Economia

UNIÓN BANCARIA: AL FINAL GANA ALEMANIA... ¿Y ESPAÑA?

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El delantero inglés Gary Lineker dijo una vez que «el fútbol es un deporte simple: 22 hombres corren detrás de un balón y al final siempre gana Alemania». La verdad es que, viendo la evolución del conjunto de iniciativas que conforman la unión bancaria, no he podido dejar de recordar esa frase.

Desde un primer momento, se entendió que una auténtica unión bancaria estaría compuesta por tres elementos (o pilares): un mecanismo único de supervisión, un mecanismo europeo de resolución y un esquema común de garantía de depósitos. El primer paso hacia la supervisión única se dio en julio de 2012 cuando en un contexto realmente dramático (una situación de fragmentación financiera incompatible con una moneda única) Italia y España, con el claro respaldo de la Comisión Europea y, menos evidentemente, de Francia, lograron un compromiso histórico: el compromiso político de avanzar en la construcción de un mecanismo único de supervisión bancaria europea. Ese acuerdo político incluía el mandato a la Comisión Europea para que elaborase los instrumentos normativos necesarios para construir el mecanismo, como así lo hizo en septiembre de 2012. El compromiso incluyó también algo muy importante para los países del sur de Europa, entre ellos, España: la posibilidad de una recapitalización directa de sus bancos, condicionada al establecimiento efectivo de la supervisión bancaria única. Ese era el trato.

Lo cierto es que desde el comienzo la iniciativa tuvo dos grandes obstáculos: la imposibilidad jurídica de extenderla más allá de la eurozona, de modo que un sector financiero tan importante como el británico quedaría fuera de su alcance, y las posiciones alemanas sobre algunos de los elementos esenciales de la propuesta, que terminaron transformándola completamente. Así, desde las ambiciosas propuestas iniciales de la Comisión Europea, que hubieran supuesto incluir en el ámbito del nuevo mecanismo de supervisión bancaria a más de 6.000 bancos de la eurozona, se pasó en diciembre de 2012 a un alcance mucho más limitado: los 130 bancos finalmente incluidos en la lista provisional que publicó el BCE el pasado 22 de octubre.

Por otra parte, también se aceptó la petición alemana de que las áreas del BCE respectivamente dedicadas a la política monetaria y la supervisión se mantuvieran absolutamente separadas. Sin embargo, el ámbito en que las posiciones alemanas (entre otras) han terminado siendo más relevantes ha sido el de la creación de un mecanismo de resolución bancaria único en Europa. La propuesta presentada en septiembre por la Comisión a fin de hacerlo posible no fue aceptada por los Estados y, singularmente, por Alemania, esgrimiendo distintos argumentos (algunos de ellos muy relevantes) que, sin embargo, no fueron capaces de proponer una fórmula alternativa realmente «europea». Así, y a pesar de los reiterados llamamientos del presidente del BCE para que ello no ocurriera, la supervisión bancaria única no nacerá acompañada de un mecanismo único de resolución ni, sobre todo, de un fondo europeo que pudiera servir para financiar la resolución de las crisis de, al menos, los bancos integrados en el nuevo mecanismo de supervisión europea. Lo que tendremos es un mecanismo de coordinación de autoridades nacionales de resolución y fondos también nacionales.

Siendo así, y al depender la resolución de la capacidad de los Estados, la unión bancaria que nacerá en noviembre del año que viene podría no ser suficiente para romper el vínculo entre deuda soberana y balances bancarios. Además, finalmente tampoco parece haberse logrado la recapitalización directa de los bancos, auténtica aspiración de quienes postularon la creación de la unión bancaria, con lo que podría entenderse incumplido el acuerdo político alcanzado el año pasado: supervisión única a cambio de recapitalización directa.

¿Ha valido entonces la pena ceder al BCE la supervisión de la práctica totalidad del sector financiero español? Mi respuesta es, sin duda, afirmativa. La unión bancaria es un paso en la buena dirección y la supervisión única será favorable para los bancos españoles, aunque supondrá un gran esfuerzo de adaptación. Pero, en todo caso, lo importante es recordar que hace poco más de un año, España estaba en una situación en la que los mercados no parecían reconocer otra opción que un rescate total o nuestra salida del euro y hoy todo eso ha quedado atrás. Hay que celebrar el acierto en las decisiones que se han ido tomando y la estrategia del Gobierno de limitar el apoyo europeo a la recapitalización de entidades en dificultades. Al final, sin duda, también ha ganado España.