Golpe directo a Irán por el apoyo a El-Asad
Al menos 23 muertos y más de 150 heridos en un doble atentado contra la Embajada de Teherán en Líbano
Actualizado: GuardarLa guerra de Siria volvió a cruzar la porosa frontera libanesa para hacerse presente en el sur de Beirut y ahondar en la herida sectaria abierta entre suníes y chiíes. Al menos 23 personas perdieron la vida y más de 150 resultaron heridas en un doble atentado contra la Embajada de Irán, situada en la zona de Bir Hasan de la capital. Las Brigadas de Abdalá Azzam, vinculadas a Al-Qaida, reivindicaron a través de las redes sociales la autoría de la primera operación directa contra la república islámica en suelo libanés a cargo de sus «mártires suníes» y amenazaron con nuevos atentados «hasta que Hezbolá (Partido de Dios) retire a sus hombres de Siria».
La oposición armada siria es mayoritariamente suní y acusa a Teherán de usar su control sobre la milicia chií libanesa de Hezbolá para combatir del lado de Bashar el-Asad -perteneciente a la secta alauí, que es una rama derivada del chiismo a la que pertenece la minoría que domina Siria desde 1971-, algo que el secretario general del Partido de Dios, Hasán Nasralá, reconoció abiertamente en mayo en la ofensiva por Qusair, enclave estratégico en la frontera sirio libanesa.
La legación de la república islámica se encuentra en una zona controlada por la milicia del Partido de Dios donde desde el verano se han reforzado mucho las medidas de seguridad tras la explosión de dos coches bomba. Los hombres de Hezbolá controlan los accesos y registran cada coche, pero los suicidas lograron burlar los controles. Minutos antes de las diez de la mañana un motorista con seis kilos de explosivos pegados a su cuerpo, según un comunicado de la seguridad libanesa, se abalanzó sobre el acceso principal del edificio en una motocicleta, coincidiendo con la llegada de un convoy en el que viajaba el agregado cultural iraní, el clérigo Ebrahim Ansari, único diplomático muerto en el atentado. Instantes después otro suicida se inmolaba en un coche cargado con 60 kilos de explosivos aparcado a menos de cincuenta metros de la Embajada, lo que causó también daños graves en los edificios próximos.
El ministro iraní de Exteriores, Mohammed Javad Zarif, de visita en Italia antes de su llegada a Ginebra para proseguir con la negociación nuclear, advirtió que el doble atentado constituye una «señal de alarma para todos, la cual tenemos que tener presente. Si no actuamos seriamente, esto terminará por devorarnos a todos». La portavoz de su Ministerio en Teherán, Marzie Afjam, condenó «enérgicamente» el «atentado inhumano» y aseguró que «sabemos que los sionistas y sus mercenarios son los responsables de la explosión», apuntando a Israel como el presunto autor de la operación suicida, lo mismo que hizo el embajador en Beirut, Ghadanfar Rokon Abadi.
Damasco se sumó inmediatamente a la condena de este «acto cobarde» contra su gran aliado regional y Exteriores emitió un comunicado en el que recogía que «todos los actos terroristas que golpean Siria, Líbano o Irak huelen a petrodólares, por lo que el gobierno sirio llama a Líbano a apegarse a su unidad nacional y solidarizarse en la lucha contra el terrorismo». Una alusión directa al papel que Arabia Saudí y el resto de monarquías del Golfo están jugando en la financiación de la oposición armada siria y las facciones suníes en Líbano.
El ataque se produce en plena ofensiva del Ejército de El-Asad en las montañas de Qalamoun, en la frontera con Líbano, en la que la oposición siria denuncia la implicación directa de milicianos de Hezbolá y miembros de las brigadas Al-Quds, brazo para operaciones en el exterior de la Guardia Revolucionaria iraní. Pese a las acusaciones de la oposición, Teherán siempre ha negado la implicación directa de sus hombres en los combates, el último en desmentir esta participación fue el ministro Zarif.
Un millón de refugiados
Líbano sufre en primera persona las consecuencias de un conflicto que amenaza el delicado equilibrio entre confesiones que rige en el país. El último informe del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) cifró en 816.000 el número de sirios que han huido al Líbano desde que comenzó el conflicto en su país en marzo de 2011, pero las autoridades locales elevan esa cifra a más de 1,3 millones de personas, lo que está teniendo un gran impacto en un país que no llega a los 4,5 millones de habitantes.
Durante los primeros meses del conflicto Trípoli, al norte del país, era el lugar donde más se sentían las consecuencias de la guerra debido a los choques entre los miembros de las comunidades suní y alauí, defensores de la oposición armada siria y de El-Asad, respectivamente, pero ahora estas consecuencias se sufren también al sur de Beirut, gran feudo de un Partido de Dios con una implicación directa en Siria.