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«Las penas y las alegrías vienen juntas y nos enseñan a vivir»

Concha Velasco regala sonrisas en el homenaje que le brinda el FIT, en un día marcado por las pérdidas de sus amigos Manolo Escobar y Amparo Soler Leal

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Le hubiera gustado «ponerse monísima», lucir colores en su ropa, bajar las escaleras del hotel radiante, plena, ociosa. Salir a la calle, a perderse por Cádiz y disfrutar hasta el límite de su día. «El reconocimiento del FIT no es un premio más, significa que tengo el favor del público y de la crítica», aduce. Un año de espera. Jugueteaba en su imaginación con una semana de felicidad. Hace unas jornadas, en casa, le entregaban la Espiga de Oro del Festival de Valladolid junto a José Sacristán y en su regreso a la capital gaditana tenía dos citas importantes. La del Falla, con su papel soberbio de 'Hécuba' y la de ayer, en el Ayuntamiento, acompañada de toda la familia de la escena iberoamericana. La eterna chica ye-yé deseaba posar como otras galardonadas por el festival como Nuria Espert y Ana Belén, «no es éste un premio cualquiera», insiste. Pero, el destino, a veces, no atiende a los deseos. «Las penas y las alegrías viene juntas», se repite. Lo dice por primera vez en el hotel, donde, haciendo gala de una profesionalidad intachable, atiende a los medios de comunicación para rendir tributo a su querido amigo Manolo Escobar, fallecido el jueves. Se ha dejado los tonos vivos en la habitación. El negro es su color. Otra mala noticia. Nueva pérdida. Amparo Soler Leal, con quien compartió hogar y varias películas, entre otras 'París Tombuctú', también se ha ido. «Nunca me voy a olvidar de Cádiz, venía para recibir un premio y me he encontrado con uno de los dolores más grandes de mi vida», reacciona nada más conocer por los periodistas la muerte de su amiga, «una mujer maravillosa, sensible y cariñosa». La mañana transcurre entre emociones. Ahora tocan las que recomponen el alma. Es hora de vestir la sonrisa. Las penas y alegrías vienen juntas y «nos enseñan a vivir».

El acto, a ritmo de 'La chica ye-yé'

El Salón de Plenos del Ayuntamiento, completo. La sorpresa, preparada. Cía. La Moraíta anima a todo el público a cantar y bailar 'La chica ye-yé'. Concha es la primera en levantarse de su butaca. «Me ha hecho olvidar por un rato las desgracias», dice poco después. Esto se parece más a un feliz homenaje, a una fecha para recordar. La primera en agradecer la presencia de la presentadora de 'Cine de barrio' es la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez. «Concha Velasco es una valiente, una mujer de su tiempo, trabajadora y arriesgada. Un ejemplo para su generación, pero también para los más jóvenes. Es muy importante tener a personas como ella de referente porque nos ayuda a ser mejores personas. Te admiramos como mujer y como actriz», le dice.

Quien pusiera rostro a Santa Teresa de Jesús es una «mujer valiente y decidida frente a todas las dificultades», continúa Jesús Cimarro, productor teatral con el que Velasco se ha embarcado en varios proyectos. Uno de los más placenteros ha sido recuperar 'Hécuba', la tragedia de Eurípides. «Permítanme decirles que Concha es por encima de todo y por obra y gracia de la escena una gran dama del teatro», explica Cimarro. «¿Sabes? ¡Cuánto me alegro de compartir contigo la locura de creer en lo que algunos tachan de imposible! A pesar de la recesión, del Ivazo, de la situación perenne de la cultura», cuenta el productor, que pide también que algún día se ponga en relieve el feminismo de la intérprete vallisoletana. «Se le habrá de reconocer a Concha en la magnitud correspondiente su defensa de la voz femenina, que aunque sólo ella podría contarlo, también cuando pudo, como todos, rechazó papeles que, en su caso, hacían un flaco favor a la realidad de la mujer», apunta Cimarro. El también director del Teatro Bellas Artes y el Teatro La Latina de Madrid termina agradeciéndole a la actriz la mejor de las lecciones que ésta puede ofrecer. «Lo que me haces sentir es que nos queda a todos los que formamos parte del teatro, toda una vida por delante. para crear y soñar».

Vuelve el nudo en la garganta, que rápidamente se deshace con el baile y la entrega de obsequios: una diosa Gades de Vasallo y un exclusivo abanico de Toni Carbonell. Es el turno de la Velasco. Hace un año que se le espera. «No pude venir porque estaba trabajando en el musical 'Yo lo que quiero es bailar', un espectáculo en el que contaba mi vida, bueno, lo que yo quería contar», bromea nada más empezar su discurso. Los primeros guiños son para su madre, «que con 4 años ya me ponía a jugar a aprender hablar bien», y los compañeros fallecidos. «Mi madre estará al lado de Manolo y Amparo, y de mi padre, el militar, que no quería que fuera artista pero que acabó claudicando». Desde muy pequeña tuvo claro que iba a vivir de la actuación, por eso «sólo nombro a los que me han llamado para ofrecerme trabajo, a los que me han dado de comer, y no a los que no han confiado en mí. Este premio me lo dan porque soy buena actriz y no porque le caiga bien a la alcaldesa», subraya. Como su anciana Hécuba, Concha Velasco dice ser capaz ahora de sacar los ojos a quienes critiquen el cine español. «Siempre he tenido ganas de que me reconozcan. Antes nuestro cine estaba denostado, pero más quisieran muchos hacer esas películas con esos directores».

Y habla de su vida, de su otro trabajo: ser madre y abuela, una señora que deja a la heroína en el escenario y se convierte en una mujer más «normal y corriente». «Los actores somos como una caja vacía que vamos llenando con nuestros personajes. La mía está desbordada, pero pienso seguir así, en el escenario». En esa caja hay recuerdos con Manolo Escobar y Amparo Soler Leal. A quienes dedica este ya histórico homenaje del FIT -cuya 28ª edición acaba hoy-. «Una vez más piso el Falla -por el jueves- y lo hago con una gran pena y una inmensa alegría. Las penas y las alegrías nos enseñan a vivir. Gracias».