Propaganda electoral de la líder de Nueva Mayoría, Michelle Bachelet, en una calle de Santiago. :: MARTÍN BERNETTI / AFP
MUNDO

La desigualdad de Chile espera a Bachelet

La candidata socialista aspira a volver a la presidencia con su oferta de recuperar la educación gratuita en un país con graves carencias sociales

BUENOS AIRES. Actualizado: Guardar
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La certeza de que la socialista Michelle Bachelet será hoy la ganadora por amplia mayoría en las presidenciales de Chile reduce las expectativas a conocer si la expresidenta (2006-2010) cosechará esta vez el respaldo suficiente para evitar una segunda vuelta, y si obtendrá las mayorías parlamentarias requeridas para avanzar en los ambiciosos cambios prometidos.

Las últimas encuestas sugieren que Bachelet podría llegar muy cerca de conseguir la mitad más uno de los votos que la llevaría en primera ronda al Palacio de la Moneda. Además de consejeros regionales, que se eligen por primera vez, los chilenos también deben designar a la totalidad de los 120 diputados y a 20 de los 38 senadores. De acuerdo con los sondeos más recientes, la Nueva Mayoría de la socialista obtendrá el control de ambas cámaras.

Muy lejos en las preferencias se situaría la representante centroderechista Evelyn Matthei, que sería, según se prevé, la segunda más votada pero con menos de la mitad del caudal de apoyos que irán a parar a su rival. Sus partidarios, reunidos en la Alianza -UDI y Renovación Nacional- ya sólo mantienen la esperanza de una segunda vuelta.

Con un carisma imbatible, Bachelet volvió de Nueva York -donde lideraba el organismo ONU-Mujeres- y en pocas semanas estructuró una coalición de centroizquierda más amplia que la tradicional Concertación que había gobernado Chile desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet, en 1990, hasta la victoria del actual presidente, el derechista Sebastián Piñera, en 2009.

Nueva Mayoría integra al Partido Socialista, la Democracia Cristiana y a otras fuerzas de centroizquierda. Y la gran novedad es la incorporación del Partido Comunista, un gesto instigado por Bachelet que procura atraer al electorado progresista desencantado con la vieja Concertación y muy insatisfecho con su pasada gestión reformista.

Esta ampliación, sumada a las mayores exigencias del electorado y a los tropiezos de la campaña de la derecha, auguran un triunfo rotundo para la Nueva Mayoría.

Hay además un grupo de la sociedad civil que llama a marcar la papeleta electoral con siglas AC, que indican el apoyo a la convocatoria de una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución de la era Pinochet. Bachelet se ha abstenido de respaldar este movimiento. «Tenemos que ganar ampliamente, jugarnos en la primera vuelta. Tenemos tanto que hacer», clamó en el cierre de campaña en Santiago ante miles de simpatizantes. «La desigualdad es la gran herida. Tenemos que votar por la educación gratuita y de calidad para todos, por una reforma tributaria y una nueva Constitución», puntualizó. Efectivamente, en los últimos 20 años, Chile gozó de una democracia con condicionamientos y en ese período la desigualdad se duplicó. El país es uno de los preferidos de la región para los negocios, pero arrastra numerosas carencias en materia social. La mayor asignatura pendiente es la vuelta a que la educación universitaria sea pública y gratuita, lo que terminó en 1981.

Los gastos en educación superior, que obligan a los chilenos a pagar créditos durante largos años y altos intereses, dejan fuera a muchos jóvenes, incluso de clases medias. Ese fenómeno provocó las protestas estudiantiles de 2011 que pusieron en jaque a Piñera y forzaron el relevo de tres ministros de Educación sin lograr más que parches.

Una candidatura amarga

Desde la otra lado, Matthei protagonizó una campaña amarga. Elegida por descarte después de que el elegido en elecciones primarias, Pablo Longueira, renunciara por depresión, la exministra de Trabajo de Piñera hizo lo que pudo para competir con Bachelet y suplir la falta de respaldo de los dirigentes de su coalición, que reconocen ahora que ella no fue una buena opción.

Su jefe de campaña, Felipe Morandé, admitió esta semana que la Alianza «tiene una debilidad en materia presidencial». La ausencia de apoyo se notó en el mitin final, al que asistieron unas 3.000 personas en la ciudad sureña de Chillán. A Matthei la acompañaron sus hijos, algunos líderes del partido que la habían criticado y la esposa de Piñera, Cecilia Morel. «Por el bien del país, no voten por mi contendiente», suplicó Matthei al escaso público. «Si ellos llegan al poder, la delincuencia se va a poner peor, porque ellos tienen por filosofía cuidar los derechos de los delincuentes», asustó. En debates previos tampoco se lució. Su fuerte, cree ella, es la gestión de Piñera, que tampoco dejará el cargo con una gran popularidad.

Junto a las dos principales candidatas competirán otros siete nombres. El tercer puesto espera al exdiputado Marco Enríquez Ominami, un exintegrante de la Concertación que superó el 20% en las elecciones de 2009 en las que Piñera se impuso al democristiano Eduardo Frei, del ala moderada de su sector. Pero hoy el discurso de Ominami lo asume en parte una Bachelet dispuesta a profundizar su reformismo.

La votación de hoy será además una prueba para el voto voluntario y sin inscripción previa que se estrena en la elección presidencial. Algunos observadores señalan que este sistema podría generar una alta abstención. En Chile se inscribían tradicionalmente para votar unos 8 millones de personas, pero con la reforma los electores superan los 13 millones. Una baja participación podría inclinar la balanza a favor de Bachelet. La abstención destrozaría definitivamente las esperanzas de la derecha, con votantes más apáticos, de obtener el premio de consolación de una segunda vuelta.