Dos madres con sus bebés, sentadas el día de Navidad frente a la estación de tren de Shaoshang. :: WANG ZHAO / AFP
MUNDO

China da otro gran salto adelante

Pekín relaja la política de natalidad, cierra los campos de reeducación a través del trabajo y valora restringir las penas de muerte

SHANGHÁI. Actualizado: Guardar
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China se prepara para afrontar el siglo XXI con importantes novedades en todos los frentes. De hecho, 2013 será recordado como el año en el que la segunda potencia mundial dio otro gran salto adelante gracias a la aprobación de grandes reformas. Sin duda, se ha notado el cambio de guardia en la cúpula del poder. Pekín dio primero el visto bueno al establecimiento de la zona de libre comercio de Shanghái, en la que experimenta con el capitalismo en estado puro antes de extenderlo al resto del país, y ayer aprobó dos esperadas medidas sociopolíticas: el cierre definitivo del sistema 'laojiao', la red de campos de reeducación a través del trabajo, y la introducción de una nueva excepción a la ley del hijo único.

A partir del año que está a punto de comenzar -todavía no se sabe cuándo, porque cada Gobierno regional tiene autonomía para decidirlo-, todas las parejas en las que uno de sus miembros sea hijo único podrán tener dos descendientes. Hasta ahora sólo disfrutaban de ese privilegio aquellas uniones en las que ambos cónyuges habían crecido sin hermanos, y el Gobierno estima que la medida supondrá dos millones de nacimientos más cada año. Puede parecer poco menos que un suicidio relajar la política de natalidad en un país de 1.400 millones de habitantes, pero el vuelco demográfico provocado por la ley de 1981, que ha prevenido el nacimiento de unos 400 millones de personas, así lo requiere.

China es cada vez más vieja. De hecho, dentro de poco uno de cada tres habitantes superará los 60 años. En el extremo opuesto, la natalidad se ha desplomado y la fertilidad está ahora en torno a 1,5 hijos por mujer. Así, por primera vez, este año ha caído la población activa. Concretamente, ahora hay 3,45 millones de chinos menos en edad de trabajar que en 2012. Y esta tendencia se acentuará en el futuro. Si se cumplen las previsiones de la Academia China de Ciencias Sociales (CASS), entre 2010 y 2030 el país podría perder hasta 67 millones de trabajadores.

Naciones Unidas dibuja un horizonte similar: entre 2015 y 2025 el grupo de quienes tienen entre 15 y 59 años perderá 24 millones, mientras que el de los mayores de 65 sumará 66 millones más. Lógicamente, ante esta coyuntura el Partido Comunista ya baraja también aumentar la edad de jubilación, que actualmente está establecida en 60 años para los hombres y en 50 para las mujeres. Analistas consultados por Bloomberg concuerdan en que lo más probable es que el listón para acceder a una pensión -pírrica- se retrase cinco años de aquí a 2020. «No es una medida popular, pero es necesaria», apuntó el especialista del CASS, Li Xiaoping.

Desequilibrio explosivo

Ahí no acaban los problemas. La tradicional preferencia de los varones ha provocado que nazcan 115 niños por cada 100 niñas -diez más de lo habitual si no hay interferencia de la voluntad humana-, un desequilibrio que se puede traducir en un excedente de 23 millones de hombres en dos décadas. Es el último ingrediente de un explosivo cóctel social: más de cien millones de hijos únicos tendrán sobre sus hombros la obligación de atender el bienestar de padres y de abuelos, sin la ayuda de un sólido sistema de seguridad social y, en muchos casos, sin posibilidad de encontrar pareja para compartir esa responsabilidad.

La otra gran decisión tomada ayer por la Asamblea Nacional Popular (ANP) es, sin duda, la abolición de los campos de de reeducación a través del trabajo. Se trata de un sistema paralelo al de la justicia ordinaria que ha servido al Gobierno, desde que Mao Zedong lanzó su ominosa Revolución Cultural, para encerrar a personas que resultan molestas para el régimen. Desde peticionarios hasta disidentes, pasando incluso por padres que buscan impotentes a sus hijos desaparecidos. Todos acaban en estas cárceles extraoficiales sin el trámite de juicio alguno.

«Los internos no dejan de ser prisioneros que trabajan para pagarse poco más que un bol de arroz con algunas verduras», contó a este periódico uno de los cientos de miles de prisioneros bajo condición de anonimato. «Allí nos hacían ver películas de la propaganda y nos obligaban a leer el 'Libro Rojo' de Mao. Además, teníamos que levantarnos antes de las seis de la mañana, y los abusos físicos por parte de los guardas eran frecuentes».

Nadie sabe cuántos campos 'laojiao' existen, ni cuánta gente está encerrada en ellos. Porque, a diferencia de las cárceles, muchos son secretos y no tienen ningún tipo de signo identificativo. Los dirigentes chinos sostienen que los reclusos son menos de 50.000, pero la propia cadena estatal CCTV aseguró hace unos años que su número ascendía a 310.000. Ahora todos quedarán libres, pero no recibirán compensación alguna porque, como dijeron ayer los dirigentes de la ANP, «sus castigos son válidos».

Un cambio de nombre

La preocupación es qué sucederá con este sistema extrajudicial. En teoría, será reemplazado por otro régimen correccional sobre el que no se han facilitado datos. Y esa opacidad hace temer que no vaya a ser mucho mejor que el 'laojiao'. «El problema está en saber si el nuevo sistema permitirá también la detención arbitraria», explica Nicholas Bequelin, investigador de la ONG pro derechos humanos Human Rights Watch. «Lo que tenemos que vigilar es que China no se limite a cambiar de nombre a un sistema que atenta contra los derechos más básicos, como es el de un juicio justo».

Finalmente, la ANP también aseguró ayer que continuará revisando la lista de crímenes que actualmente se castigan con la pena capital para ir reduciendo su número. Es otra de las cuentas pendientes de China, ya que muchos delitos económicos todavía conllevan la muerte a pesar de que hace años que se propuso sustituir esa condena por la cadena perpetua. En cualquier caso, la ejecución de criminales cuenta con un amplio respaldo popular.