Vista parcial de la 'catedal de titanio' que Fank Gehry diseñó para el museo Guggenheim de Bilbao y que cambió radicalmente el perfil de la capital vizcaína :: RAFA RIVAS / AFP
Sociedad

Finlandia cuestiona el 'efecto Guggenheim'

Leevi Happala descubrirá en la feria española de arte contemporáneo a una joven generación de artistas que mira al futuro desde la tradición La implantación de la franquicia en Helsinki despierta recelos en el país nórdico, próximo invitado de Arco

HELSINKI. Actualizado: Guardar
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Debate hamletiano el que se vive en Finlandia a costa de la posible implantación de una sucursal del emporio Guggenheim en Helsinki. El país aspira a ser la cabeza de puente del arte contemporáneo en el hemisferio norte y a jugar el estratégico papel de bisagra entre Europa, el gigante ruso y los países más septentrionales de Asia, que, como Japón, tienen en Finlandia una puerta a Europa. Líder mundial del diseño, Finlandia es el invitado en la próxima edición de Arco. Quiere demostrar que en la tierra de Alvar Aalto, Eero Saarinen, Sibelius y Aki Kaurismäki, la vida artística late con pujanza, pero muy enraizada en una identidad finesa que no quiere dejarse intimidar, y mucho menos colonizar, por una franquicia global.

Y es que los habitantes de Helsinki dudan del 'efecto Guggenheim' y de primeras dijeron nones a la sexta sucursal de la franquicia. Una crítica masa ciudadana obligó a replantear las condiciones del concurso y del proyecto, que volverá a someterse a la aprobación popular. Costaría entre 150 y 180 millones de euros a las arcas públicas y debería atraer más de medio millón de turistas, la mitad foráneos. Pero llevaría también a Filnlandia, dicen los más críticos, «colonizadores culturales y artísticos». También el oscuro dinero que las mafias del inquietante vecino ruso quiere blanquear comprando arte contemporáneo con sus cotizaciones al alza.

En la balanza están lo pocos que envidian los beneficios del 'efecto Guggenheim' y quienes juzgan irrepetible el fenómeno bilbaíno, contraponiendo los graves perjuicios que ven en la implantación de la marca con sedes en Nueva York, Venecia, Bilbao y pronto en Abu Dabi. El ayuntamiento da su beneplácito a la segunda propuesta y habrá concurso internacional de arquitectos -costará dos millones de euros-, pero de nuevo la última palabra será para vecinos que no ven con buenos ojos una inversión pública de tal calibre en época de crisis. Recelan de la marca Guggenheim, de su ambición comercial y de los altos costes. Tanto que el consistorio ha contratado una agencia para mejorar la mala imagen de un proyecto para muchos inaopropiado para un país de sólo 5,4 millones de habitantes y de moral luterana, en el que la ostentación está mal vista y el mercado del lujo es exiguo.

Los terrenos ya están asignados en el puerto sur de Helsinki. De aprobarse, el museo de 12.000 metros cuadrados, 4.000 para exposición, se alzaría como un balcón al mar que surcan los ferrys que conectan las capitales bálticas, escandinavas y San Petersburgo con Helsinki.

Identidad

La ciudadanía y la administración finlandesas son muy celosas de su identidad. El Gobierno subvenciona la creación joven, de la que habrá una nutrida representación Arco. La selección es de Leevi Haapala, joven comisario del equipo rector de Kiasma, el museo más importante. A través de once de galerías pondrá el acento en la potencia del arte audiovisual «heterodoxo, pero muy enraizado en la tradición» de artistas como Hannu Karjalains, Mika Taanila o el dúo IC-98. Buena parte de los creadores que vendrán a Arco son mujeres y reflexionan en su trabajo sobre la identidad individual y colectiva finesa. Como la fotógrafa Elina Brotherus, Heta Kuchka, Anti Lantinen o Annika Rauhala, del colectivo independiente Checkpoint Helsinki que no ve «exportable ni repetible» el fenómeno del Guggenheim bilbaíno y recela de la potente inversión pública que exigiría el de Helsinki.

Tampoco entusiasma a Pilvi Valhama, directora del Museo Emma, segundo de Helsinki tras el Kiasma. No cree que la llegada de la marca «sea un ciclón que anule a nuestros creadores» pero recela de que el dinero público se gaste en el nuevo museo en vez de en apoyar a los creadores locales. Muchos de estos artistas son respaldados por Frame, un consorcio semipúblico que financia sus exposiciones y apoya a galerías independientes. El millar y medio de creadores que salen cada año de la Academia de Bellas Artes y de otras instituciones recibe ayudas que puede durar más de una década.

Un sistema de becas que enorgullece a Haapala, que acepta «el enfoque de un Guggenheim centrado en el diseño y la arquitectura, que conecta con la tradición finlandesa», pero denuncia que «no dejarían de verse exposiciones en serie». También le preocupa que el dinero público que vaya al Guggenheim reste liquidez y eficacia al sistema público «que ha permitido crecer y madurar a muchos de los artista que estarán en Arco».

Será «beneficioso para todos» dice Kaj Forsblom, dueño de la mejor colección de arte contemporáneo en Finlandia, visitable con cita previa en un elegante barrio de Helsinki, y uno de los pocos que no recela de la llegada del Guggenheim a la ciudad.