Contenedores apilados en el puerto de Shanghái. :: EFE
Economia

China prepara el asalto al siglo XXI

El Partido Comunista sienta las bases de una nueva etapa en el desarrollo del país, el último paso hacia el pleno capitalismo

SHANGHÁI. Actualizado: Guardar
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A China ya le queda menos para descolgar la hoz y el martillo y guardarlos en el desván. Por lo menos, en la práctica. Porque el Tercer Pleno del XVIII Comité Central del Partido Comunista sentó el mes pasado las bases para la nueva etapa de su impresionante desarrollo económico, que incluye el impulso de la iniciativa privada, la reestructuración de las empresas públicas y, entre otras cosas, la desregulación del precio de sectores clave como la electricidad o el agua. Además, el país ya ha dado un nuevo paso en la paulatina liberalización de su economía: el establecimiento de la Zona Piloto de Libre Comercio de Shanghái (SPFTZ), cuya normativa se va desvelando poco a poco, como si se tratase de una película de suspense que durará al menos tres meses más.

«El objetivo de esta zona, que supone el mayor experimento económico desde que Deng Xiaoping creó las Zonas Económicas Especiales (ZEE) para acabar con la era de Mao, es preparar al Gobierno y al sector empresarial para el último salto en la estrategia de apertura al mundo de China», explica Chun Chang, profesor de Economía del Instituto de Finanzas Avanzadas de Shanghái. «La SPFTZ sirve para definir el rumbo de China para los próximos 10 ó 20 años, porque va más allá del concepto tradicional de la zona de libre comercio y busca convertirse en un ejemplo de éxito para otras ciudades», añade Xu Bin, profesor de Economía y Finanzas de la China-Europe Business School (CEIBS).

Es, además, la semilla de la profunda reforma del sector financiero, uno de los más atrasados del país, que el mundo espera con ansiedad. De hecho, entre las 18 novedades que recoge el plan de la SPFTZ están el establecimiento de un nuevo mecanismo de mercado para determinar los tipos de interés y la apertura a la competencia extranjera de áreas clave como las telecomunicaciones, la banca, los seguros, los servicios médicos y legales, o el ocio. El experimento de Shanghái, además, pone fin a 13 años de prohibición para diseñar y producir videojuegos en suelo chino, y la capital económica ha pedido esta semana permiso para la construcción de un superpuerto marítimo que dote a la zona de mayor fuerza comercial.

Entre las medidas de mayor calado que se plantean para la SPFTZ está también la libertad para que sus residentes abran y operen con cuentas bancarias en cualquier moneda, y la convertibilidad de la divisa nacional -el yuan- que, muestra del auge de la segunda potencia económica, esta semana ha desplazado por primera vez al euro como la segunda moneda más utilizada en el comercio mundial. A pesar de que su internacionalización está todavía en pañales, según los datos publicados por la Sociedad Mundial para las Telecomunicaciones Financieras Interbancarias (SWIFT), el yuan acaparó el 8,66% de las transacciones frente al 6,64% de la moneda comunitaria.

Sectores vetados

De momento, estos cambios serán de aplicación únicamente a las empresas que se implanten en los 29 kilómetros cuadrados de la SPFTZ -ya lo han solicitado 1.400 chinas y 38 extranjeras-, y se irán introduciendo paulatinamente en los próximos tres años. «Un experimento en una zona pequeña como la de Shanghái permite reducir los riesgos de la reforma, aunque no los elimina, e introducir cambios en las diferentes políticas con flexibilidad», analiza Chun. «Claro que todavía habrá sectores vetados a las empresas internacionales, como el de la energía. Pero incluso ahí, la reforma terminará llegando, porque es imprescindible para el desarrollo del país», apunta.

No en vano, China ya está transformando su modelo económico. Hace tiempo que dejó de ser aquel país que sólo fabricaba productos de 'todo a cien' para su exportación al Primer Mundo. El mercado interno ha explotado, la renta per cápita se acerca rápido a la de los países desarrollados -Pekín quiere que en 2020 se dupliquen los ingresos que sus ciudadanos tenían en 2010-, y el proceso de transferencia tecnológica que ha durado tres décadas da ya sus frutos a través de empresas locales como Lenovo, Xiaomi, BYD o Haier que van más allá de la tradicional copia para aventurarse en el terreno de la innovación. Su presencia comercial se siente con fuerza en el mundo en vías de desarrollo y es sólo cuestión de tiempo que sean reconocidas también entre los consumidores europeos, estadounidenses y japoneses.

Pero, lógicamente, en esta fase del desarrollo ya no tienen cabida los crecimientos anuales de dos dígitos que caracterizaron a China entre 1990 y 2010. Este año, por segunda vez consecutiva, la expansión será inferior al 8%, considerado hasta ahora como el número que marca la línea roja bajo la que estallaría el descontento social. El Centro Estatal de Información prevé un incremento del 7,6% para 2013 y una décima menos para el año que viene, la velocidad más baja de los últimos 23 años, pero la inestabilidad no se ha materializado. De hecho, la desaceleración se considera una señal de que China está en el buen camino para hacer realidad el lema con el que se despidió el anterior primer ministro, Wen Jiabao: «Crecer menos, pero crecer mejor».

Al fin y al cabo, pocos dudan ya de la capacidad de China para liderar la economía mundial a mediados de este siglo, pero muchos muestran su preocupación por el impacto que ello tiene en el medio ambiente y en los limitados recursos del planeta. «Nadie duda que el desarrollo de China ha sido tremendamente beneficioso para la gente, pero ahora hemos llegado a un punto en el que tenemos que preocuparnos de otros factores que hasta ahora habían quedado relegados a un segundo plano, como es la ecología», opina Zhou Reng, activista de Greenpeace China. «De lo contrario, llegará un momento en el que el 'sueño chino' se convierta en la gran pesadilla china».

billones de euros alcanzó el PIB de china el año pasado, el segundo del mundo, tras crecer el 7,7%. Fue el ritmo de expansión más bajo desde 1999.