Economia

Las pymes españolas sufren la falta de ambición de Europa

Los Veintiocho difuminan el papel del BEI para acabar con una fragmentación del mercado que penaliza a los países del Sur

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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El pasado 30 de octubre, Mariano Rajoy compareció en el Congreso para informar de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE celebrada días antes (el 24 y el 25) en Bruselas. Hubo acuerdos, pero no del calado anhelado por la sala de máquinas de la Moncloa. Pese a todo, el presidente fue fiel a su estilo: «Miren el lado positivo de las cosas, peor es que no se hubiera avanzado. Hay que darle un poco de optimismo a la vida». Rajoy, sin embargo, estaba desencantado.

Acostumbrado a dar sin golpear, a sugerir más que a decir, fue claro y directo en lo relativo a los resultados sobre la financiación de las pymes, talón de Aquiles de España: «No oculto cierta decepción porque los medios técnicos no están todo lo avanzados que debieran y porque el Consejo no ha concretado la iniciativa lo suficiente como para contener el nivel de ambición necesario». Sí, Europa había sacado de quicio al hombre tranquilo. «Debe hacer más, para nosotros es una cuestión fundamental», proclamó.

En aquella cumbre, efectivamente, la economía volvía a tener un lugar privilegiado en la agenda. No ya con el abismo en el horizonte como hace escasos meses, pero sí con cierta sensación de relevancia de cara a buscar la mejor salida de la crisis. Todo quedó eclipsado por el espionaje estadounidense a la gran presidenta europea en la sombra, Angela Merkel, pero hubo acuerdos, y sobre todo, declaraciones de intenciones no muy alentadoras.

El gran desafío de los Veintiocho se llama Unión Bancaria, un objetivo vital compartido en el fondo pero con demasiadas discrepancias en las formas entre ricos y pobres. Entre Alemania, sobre todo, y el resto. Entre quienes dudan de poner más dinero y quienes quieren recibir más. Pese a todo, se avanza. A ritmo europeo, pero se avanza.

Los otros dos grandes retos se llaman empleo juvenil y financiación de las pequeñas y medianas empresas, dos asuntos esenciales para el devenir económico español. En el primer caso, Madrid ha salido muy bien parada ya que recibirá 1.800 de los 6.000 millones que Bruselas inyectará en el sistema. Lo hará, eso sí, porque es el peor alumno de la clase con una tasa que supera el 50%.

La «decepción» de Rajoy llegó por las pymes. En junio, el Consejo Europeo acordó establecer diferentes mecanismos de ayuda para favorecer la financiación de este tipo de empresas apoyándose en el Banco Europeo de Inversiones (BEI) como eje vertebrador y sirviéndose de fondos estructurales de la Comisión a modo de garantías y avales. Los técnicos diseñaron tres fórmulas basados en una sencilla ecuación: a más dinero, más impacto en el mercado, en la economía real, en el empleo... Pero claro, también más riesgos.

Un plan difuminado

Y para sorpresa de muy pocos, Europea se decantó por la opción más conservadora, aquella que habla de generar en torno a 58.000 millones en préstamos y favorecer a 580.000 pymes. La opción se basa en ofrecer el 75 % de garantías y el 25 % de titulizaciones, destinándose 10.000 millones del presupuesto comunitario dedicado del Instrumento de Financiación del Riesgo Compartido (IFRC) y otros 420 de los programas Cosme y Horizon. La pretensión es que este mecanismo empiece a actuar a lo largo de 2014. El problema, además, es que se carece de fecha y objetivos concretos plasmados en un papel. Sólo hay retórica.

No era lo que esperaba España. Días antes, el ministro de Economía, Luis de Guindos, apostaba por la más ambiciosa, «la que más nos convence», apostilló. Se trata de un instrumento conjunto que permitiría la titulización tanto de carteras de préstamos a las pymes nuevas como las ya existentes centralizando los riesgos. Con esta fórmula, los 10.420 millones anteriores se traducirían en préstamos de hasta «100.000 millones» para beneficiar hasta a un millón de pymes, según el informe elaborado por el Banco Europeo de Inversiones y la Comisión. No obstante, también habría una tercera fórmula intermedia que habla de 65.000 millones y 650.000 empresas beneficiadas. Ni la una ni la otra. Demasiada ambición para un Consejo Europeo al que le sigue costando mirar al Viejo Continente como un todo en lugar de como un conjunto de gobiernos remisos a ceder soberanía.

Los problemas no quedan aquí. Quienes aceptaron la elección de la fórmula más conservadora como un mal menor vieron como en las conclusiones de la cumbre se difuminaba en exceso este plan sin la mención de fechas e incluyendo el compromiso de cambiar los reglamentos necesarios para que el BEI puede actuar en esta materia. De hecho, y a diferencia de los borradores iniciales, se hablaba de que el carácter de la medida es «voluntario» dejando a los países manos libres a la hora de poder cooperar o no.

Fondos de inversión

España, adelantó Rajoy, no se da por vencida y seguirá dando la batalla en los próximos meses. «Es necesario para la recuperación y así se lo he hecho ver a los socios», incidió. El Consejo Europeo del 19 y 20 de diciembre es una buena oportunidad para intentar remediar el escaso peso político del último acuerdo.

Si el presidente habló de asunto «fundamental» lo es, entre otras cosas, porque el 99,8% de las empresas radicadas en España son pymes de entre 0 y 289 asalariados, y porque la llamada «fragmentación del mercado» penaliza en exceso a las pymes españoles a la hora de pedir un préstamo en comparación con sus rivales del centro y norte europeos. Según los últimos datos del Banco Central Europeo, muy preocupado por este fenómeno, llegan a pagar un 77% más que una alemana y un 35% por encima de la medida de la zona euro. No por sus cualidades, sino por el riesgo de su país.

«Los tipos de interés responden mucho más a la prima de riesgo soberana que a los tipos de intervención del BCE», advierte el catedrático Joaquín Maudos en un reciente informe publicado por Funcas. Datos que constatan que ser pyme en Bélgica, Luxemburgo o Austria -ver gráfico adjunto- tiene menos quebraderos de cabeza que serlo en España e Italia. Lo de Portugal, Chipre o Grecia es ya caso aparte.

Y por si fuera poco, la patronal ha cifrado en torno al 70% el volumen de peticiones de crédito rechazados finalmente por las unas entidades financieras que no quieren asumir riesgos pese a tener a su disposición la barra libre instalada por la institución presidida por Mario Dragui. Prefieren el refugio de un valor seguro como la deuda soberana en lugar de apostar por empresas, autónomos y hogares, como desvela la última caída de 9,4% en la concesión de préstamos.

El Ejecutivo de Rajoy, a la espera de que Europa mueva ficha, ya ha comenzado a establecer mecanismos propios para intentar abrir el grifo del crédito. El ministro Luis de Guindos ha anunciado que antes de final de año habrá una ley financiera para que los fondos de inversión tengan «mayor flexibilidad y se conviertan en una fuente de financiación alternativa».

En España, sólo el 22% de la financiación de las pymes no es bancaria, frente al 55% de Francia o el 70% de Estados Unidos. El momento es clave y Rajoy, «decepcionado», no puede esperar de brazos cruzados a una Europa carente de la suficiente ambición.