PAN Y CIRCO

LA LÍNEA A SEGUIR

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Por suerte, por trabajo, he disfrutado de la ocasión de recorrerme la piel de toro, de conocer cerca de un centenar de estadios (incluyan esos campos de Dios) a lo largo y ancho de la península. En ellos habitan un sinfín de aficiones, cada una con un carácter diferente, marcando la personalidad de su equipo, de su club. Las exigentes de la élite contrastan con el ruido, a veces excesivamente apasionado y forofo, de las humildes. El frío hiela a muchos seguidores del norte (con loables excepciones como las del Molinón o San Mamés) y el calor impulsa a las ardientes del sur, con el cénit en las dos aceras de Sevilla y sin excluir a la cadista. Escenarios míticos como La Catedral, Camp Nou, Bernabéu o Calderón; donde, increíblemente, se practica el mismo deporte que en el Municipal de Arroyo, el del Lucena o el que próximamente nos encontraremos en la barriada malagueña de El Palo.

Han sido nueve años, y reflexionando puedo decir que en el lugar donde me sentí más cómodo, más querido y más apoyado, fue en ese coliseo que descansa a las faldas del Peñón de Gibraltar. Lo regenta un club hermano del Cádiz, con una afición centenaria que cambia los abucheos por las canciones, los insultos al rival por ánimos a sus futbolistas. Que deja las pipas a un lado para aplaudir no sólo los goles, sino las buenas jugadas, el carácter y el compromiso de los suyos. Que en los momentos críticos es un impulso y no una barrera.

Gracias a esa comunión, cada temporada logran que lo que antaño se catalogara como sorpresa, como revelación, ya sea una tradición. Una plausible tradición, ver a ese modesto equipo batiendo una y otra vez a los gallitos de la categoría.

Así es la Real Balompédica Linense, la Balona para los amigos. Este domingo visita Carranza, y será recibida como se merece.