Apuntes

La resistencia a la residencia

El empeño de la Junta de Andalucía en postergar el concierto de plazas en la residencia Micaela Aramburu causa un grave e inexplicable perjuicio social

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Cádiz está a punto de inaugurar una residencia de mayores con capacidad para un centenar de personas. Al fin, porque este proyecto se ha retrasado durante una interminable ristra de meses sin más motivo que la reticencia de la Junta de Andalucía a postergar el concierto de plazas. Ahora, pese a que ese necesario compromiso económico sigue sin estar confirmado ni llegar, el Ayuntamiento parece empeñado en dar el paso adelante de abrir sus puertas pese al notable desgaste económico. La Administración local, es obvio, padece muchas más estrecheces financieras y presupuestarias que la autonómica. El tamaño de ambas cajas es tan incomparable como ridícula su comparación. Pero a pesar de todo, la institución gaditana parece entender la necesidad de atender a esos cien ancianos de escasos recursos y poco apoyo familiar. Son ancianos que carecen de entorno y de posibilidades para encontrar un refugio justo en los años de mayor vulnerabilidad. En muchos casos, hasta en 150 según el Ayuntamiento, tienen que buscar una plaza en un municipio distante muchos kilómetros. Esa distancia, insignificante para alguien más joven, significa desarraigo, soledad y ruptura con el escaso entorno social que tengan para alguien que ha superado los tres cuartos de siglo de vida. Esa es el gran argumento a favor del concierto de la residencia Micaela Aramburu, que es necesaria.

El Ayuntamiento parece entenderlo y trata de buscar los recursos necesarios para que arranque. La Junta de Andalucía, de forma inexplicable, parece tener otras prioridades en las que gastar el dinero de todos.