La nueva presidenta del PSOE andaluz, Micaela Navarro, saluda a Manuel Chaves, muy efusivo. :: EFE
EL RAYO VERDE

Viejos y nuevos rituales en la 'era Susana'

La cita granadina devuelve la ilusión a los militantes aunque depara pocas sorpresas más allá del morbo por la relación con Rubalcaba

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En esta vida todo es cuestión de perspectiva, o sea del punto de vista desde el que se observe la realidad. Las diferencias son curiosas.

Así, si el congreso del PSOE-A se miraba a nivel graderío del salón de actos se comprendía una cierta dimensión de las cosas. Se apreciaba, por ejemplo, el valor de la liturgia. El plenario pareciera un poco asamblea de testigos de Jehová. Los conversos hacían profesión de fe o renovaban las promesas del bautismo. La jerarquía sabe bien lo que valen estos ritos, que desde antiguo se han usado para atraer a las parroquias, y necesitaba crear esa energía colectiva para sacar del marasmo a sus afiliados, devolverles la ilusión y, en fin, para que vuelvan a creer en sus jefes. Nada es peor, contaba un dirigente, que tener a las asambleas locales en las sedes poniendo verdes a los mandos. Ahora, dice, se nota que el personal se ha animado.

Se palpaba en el patio de butacas, lleno a rebosar. Todos los secretarios generales del PSOE, entre ellos el catalán Pere Navarro, aspirantes como Carmen Chacón y Emiliano García Page, parlamentarios, consejeros, se besaban y abrazaban una y otra vez con la presidenta y entre ellos mismos, con una efusión a todas luces excesiva, cuando no sintomática. ¡La de veces que Susana Díaz ha abrazado a Mario Jiménez en estos dos días!

La flamante secretaria general tardó casi quince minutos en bajar las escalinatas del palacio al comenzar el acto de ayer, en un cortejo en el que figuraba Manuel Chaves -esta vez no Griñán, sentado en primera fila- y el secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Una planta más arriba, donde la sala de prensa, las cosas se veían de otra manera. Cero emoción, por contraste del empalago del salón de actos. Todo previsto y previsible. Lo más jugoso ayer era ver la cara de Rubalcaba. Las palabras de Griñán acerca del «tapón» que los veteranos deben evitar para dejar paso a las nuevas generaciones motivó el envío urgente de Mario Jiménez para intentar aclarar, en vano y sobre todo a los periodistas de Madrid, que eso no iba por el secretario general. Aunque el expresidente lo ha dicho en varias ocasiones, es cierto que las palabras dependen del contexto y en el que esta vez fueron pronunciadas parecían señalar la puerta a Alfredo. Que, por supuesto, no se ha dado por aludido. El comentado dato de que en la primera jornada ninguno de los oradores mencionara su nombre (ni Zapatero, ni Valenciano, ni Jiménez, ni Díaz) habla mucho de la situación de desapego de la poderosa federación andaluza. Si se esperaba que Ferraz aprovechara el foro granadino para negociar el calendario futuro, la respuesta del 'aparato' era contundente: aquí no hay nada que hablar, ya la presidenta ha dicho lo que quiere, primarias tras las europeas.

Una planta más arriba, donde la sala vip, la perspectiva era aún diferente. Allí departían el primer día Ángel Gabilondo, Carmen Chacón, Miguel Lorente, Amparo Rubiales, allí esperaron ayer la hora de acudir al acto la delegación de la Confederación de Empresarios, con Santiago Herrero a la cabeza, y allí en el sábado noche se fueron reuniendo los secretarios provinciales con el partido para cerrar la nueva ejecutiva. No hubo «cuchillos largos», para sorpresa de los expertos en congresos socialistas, que recordaban psicodramas anteriores. Todos salían satisfechos y la secretaria general se iba a cenar a las once y media con Rubalcaba, tras departir un momento con los periodistas y confesar que no la había dado a conocer antes para que no le dijeran «cesarista».

Y de esa planta bajaba ayer con el alivio de la misión cumplida, Juan Cornejo, muñidor del congreso y secretario de organización, a quien Susana Díaz ha confirmado como su «número dos». Aunque algunos crean que la nueva secretaria general no soltará el mando orgánico, a Cornejo le va a tocar dar el zamarreo que aún necesita el partido, siempre, sin duda, a órdenes de Díaz. No sólo porque a ella le gusta el 'aparato', sino que Cornejo es la lealtad al jefe en persona y ha venido realizando ese trabajo en la sombra durante los últimos meses.

Suya ha sido la negociación puerta a puerta para pacificar a las provincias díscolas y pactar este «happy end» de ayer, desde las primarias que no hubo hasta el cierre relámpago de la nueva ejecutiva. El socialista gaditano sabe quién es quién en el PSOE-A y lleva además en la cabeza toda la demoscopia pasada y presente de la comunidad, pueblo a pueblo, los resultados electorales hasta el último resto de comicios pretéritos y es capaz de pronosticar con tino. Su nuevo puesto es una justa recompensa al servicio prestado y al que le queda por prestar.