McEwan describe la relación entre espionaje y cultura
BARCELONA. Actualizado: GuardarIan McEwan, escritor británico traducido a una decena de idiomas, acaba de entregar a la imprenta una novela de espionaje que se burla un tanto de los lugares comunes del género. McEwan ahonda en el extraño maridaje que se produjo en la Guerra Fría entre servicios secretos y el mundo de la cultura. En 'Operación Dulce' (Anagrama), el prosista ubica la acción a finales de los años 70, en un Londres conflictivo, azotado por las huelgas mineras, el terrorismo del IRA y los continuos estados de excepción. Por esos tiempos, «la CIA dedicó ingentes cantidades de dinero para difundir la cultura occidental, para convencer a los intelectuales de que Occidente era la mejor opción», dice el escritor.
La novela cuenta la historia de Serena Frome, reclutada en Cambridge por el MI5, el servicio de inteligencia británico. La tarea que se le encomienda es crear una fundación para ayudar a escritores con un futuro prometedor, si bien la auténtica finalidad es propagar en el Reino Unido el sentimiento anticomunista. El problema reside en que la mujer acaba enamorándose del joven escritor Tom Healy, a quien no sabe si revelarle la verdad.
Las simpatías que afloraron en Occidente hacia el bloque del Este se esfumaron con la represión de la primavera de Praga. No obstante, la CIA estaba persuadida de que el enemigo persistía y se encarnaba en la propia izquierda demócrata, que en su afán por alcanzar una sociedad igualitaria se miraba en el espejo de la URSS.
Pese a los problemas de aquellos años, la vida social era por entonces fecunda. El movimiento feminista estaba en todo su esplendor y florecían las iniciativas en favor del medio ambiente. En esas fechas empezaban a publicar Martin Amis, Salman Rushdie y el propio McEwan.