémica por la reforma de la ley del aborto eludio recurrir a un tono beligerante.

Menos multitudinaria fue la liturgia en la catedral de Barcelona, oficiada ante 3.000 fieles por el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente del Consejo Pontificio para la Familia y enviado del Pontífice, que presidió el cardenal Lluis Martínez Sistach. El enviado papal ensalzó el valor de la familia como «cuna de la vida y de la sociedad» en el templo donde también se escuchó el mensaje del Papa. Un Ángelus del Día de la Familia en el que Francisco recodó la «condición dramática de los refugiados, marcada por el miedo, la incertidumbre y las molestias» antes de enviar su saludo a muchos lugares del mundo y remitir uno «especial» para Barcelona que hizo luego extensivo a Madrid.

«Dirijo un saludo especial a los fieles que se han conectado con nosotros desde Nazaret, en la Basílica de la Anunciación, adonde ha viajado el secretario general del Sínodo de Obispos; desde Barcelona, en la Basílica de la Sagrada Familia, adonde ha ido el presidente del Consejo Pontificio para la Familia», destacó Francisco. Saludó también a los congregados en la Basílica italiana de Loreto y lo extendió «a los congregados en varias partes del mundo con ocasión de otras celebraciones que tienen a las familias como protagonistas, como la de Madrid».

El cardenal Rouco Varela, que leyó su homilía tras la conexión con el Vaticano, alertó del «clima de opinión pública» en el que «ni siquiera el don de la vida se entiende como definitivo e inviolable y, por lo tanto, tampoco, el don del amor». Fue una de las veladas y escasas alusiones al aborto de Rouco, que defendió con ardor la familia constituida «dentro del matrimonio indisoluble» como «célula básica» de la sociedad. Lo hizo frente a la «agobiante atmósfera intelectual y mediática» en la que según el prelado «prima una concepción de la vida caracterizada por la transitoriedad». Sostuvo que la familia cristiana demuestra «su insuperable e insustituible valor para la solidaridad y la paz social» en «una hora crucial de la humanidad» y en medio de la «dura y persistente crisis».

Apostó el prelado por la familia cristiana como fuente «de la primera y fundamental alegría», de «la vida nueva que nace natural y sobrenaturalmente» frente a la posibilidad del regreso a «la cultura de la tristeza». «No estáis solos, como tampoco lo estaban María y José cuando se desencadena por Herodes la persecución del Niño Jesús y la matanza de los inocentes», dijo.

Para Rouco la familia ofrece consuelo, alivio y ayuda a los parados, a enfermos crónicos y terminales y «a los jóvenes que han embarrancado sus vidas en el alcohol, en la droga y en el sexo salvaje». Contribuye además «al bien y la realización plena de la persona» y «al futuro de la humanidad», pese a la «agobiante atmósfera intelectual y mediática», tan «contaminada por una visión radicalmente secularizada del mundo y del hombre».

Buena parte del protagonismo fue para el fundador del Camino Neocatecumenal, Kiko Argüello, que abrió la jornada dando la bienvenida a familias llegadas desde todos los rincones de España y de varios países europeos. En la plaza las banderas de Asturias, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Cataluña ondearon junto a las de Francia, Italia, Portugal, Holanda, Bélgica o Austria.

Argüello proclamó el kerigma, su prédica de salutación y de anuncio de Jesús Salvador a los no creyentes, antes de la misa. Lo hizo junto a los nueve hijos y los padres de una familia que viajó desde Gandía para «hacer presente la importancia de la familia». También ocuparon un lugar preferente cerca del altar las cien familias de este movimiento, popularmente conocido como 'los Kikos', que serán enviadas en misión evangelizadora a países de los cinco continentes. Rouco bendijo a estas familias a la que el Papa encomendará su destino en febrero.