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«Fue un libertador, pero en un restaurante los blancos cenan y los negros sirven»

Asistentes al adiós más popular al líder fallecido llaman a preservar su legado pero lamentan la desigualdad económica

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A cada vida, su despedida. Y para la de Nelson Mandela, una fiesta. Eso era lo que se esperaba en el estadio FNB de Johannesburgo, pero la lluvia incluso impidió que se llenase. Y dio la razón a los que habían reclamado que la jornada se declarase festiva para facilitar una multitudinaria afluencia en el adiós más popular al fallecido líder.

El día empezó mejor de lo que acabó. Cinco horas antes de la apertura de las puertas, a las seis de la mañana de un día fresco y lluvioso, cientos de personas se agolpaban ya en las puertas del estadio al grito de «que abran ya». Se perfilaba un gran día de fiesta. «Si el muerto fuera un niño el ambiente sería sombrío. Pero con Mandela celebramos una vida plena», explicó a la AFP Jenny Pomeroy, una sudafricana blanca de 25 años ataviada con prendas de colores. «Mandela superó las barreras raciales y nos unió», asentía a su lado Heidi Mielke, de 23 años.

«Mandela es mi presidente, Mandela es nuestro presidente», gritaba otro grupo. «No hay nadie como Mandela», coreó más tarde el estadio. «Hauna tshwana liena» (No hay nadie como él). La sensación de asistir a un momento único, como el entierro de Gandhi o el de Isaac Rabin, atrajo a gente de a pie, aunque no a toda la que se esperaba.

«Es único, es una experiencia única en la vida», dijo Cyrill Cameroon, un comerciante de Johannesburgo, que acompañaba a su esposa Evelyn, de Costa de Marfil. «Somos africanos, y en nuestra cultura cuando alguien muere muy viejo es una bendición, hay que dar las gracias y elogiar su vida y sus logros», explicó ella.

En una jornada como la de ayer pocos querían expresar dudas sobre qué harán los sudafricanos con el legado de Mandela, el hombre que guió al país desde el régimen del 'apartheid' a la democracia. «Seguro que sí», los sudafricanos velarán por el legado. «Espero...», dijo Heidi Mielke. «Espero que tras su muerte sabremos cuidar lo que nos dejó para las generaciones futuras», afirmó Deidré Bonkhorst, blanca, de 20 años, que cifró en un «50%» las posibilidades de que eso ocurra.

«Estoy aquí para celebrar la vida de Mandela. Sí, fue un libertador, pero económicamente la gente aquí no está liberada. Vas a un restaurante y los blancos cenan y los negros sirven», resumió Tapiwa Munyawiri, de 24 años, estudiante universitario.