Kevin Chenais, en el taxi que lo trasladó a su hotel de Nueva York. :: TIMOTHY CLARY / AFP
Sociedad

Gordo para volar, no para navegar

Un francés de 230 kilos tendrá que volver a Europa en barco tras el rechazo de una aerolínea a aceptarle en el pasaje

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La aviación comercial no admite tonterías. Las modernas aeronaves son capaces de llegar a las antípodas, cruzar el Atlántico o cargar en sus bodegas el equipaje a más de un centenar de viajeros, pero no de transportar a un gordo. El ciudadano francés Kevin Chenais, de 22 años y con 230 kilos a cuestas, se ha quedado en tierra porque British Airways se negó a venderle un billete en su vuelo a la vista de que era «imposible acomodar al pasajero con seguridad».

Embarcar en un avión se está convirtiendo en un incordio, y no solo por el miedo a volar o atravesar una zona de turbulencias. Pueden dar testimonio de ello Chenais y sus padres, que se disponen a tomar un barco desde Nueva York para viajar al Reino Unido a la vista de la decisión de la compañía aeronáutica.

El pasajero vetado está aquejado de un desequilibrio hormonal que constituye la causa de su obesidad mórbida. El año pasado se trasladó a Chicago para ser tratado en la Clínica Mayo, donde le prescribieron un tratamiento que dura año y medio. A finales de octubre ya tenía las maletas hechas para visitar Europa cuando le dieron la mala noticia. La aerolínea no admitía la presencia de un viajero tan obeso.

Lo peor del asunto es que el viaje en barco no está exento de riesgos. El desmesurado peso de Kevin Chenais precisa de forma continuada del suministro de oxígeno y estar sometido a controles médicos periódicos. La travesía desde Nueva York a Southampton, que le obligará a estar embarcado una semana, no se presenta como una tarea fácil.

Por añadidura, Kevin tiene muchos problemas de movilidad, hasta el punto de que necesita una silla eléctrica para desplazarse. El mero hecho de bajar del tren que le llevó de Chicago a Nueva York exigió que el consulado francés apoyara el montaje de todo un dispositivo policial y que el personal de la compañía ferroviaria Amtrak participara en la operación para bajarle al enfermo del vagón. «El viaje estuvo bien», aseguró a AFP un agotado Kevin, después de 21 horas de traqueteo, a la salida de la estación ferroviara de Pensilvania, en el interior del taxi que le trasladó junto a sus padres, René y Christina, a un hotel en Brooklyn. Allí permanecerán los tres hasta embarcar.

Después de muchos trámites y fatigosas negociaciones, se arbitró una solución que llegaba demasiado tarde. Las compañías Air France y Swissair se avenían a incluir en el pasaje a Kevin Chenais, pero la oferta se presentó cuando ya la familia había desembolsado tanto dinero que no podía rascarse más el bolsillo.

El trayecto en tren hizo que se esfumaran 900 euros, mientras que los pasajes en barco de los Chenais exigieron adelantar otros 1.635 euros. Ser gordo no es ni mucho menos barato. Con todo, el que no se consuela es porque no quiere. A la espera de que el buque ponga rumbo a Southampton, la familia aprovechará su estancia obligada en Nueva York para hacer turismo.