Joan Fontaine (a la izquierda) y Judith Anderson, en 'Rebeca'.
Sociedad

El rastro del perfume

Ganadora del Oscar por 'Sospecha' y musa de Hitchcock, la enemistad con su hermana, Olivia de Havilland, fue legendaria Muere a los 96 años Joan Fontaine, estrella de la época más dorada de Hollywood

MADRID. Actualizado: Guardar
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A los 96 años ha muerto Joan Fontaine en su casa de Carmel (California), por causas naturales. Brillante luminaria en el firmamento de la época dorada de Hollywood, había nacido en Japón, de padres británicos, para trasladarse a Estados Unidos en 1917. Hermana de la también estrella Olivia de Havilland, con la que mantuvo hasta el último momento de su vida una enconada enemistad, son las dos únicas hermanas en la historia del cine en haber ganado el Oscar. La ahora fallecida gracias a su interpretación en 'Sospecha', de Alfred Hitchcock, mientras que la segunda lo hizo en dos ocasiones: 'La vida íntima de Julia Norris' (Mitchell Leisen) y 'La heredera' (William Wyler).

Me enamoré de Joan Fontaine viéndola interpretar el papel de la señora De Winter en 'Rebeca'. Fue en el British Film Institute y al acabar la proyección experimenté esa inefable sensación que los seres humanos llamamos amor. Luego, por distintas razones, volví a verla en películas como 'Gunga Din' (de George Stevens), 'Mujeres' (de George Cukor) y 'Jane Eyre' (de Robert Stevenson). Mis amistades estaban asombradas de mi pasión por el mal llamado séptimo arte, aunque yo sabía que la verdad era otra. Ese amor imposible me ayudó mucho durante mi estancia en Londres para combatir las dificultades en mi aprendizaje del idioma.

Allí, oculta en el fondo de una maleta para protegerla de las miradas de los chismosos tuve durante mucho tiempo una fotografía suya. Uno de los escasos remansos sentimentales en aquel mundo extraño, al principio incomprensible para mí. Curiosamente, también allí pude ver otros títulos suyos, incluidos 'Carta de una desconocida', 'El vals del emperador' y 'Otelo'. Interpretaciones que se unían a otras compartidas en filmes tan inolvidables como 'Ivanhoe', 'Dos pasiones y un amor' o 'Más allá de la duda', a las órdenes de grandes directores, como Max Ophuls, Orson Welles, Fritz Lang, Billy Wilder y Anthony Mann.

Pasaron los meses, tuve otros amores más tangibles, hasta que una noche de los años 70, mientras me tomaba un bourbon en Covent Garden me encontré cara a cara con la auténtica Joan Fontaine. Fue en el club de jazz Ronnie Scott's, en el número 47 de Frith Street, en el Soho londinense, y allí estaba, bellísima, delicada, serena, mi antigua y no olvidada pasión. Después de armarme de valor, me acerqué a su grupo y empecé un largo y embarullado discurso en inglés, sobre lo que ella había representado para mí. Sin duda, mis palabras no la interesaron ni la conmovieron lo más mínimo, porque, al cabo de unos minutos, se levantó y se fue, no sin antes darme la mano y perderse en la oscuridad de la noche. Pero, eso sí, aún recuerdo que me dejó el aroma de su perfume.

Seductora ingenuidad

En todo caso, en sus exquisitos trabajo antes las cámaras Joan Fontaine poseía un aura especial, una mezcla de seductora ingenuidad y transfondo cruel. Porque la seducción es a menudo una impostura, una actuación teatral. Como hacía Joan Fontaine, que supo seducir a astros de todos los calibres, formando pareja cinematográfica con Robert Taylor, Louis Jourdan, Laurence Olivier, Orson Welles, Charles Boyer, Bing Crosby y, por supuesto, Cary Grant. Una actriz, una mujer, que no iba por la vida ni de guapa ni de inteligente, ni de elegante. Sin embargo, para que esta táctica de la seducción funcione, hay que ser guapa, inteligente, elegante y, además, rica.

Por supuesto, Joan Fontaine era una estrella de los grandes sentimientos, la campeona de la emoción, la maga de la belleza del corazón, demostrado en películas tan populares como 'La gran noche de Casanova', 'Una isla al sol', 'Una cierta sonrisa' y 'Suave es la noche'. Una mirada, un gesto, un parpadeo suyo bastaba para conquistarnos, un arrebato de su ira nos perseguía hasta nuestros sueños más íntimos. El drama, el melodrama y las producciones sentimentales eran su territorio. Sus trabajos incluso enriquecen el patrimonio cultural de la modernidad. ¿Cómo serían nuestras vidas sin artistas como Joan Fontaine? Quizás no del todo desoladoras. Pero seguro que menos bonitas, los días serían más grises, los años más destructores. Porque la sutil protagonista de 'Abismos' no es que fuera exótica: era hipnótica.