FISURAS EN EL
Actualizado: GuardarUna inhóspita travesía por el desierto hasta desembocar en la nada. Este ha sido, al menos hasta ahora, el destino de los que han intentado en España formar o capitanear un partido político que se sitúe a la derecha del PP o que le dispute el centro-derecha, a excepción de siglas conservadoras de corte nacionalista como PNV, CiU o Partido Regional Aragonisista (PAR), que sí saben lo que es ostentar responsabilidades de gobierno.
Manuel Fraga, fundador del partido que hoy lidera Mariano Rajoy, comenzó a fraguar, en marzo de 1977, el conglomerado de partidos a la derecha del PSOE que sirvieron de germen para la formación de Alianza Popular que, a partir de 1989, se refundó en el Partido Popular. El congreso nacional constituyente de Alianza Popular creó una federación de partidos compuesta de la siguiente forma: Manuel Fraga sumó su partido, Reforma Democratica, a los de Laureano Lopez Rodó (Acción Regional); Federico Silva Muñoz, Licinio de la Fuente y de la Fuente (Democracia Social); Cruz Martínez Esteruelas (Unión del Pueblo Español), Enrique Thomas de Carranza (Unión Social Popular) y Gonzalo Fernández de la Mora (Unión Nacional Española) entre otros. Ninguna de estas siglas tiene posibilidades de resucitar. Ana Botella, que además de ser la esposa del presidente de honor del PP y expresidente del Gobierno, José María Aznar, es la dirigente de la principal alcaldía de España, puso letra a una cantinela sobre la que advierten, eso sí por lo bajini, dirigentes autonómicos y cuadros medios populares: el temor a que las dudas sobre el proyecto político del PP provoquen a una fragmentación interna.
El riesgo, a juicio de varios dirigentes autonómicos que en privado expresan la misma inquietud que Botella, no es que alguno de los partidos que fundaron el PP pretenden abandonar la exitosa matriz, sino que miles de votantes de a pie, decepcionados con los severos ajustes, la subida de impuestos o el aparente distanciamiento de la esencia ideológica, opten por votar a otros partidos.
«Ningún seguidor fiel del PP iba a castigar a Mariano Rajoy votando a una formación de izquierdas, pero ahora comienzan a tener más opciones que quedarse en su casa», barrunta un diputado popular. De hecho, los datos oficiales de Génova señalan que desde 2011 tienen 110.000 afiliados nuevos (lo que supondría un aumento del 17,9% respecto a 2009), aunque no ofrecen datos sobre las bajas de militantes que se produjeron en ese mismo periodo.
Herida abierta
Los que más pueden pescar en este río revuelto, según auguran diversos sondeos, son la UPyD, de Rosa Díez, y el Movimiento Ciudadano (Ciudatans) de Albert Rivera. Y no serán los únicos. Representantes de movimientos católicos con gran implantación en España habrían sondeado a Jaime Mayor Oreja y a otros dirigentes del PP con la intención de valorar la posibilidad de crear un partido puramente democristiano con el que concurrir a las próximas elecciones autonómicas y generales, según confirman miembros de la dirección nacional de la formación conservadora. Mayor Oreja, que aún atesora posibilidades de repetir como cabeza de lista del PP en las europeas de mayo, guarda silencio.
Otra herida abierta en el corazón del PP, aunque con cariz regional, es la de un sector de víctimas del terrorismo que, como quedó patente el viernes en la concentración organizada por Danaes, acusan a Mariano Rajoy de «traicionar» a este colectivo por «rendirse» y aplicar sin demora la resolución de Estrasburgo que neutralizaba la doctrina Parot y ha permitido que decenas de terroristas salgan de las cárceles meses o años antes de los previsto. Una corriente encabezada por algunos iconos de la lucha contra ETA como José Antonio Ortega Lara, flanqueado por Santiago Abascal o Consuelo Ordóñez, hermana del asesinado Gregorio Ordóñez.
El virus de la ultraderecha aún permanece latente en España. No cuentan con representación ni en las Cortes Generales ni en ninguno de los parlamentos autonómicos, aunque sí en varios ayuntamientos. Por ejemplo, la xenófoba Plataforma per Catalunya (PxC), del antiguo militante de Fuerza Nueva Josep Anglada, logró multiplicar por cinco sus apoyos en 2011, al obtener 67.000 votos y hasta 67 concejales. De momento, es un caso aislado.
Moncloa no atisba ningún riesgo real a corto plazo. Mariano Rajoy niega la mayor. «No vi nada raro», respondió el presidente del Gobierno a un grupo de periodistas que le preguntaron, durante los fastos por el 35 aniversario de la Constitución, por las palabras de Ana Botella.
Su receta es idéntica a la que prescribe para otros males del país o del partido: calma, porque las aguas volverán a su cauce. El jefe del Ejecutivo lo fía todo a su «mayoría silenciosa», la que ha aguantado todos los recortes e incumplimientos electorales ante la promesa de que en los dos próximos años la economía real, la que perciben los ciudadanos en su día a día, experimentará una notoria mejoría. Rajoy suele recordar que, pese a las tensiones internas, la familia popular comparte unos fuertes ideales que, a su juicio, apuntalan el proyecto. Llegado el caso, apunta un estrecho colaborador del presidente del Gobierno, los votantes el PP siempre intentarán evitar que la responsabilidad de gobernar recale en el PSOE.
Botella aseguró en el discurso que ofreció en el Club Siglo XXI, que dirige el exministro Eduardo Zaplana, que de poco habrá servido evitar el rescate total de la economía de España si el país cede al pulso separatista de Convergencia y ERC en Cataluña o a las pretensiones del PNV de promover en el País Vasco un referéndum de cariz independentista. Al igual que Rajoy, otros cargos populares, rebajan el nivel de alarma. «Los proyectos políticos solo se resquebrajan cuando fracasan, y el PP no ha fracasado», expone uno de los referentes del Grupo Parlamentario Popular.
Luis Ramón Valcárcel, presidente de Murcia y posible integrante de la lista del PP a Estrasburgo, pide abiertamente un voto de confianza para su jefe de filas. Recuerda que acertó con diagnósticos muy delicados. «Cuando muchos, tanto dentro como fuera de España, le presionaban para pedir el rescate, Rajoy supo ver que existía una urgencia por no hacer nada», acotó.