Los lectores ven a Frankenstein en pintura
Pionera de la ciencia ficción, la historia del tierno engendro bebe de la leyenda del buen salvaje arruinado por la civilización Dos ediciones ilustradas de la novela de Shelley recrean el mito del monstruo
MADRID. Actualizado: GuardarEncarna como nadie la fealdad, el salvajismo y la sed de sangre, pero también la ternura y la sensibilidad humillada. Hablamos de Frankenstein, el personaje que ofrece una visión desoladora del ser humano y que ha inspirado incontables versiones literarias, cinematográficas y plásticas. La horrorosa criatura hecha de pedazos humanos es una caudal inagotable que aún hoy sigue excitando la imaginación de los creadores. Prueba de ello es que este clásico, todo un mito popular moderno, vuelve a las librerías y con el acompañamiento de bellas ilustraciones.
Esta vez el personaje nacido de la pluma de Mary Shelley ha movido a los sellos Sexto Piso y Nórdica a presentar sendas ediciones con estampas del monstruo. La primera editorial publica 'Frankenstein o el moderno Prometeo' con una serie de xilografías que Lynd Ward, uno de los padres de la novela gráfica, hizo en 1934. Con un estilo y una visión radicalmente alejados de la iconografía al uso, Elena Odriozola reinterpreta el mito para Nórdica Libros, que obsequia al lector con una traducción de Francisco Torres Oliver.
La versión de Sexto Piso, traducida por Rafael Torres, incluye un epílogo de la escritora y crítica Joyce Carol Oates, que indaga en la naturaleza literaria de uno de los más fecundos monstruos que ha alumbrado la literatura.
Los grabados en madera de Ward muestran un Frankenstein bajo una mirada expresionista, en la que el engendro adquiere un cuerpo contrahecho y atlético a la vez. Los grabados del ilustrador estadounidense combinan la estética tenebrista y el art déco, los claroscuros y las perspectivas insólitas.
La donostiarra Elena Odriozola, con amplia experiencia en la ilustración de libros infantiles y juveniles, recurre a escenarios sencillos que evocan los antiguos teatrillos de papel. Sus composiciones, que recrean ambientes lúgubres, apuestan por los tonos oscuros y, en menor medida, las pinceladas cálidas.
Mary Shelley publicó la novela con seudónimo en 1818 antes de cumplir los 20 años. Hija de un pensador de ideas anarquizantes y una pionera del feminismo que murió diez después de que naciera Mary, la escritora entregó a la imprenta una obra que posee la semilla de un nuevo género: la ciencia ficción. Trufada de elementos clásicos del Romanticismo, 'Frankesnstein' bebe del mito del buen salvaje arruinado por la civilización.
La gestación de la novela es, cuando menos, curiosa. La autora y su marido, el poeta y filósofo Percy Bysshe Shelley, disfrutaban de unas vacaciones en la villa Diodati, cerca de Ginebra, donde se encontraron con Lord Byron y John Polidori. En charlas al calor del fuego, relatando leyendas y cuentos fantásticos, nació el germen de 'Frankenstein', probablemente a causa de una apuesta. Byron, el gran vate del Romanticismo, propuso a un grupo de amigos ingleses de la zona que cada uno escribiera una historia de fantasmas. Fueron los narradores supuestamente menores los que gestaron los relatos más interesantes: Mary Shelley firmó 'El sueño', que luego cuajaría en su inmortal novela, y Polidori 'El vampiro'.
La obra se presta a muchas lecturas. Posee reverberaciones teológicas, pues el hombre, en este caso Victor Frankenstein, es capaz de crear vida y reemplazar a Dios, pero su criatura es vulnerable y falible, hecha a su imagen y semejanza. Cuando se deja al monstruo en libertad, se desata la violencia y el demonio impone su ley.
Vista con ojos de hoy, la figura del doctor Frankenstein inaugura un tema muy fértil en la literatura y el cine: los científicos que acarician la locura y transgreden las leyes de la naturaleza, circunstancia que les hace merecedores de un justo castigo. Con todo, como señala Joyce Carol Oates en el prólogo de la edición de Sexto Piso, Victor Frankenstein no es un sádico. A diferencia del doctor Moreau, el personaje de la novela de H. G. Wells, el padre del monstruo es caballeroso y bienintencionado.
Sin saberlo, Mary Shelley se adelantó a su tiempo. El creador de Frankenstein genera un producto de la investigación científica, una figura precursora de la ingeniería genética. El doctor se debate en un dilema moral, es víctima de los remordimientos porque está persuadido de que la manipulación de la naturaleza que ha llevado a cabo se ha traducido en resultados desastrosos.
Como Don Quijote, Drácula, Sherlock Holmes o la Alicia (en el País de las Maravillas), Frankenstein es uno de los pocos personajes de ficción que ha dado el salto de la literatura a la mitología popular.