El demócrata Bill de Blasio posa con su mujer, Chirlane McCray, su hijo Dante y su hija Chiara. :: SPENCER PLATT / AFP
MUNDO

Un izquierdista sin complejos para la Gran Manzana

El demócrata Bill de Blasio llega a la Alcaldía de Nueva York con «el deseo activista de mejorar la vida de la gente»

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Por primera vez en 12 años, Nueva York eligió a un nuevo alcalde y por primera vez en décadas se trata de un progresista convencido que no pide disculpas por ello. Bill de Blasio, de 52 años, llegó ayer a las urnas presumiendo de familia multirracial y sin remordimientos por su pasado prosandinista pero, sobre todo, con una impresionante ventaja sobre su rival de 40 puntos en las encuestas, que no ha variado desde que ganó de calle las primarias de su partido en septiembre.

«Bill de Blasio dice que no cree en las iglesias ni en Dios, ya que es un socialista de armario que ayudó a los sandinistas y se fue de luna de miel a Cuba», gritaba la víspera desde un altavoz Dany Esquilin por todo Harlem. El hombre de la furgoneta dijo a The New York Post, el único periódico local que ha apoyado al republicano Joe Lhota, que había mandado 30 furgonetas a difundir el mensaje por todos los barrios de Nueva York, donde se esperaba que ayer votaran poco más de un millón de personas, una participación baja debido a lo claro que estaba el resultado antes siquiera de abrir los colegios.

De Blasio y su familia no van a ninguna iglesia, ni él se educó en fe alguna, a pesar de que su madre era italiana y católica. «Tengo mi propia espiritualidad, que no toma la forma de ninguna religión en concreto», dijo el candidato a The New York Times. Con todo, el antiBloomberg critica a su predecesor por haber ignorado a los grupos religiosos, no tanto porque crea que deben involucrarse en la vida pública sino porque su pasado de activista le ha enseñado las ventajas de trabajar con las comunidades.

En la ciudad donde la construcción de un centro islámico cerca de la Zona Cero generó una oleada de protestas, De Blasio propone incluso incluir varias fiestas islámicas en el calendario oficial. El hecho de que ayer fuera elegido como alcalde a pesar de esas ideas ratifica lo que los periodistas vieron en las famosas protestas contra 'la mezquita de la Zona Cero': los incendiarios elementos de ultraderecha que gritaban en las manifestaciones llegaban en autobuses de Nueva Jersey y Pensilvania, blandiendo banderas estadounidenses.

Serían estos los que le habrían retirado inmediatamente el voto de haber escuchado al hombre de la furgoneta, pero lo que se ha grabado en la mente de los que viven en Nueva York es su discurso de las dos ciudades en las que las políticas del multimillonario Michael Bloomberg han aumentado las disparidades al moldear la Gran Manzana a su imagen y semejanza: una ciudad con 400.000 millonarios en la que el 46% de sus 8,2 millones de habitantes vive en el umbral de la pobreza. Ni siquiera Brooklyn, donde reside la familia De Blasio, es ya lo que era. Su esposa Chirlane se quejaba de que la guardería a la que llevó a sus hijos Chiara y Dante, que ahora tienen 18 y 16 años respectivamente, carece de la mezcla racial y económica de entonces, «que era lo guay», dijo a la revista The New York. «Había mamás asiáticas, negras y latinas, pero ese ya no es el caso. Le ha pasado como a las pequeñas tiendas. Es más blanca y más adinerada».

Impuestos para los ricos

De Blasio ha llegado a la Alcaldía con la promesa de subir los impuestos a los ricos para redistribuir el dinero en servicios a los pobres, algo que habitualmente pone en pie de guerra a los poderes fácticos. Por radical que suene para EE UU, la propuesta de De Blasio es tímida: gravar con un dólar (0,74 euros) a los que ganen más de medio millón al año para sufragar guarderías públicas gratuitas. Algo que tendrá que pasar por el Consejo Municipal, donde muchos de los que se sienten amenazados esperan que se queden todos los sueños del antiguo defensor Público, como se frenaron los de Barack Obama en el Congreso.

Pero a diferencia de éste, que veía a Ronald Reagan como uno de los mejores presidentes de EE UU, a los 26 años De Blasio estaba en Nicaragua entrevistando a médicos y campesinos para una organización llamada El Quijote. Con la revolución sandinista aprendió a luchar contra las desigualdades y hoy define su filosofía personal como «una parte Franklin Roosevelt, con el New Deal, parte democracia social europea y otra parte Teología de la Liberación», ha explicado. «Así veo el mundo».

Quiere un gabinete representativo de la diversidad neoyorquina, donde aumente la participación de las mujeres, al igual que la de los padres en las escuelas. Pretende impulsar los colegios públicos, en detrimento de los privados que subsidiaba el Ayuntamiento; revertir la recalificación urbana de Bloomberg para asegurar 200.000 viviendas asequibles; garantizar las bajas pagadas a los funcionarios del Ayuntamiento; eliminar los subsidios corporativos, y ampliar los programas de asistencia alimenticia a las clases más bajas. «Tengo el deseo de activista de mejorar la vida de la gente», ha dicho.

Pero lejos de ser un soñador utópico, quienes le conocen destacan su pragmatismo en temas ajenos a sus valores y le definen como un jugador táctico capaz de anticiparse seis movimientos en las partidas de ajedrez que acompañan las batallas políticas. De Blasio fue director estatal de la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992 y manager de la de Hillary Clinton al Senado. Sus hijos habían dormido en la Casa Blanca para cuando tenían 2 y 5 años. Tiene 16 años de experiencia municipal y su capacidad de diálogo es tan persuasiva que logró conquistar a su esposa, a pesar de que ésta era una lesbiana tan convencida que había escrito sobre ello en la revista Essence. Él decidió que quería esa fuerza en su vida, y con ella y la de la familia que han formado juntos piensa convertir Nueva York en el laboratorio de sus sueños sociales. El escaparate no podía ser mejor.