Dos gendarmes caminan por delante de la vivienda donde se produjo el asesinato. :: REMY GABALDA / AFP
MUNDO

El cabo caníbal de Tarbes

Un exmilitar francés, veterano de Afganistán, mata a golpes a un anciano antes de comerse su corazón y lengua

PARÍS. Actualizado: Guardar
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Un soldado recién licenciado, veterano de la guerra en Afganistán, es el autor confeso de uno de los crímenes más atroces registrados últimamente en Francia. Jérémy Rimbaud, nacido en Tarbes hace 26 años, mató a golpes a un anciano el jueves en una aldea pirenaica antes de comerse su corazón y la lengua guiado por voces interiores. El caníbal ha ingresado en el psiquiátrico de Lannemezan pues los exámenes clínicos han determinado que un delirio místico abolió sus facultades mentales en el transcurso de los hechos.

Léopold Pedebidau, conocido como 'Popol' por sus apenas 200 vecinos, tenía 90 años y vivía solo en una casa de Nouilhan, un pueblo del valle del río Adour. El jueves por la noche cuando su hijo Alain pasó a verlo como de costumbre se encontró con una escena demoniaca. El cuerpo de su anciano padre se quemaba en una pira de leña y en un plato había un trozo de carne con alubias del país. Al cadáver le faltaba la lengua y presentaba cortes de navaja en el pecho a la altura del corazón.

Los gendarmes detuvieron poco después al asesino sin que les opusiera resistencia. Caminaba como un autómata por la carretera en poder el arma del crimen, una barra de hierro con la que acababa de romper el hombro a un agricultor al que asaltó al volante de su tractor cargado de maíz. Luego se había introducido en el patio de una casa y forzado un vehículo para apoderarse de una escopeta de caza. Con total frialdad confesó lo que acababa de hacer: las voces que le ordenaban matar, los golpes a la cabeza del nonagenario, la extracción de la lengua y el corazón, la cocción, la cena...

Jérémy Rimbaud se había tirado tres días de vagabundeo por los parajes tras dejar el piso de Pau en el que vivía con su pareja. Pocas horas antes del holocausto caníbal una familia del pueblo de Bazet se apiadó de aquella alma en pena, hambrienta y calada hasta los huesos para brindarle comida caliente y ropa seca. Pero el desconocido no infundió más que lástima y continuó su camino insospechado hacia el horror.

Un «buen chaval»

Los investigadores han averiguado que el nuevo inquilino del manicomio no era un simple sin techo ni rumbo fijo. Rimbaud, con apellido de poeta maldito, también había pasado una temporada en el Infierno. Enrolado en el Regimiento de Infantería y Carros de Marina de Poitiers, había efectuado varias misiones en Afganistán y ascendido a cabo en cinco años de servicio activo. Pero el 5 de noviembre declinó la oferta de reengancharse pues explicó que en la vida civil le esperaba un trabajo de pintor.

Los mandos castrenses descartan que el cabo Rimbaud sufriera el síndrome postraumático de la experiencia de la guerra. «Estuvo en el frente pero su expediente no contiene ningún rastro, ni tampoco su examen médico y psicológico», dicen en el regimiento de Poitiers. Su antiguo entrenador de fútbol en Tarbes lo define como un «buen chaval, amable y sociable». «Sabíamos que era militar y que había estado en Afganistán. Le habíamos visto a su regreso y habíamos hablado de ello pero no parecía traumatizado», cuenta. «En todo caso, nada hacía adivinar que un día podría hacer lo que ha hecho», concluye en eco a la incomprensión general en torno al caníbal de Tarbes.