«Confío en que evitemos la III Guerra Mundial»
La historiadora Margaret MacMillan analiza en '1914' «por qué nadie acertó a evitar la Gran Guerra»
MADRID. Actualizado: Guardar«Confío en que sepamos evitar la III Guerra Mundial». Lo dice Margaret MacMillan (Toronto, 1943), catedrática en Oxford que ha dedicado varios años y su enorme talento historiográfico a desentrañar «por qué nadie acertó a evitar la Gran Guerra». Rectora del Saint Antony's College, gran autoridad en Historia Contemporánea, publica '1914. De la paz a la guerra' (Turner), un análisis brillante y certero del «fracaso de la paz» que originó la I Guerra Mundial, un conflicto que «nadie creía posible», pero que segó la vida de casi 9 millones de combatientes, acabó con la Europa de los imperios e impuso un fallido nuevo orden que desencadenó en otra cruel guerra global.
MacMillan se pregunta «por qué se acabó la paz» antes que «por qué empezó la guerra». «Pongo el foco en los años previos porque es crucial conocer a qué se renunciaba con la guerra, qué se perdía y por qué y cómo acabó un periodo de paz tan largo y tan próspero» plantea.
Razones primordiales fueron «el exacerbado militarismo y la escalada imperialista y nacionalista», agudizadas por «la ineptitud» de quienes copaban el poder. Gobernantes y peones de la trama geoestratégica que «tomaron las peores decisiones posibles en cada momento». «Había tantas razones para la guerra como para la paz, pero quienes decidían optaron por una guerra que para todos era evitable». Nadie supo o quiso ver lo que trajo el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo. «Europa había superado infinitud de crisis: Marruecos, Hungría los Balcanes. Todos creían que esa crisis se arreglaría como las anteriores y nadie se lo tomó muy en serio», explica. «La mayoría de los gobernantes, complacientes e inmunizados, estaban de vacaciones cuando la guerra estalló el 4 de agosto; el ministro de Exteriores británico, Edward Grey, se fue a observar pájaros». «Todos jugaron de farol, creyeron que los demás reaccionarían de otra manera y fallaron en sus cálculos», asevera.
Ente tanta inepcia, MacMillan encuentra apenas una cabeza lúcida capaz de anticipar la catástrofe, Jean Jaurés, socialista francés y fundador de 'L'Humanité' en 1904. «Tenía las ideas muy claras, pero carecía de poder para evitar una guerra cuyas consecuencias anticipó». Fue asesinado el 31 de julio de 1914, tres días antes del estallido.
El magnicidio de Sarajevo fue el detonante «pero cualquier otra chispa hubiera prendido la llama». «La situación balcánica era explosiva. Habían tenido otras guerras, de modo que la I Guerra Mundial era para muchos la tercera guerra de los Balcanes. La tensión entre Serbia y el imperio austrohúngaro era tal que cualquier cosa la hubiera desatado. Austria-Hungría necesitaba aniquilar a Serbia para sentirse segura y se aferraría a cualquier excusa».
Cree MacMillan que la II Guerra Mundial «también habría sido evitable de no ser por la depresión económica y por Hitler». Estima imperativo que «acertemos a evitar otra guerra mundial». «Con las armas de hoy una guerra global dejaría un mundo arrasado». Pero evitarla no será fácil. «El papel de China y su posición predominante e intransigente es inquietante. Oriente Medio es un polvorín, como los Balcanes a principios del XX, con muchos conflictos locales que implican a todas las potencias», culmina.