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Ombligos

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El último pintor del cuatrocciento italiano fue Sandro Boticelli. Imbuido en el aperturismo que supuso el alejamiento de lo eclesiástico no pudo renegar de la tutela de la iglesia más pomposa. Su mecenas fue el Papa Sixto IV, promotor de la Capilla Sixtina. Cuando el afamado pintor entregó su obra 'Adán y Eva' el revuelo inundó los pasillos episcopales. ¡Los había pintado con ombligo! Tremendo error bíblico e histórico, ya que nuestros progenitores no habían nacido de mujer y por lo tanto no podían lucir esa cicatriz que nos condena de por vida a pesar de estar perdonados del pecado original.

El ombligo es el centro de nuestra existencia. Por él y para él el sentido de la vida adquiere su máxima magnitud. ¿Se imaginan sin ombligo? Un vientre plano u orondo, pero sin esa cicatriz original que nos unió a nuestra madre. Sin esa oquedad más o menos visible en la que distraer nuestro más reivindicativo ego.

Hay ombligos alargados, redondos, hacia adentro, socavados, bonitos, feos, circunstanciales e incluso cariñosos. Los hay para perderse en ellos y algunos para olvidarlos. Algunos están limpios como patenas y otros tienen hasta pelusas. Pero los más raros son aquellos en los que se centra toda la presencia de su poseedor y de las personas que lo rodean. Son los llamados existenciales. Sin ellos la vida del resto de los mortales es una mera anécdota sin merecimiento de reparar en ella. Algunos son tan cutres y casposos que sólo piensan que son únicos. Por algún casual te puedes encontrar con otros abiertos, dadivosos, generosos y dispuestos a compartir su vientre. La mayoría no entienden de colores, ni de piel, ni de ideologías políticas. La religión no se mete con ellos. Da igual que crean en la parquedad del monoteísmo, que sean tan abiertos que su cielo este cubierto por miles de dioses y de creencias exotéricas, como que sean ateos o agnósticos practicantes, todos están centrados. Los hay viciosos del regodeo. Los hay abstemios y no fumadores, no aficionados al fútbol y sin perversiones libertinas reconocidas, pero si he de deciros la verdad esos no son de fiar. Algunos son cortos de miras, no entienden de derribar barreras y allanar fronteras, y ni si quiera se les pasa por la imaginación que lo importante es siempre sumar entre todos y no creerse que el bien común es sólo lo que puede interesar a unos pocos. Los hay tan manipuladores y tergiversadores que pretenden reescribir la historia, aportando datos cuando menos dudosos. Agazapados, oportunistas, independentistas, secesionistas, separatistas, aprovechados, cismáticos, todos ellos con la única finalidad de ser el ombligo del mundo. Los que ponen la guinda a todas las variedades de ombligos son los catalanes. Son únicos.