«Esto es un golpe de Estado»
El líder de la derecha desafía a la Justicia y las instituciones en un mítin delirante ante pocos incondicionales en la puerta de su casa
ROMA. Actualizado: GuardarBerlusconi empezó su nueva vida de político clandestino, fuera del Parlamento, poco antes de que le echaran, a las 16.40 horas. Por razones desconocidas tiene el privilegio de montarse los mítines en la puerta de casa, el Palazzo Grazioli, en pleno centro de Roma. Cada vez que lo hace bloquea el tráfico de media ciudad, porque esta callejuela es uno de esos embudos romanos vitales para la circulación. El guión exigía un baño de masas, pero la verdad es que había cuatro gatos, como mucho un millar -20.000 para la organización- y eso que habían puesto autobuses con bocadillo desde lugares remotos.
El material humano era sorprendente. Gente muy humilde, ancianos, pipiolos imberbes, algún tarugo al estilo ultra futbolero y luego, con un salto de toda la clase media, la tropa de dirigentes, asesores y hombres del partido, trajeados y sombríos. Enseguida pusieron en una pared una pancarta que la Policía les obligó a quitar: «Esto es un golpe de Estado». Era la consigna oficial. Lo repitió luego Berlusconi. Otro cartel fuerte le retrataba como a Aldo Moro en su secuestro, el primer ministro asesinado por las Brigadas Rojas, con la frase 'Prisionero político'. Regalaban toneladas de banderas de Forza Italia, que sobraban por todas partes, y el 'merchandising' gratuito volaba como objeto de coleccionista.
Con un frío que pela y mucho retraso por fin apareció Silvio, en su última versión de portero de discoteca, con el eterno fondo celeste. «Es un día amargo y de luto para la democracia», anunció. Luego, arreón a «la magistratura que quiere una vía judicial al socialismo». «¡Esta sentencia clama venganza ante Dios y los hombres!», bramó. Repitió que su condena está basada «en un teorema, sin pruebas, sin testigos, sin documentos». «¿Pero a mí quién me resarcirá luego?», se lamentó. Sus trolas ya se deslizan como caramelos, un talento asombroso en un señor que es un delincuente, ha birlado al menos 1.200 millones en dinero negro en paraísos fiscales y no ha devuelto ni un céntimo.