EE UU y Pakistán, unidos y enfrentados por los drones
Las autoridades de Islamabad condenan en público el aumento de ataques con aviones no tripulados pero en privado lo consienten
Actualizado: GuardarLas autoridades de Pakistán denuncian una y otra vez los ataques de aviones no tripulados de EE UU al norte del país. El primer ministro, Nawaz Sharif, planteó «el tema de los drones» a Barack Obama en su reciente viaje a Washington para recalcar «la necesidad de que estos ataques lleguen a su fin». Una petición con la boca pequeña ya que, según informó 'The Washington Post' coincidiendo con la gira americana del mandatario punjabí, en muchos casos hubo «un acuerdo secreto entre ambos países» para llevar a cabo las operaciones. El periódico basa su información en documentos diplomáticos y papeles secretos de la CIA en las que se describen al menos 65 incursiones entre los años 2007 y 2011 de las que el Gobierno de Islamabad fue informado con detalle.
Desde la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca se ha disparado el uso de este tipo de aviones en la zona fronteriza que une Afganistán y Pakistán en la que, según las agencias de inteligencia, se encontrarían los líderes más importantes de la insurgencia. A lo largo de este año se han registrado 21 ataques que han costado la vida a 132 personas, según explicó la Fundación New America. Las cifras están muy por debajo de las contabilizadas en 2010, cuando se produjeron al menos 900 muertos. Aun así, el organismo mantiene a los drones como el arma más mortífera de EE UU en la región.
Mientras el Ejército americano cerró su guerra en Irak y ultima el repliegue en Afganistán, se refuerza la presencia de aeronaves UAV (siglas en inglés de vehículo aéreo no tripulado) sobre el terreno. Aviones dirigidos desde bases remotas en EE UU a golpe de joystick, como si de un videojuego se tratara, y que nacieron con el objetivo de espiar desde el aire. Sólo precisan de un número menor de efectivos sobre el terreno para las maniobras de despegue y aterrizaje, y ahora también para armarlos con misiles.
Islamabad es un aliado indispensable para el repliegue afgano. Las autoridades de Pakistán siempre han jugado con el cierre de los pasos fronterizos como medida de presión a la OTAN, pero el último viaje de Sharif a EE UU parece haber zanjado también la crisis abierta por la operación de las fuerzas especiales norteamericanas que en 2011 costó la vida a Osama bin Laden en Abbottabad, a menos de tres horas en coche de la capital. Ambos países han retomado el «diálogo estratégico», según la Casa Blanca, y la primera consecuencia fue la decisión de Washington de reiniciar el envío de ayuda económica para asistencia militar y humanitaria a su socio en la lucha contra el terrorismo. Una ayuda cifrada en 1.600 millones de dólares (1.159 millones de euros al cambio) y que las voces más críticas ven como un dinero para permitir el uso de drones.
Daños colaterales
Los paquistaníes centran sus protestas en el alto número de bajas colaterales provocadas por estas operaciones. Según informes militares de EE UU, podrían rondar «cerca del 10% del número total de las víctimas», aunque resulta muy complicado certificarlo debido a que no hay presencia ni americana, ni del Ejército de Islamabad sobre el terreno después de cada ataque. La Fundación New America, basándose en las informaciones de diarios locales y extranjeros con presencia en la zona, cifra las bajas «entre 2.065 y 3.404», de ellos «aproximadamente» la décima parte serían civiles, lo que confirmaría las estimaciones de los soldados.
Respecto a la polémica surgida sobre la violación de un espacio aéreo ajeno, el Departamento de Estado de EE UU argumenta que se trata de acciones de «defensa propia» enmarcadas en la lucha abierta desde los ataques del 11-S en Nueva York. Un argumento similar al esgrimido tras la muerte de Bin Laden o la reciente captura en Trípoli de Abu Anas al-Liby, líder de Al-Qaida vinculado con los atentados de 1998 contra las Embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania. Junto a Pakistán, Yemen se ha convertido en el segundo escenario donde el Pentágono mantiene un despliegue de drones importante para proseguir con la «guerra contra el terror» lanzada por George Bush y que ahora lidera Obama.