Sociedad

Higgs, el científico y el hombre

Se muestra sarcástico y sorprendido por su fama, insospechada para un hombre cuyas teorías suscitaron al principio el escepticismo El Nobel de este año hace una excepción a su proverbial mutismo y habla para los lectores de XLSemanal

MADRID. Actualizado: Guardar
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Peter Higgs es tan esquivo como la partícula a la que da nombre. El ganador del Premio Nobel de Física, junto a François Englert, no es amigo de la prensa. Sin embargo, este físico teórico ha dejado a un margen su inveterado recelo hacia los informadores y ha concedido una entrevista en exclusiva a XLSemanal. Los lectores del semanario podrán encontrarse este domingo con el padre de una teoría, la del bosón de Higgs, que sorprendió en su día a la comunidad científica y que causó no pocas resistencias entre sus colegas, incrédulos ante una tesis osada.

La Academia Sueca de Ciencias reconoció la semana pasada a los padres de una teoría que permite comprender por qué las partículas subatómicas tienen masa, lo cual es clave para entender el universo.

En la entrevista, realizada por Fernando Goitia, Higgs se muestra bienhumorado y a la vez sorprendido por el interés que de pronto ha suscitado su persona. Acostumbrado a pasar desapercibido, Higgs no se hace a la idea de que ahora es toda una notoriedad. El científico recibió a los periodistas en el salón Kelvin de la Royal Society de Edimburgo, la misma casa de la que eran miembros de Adam Smith o Benjamin Franklin.

A sus 84 años, cuando aún le requieren para disertar de la partícula de la que habló por primera vez en 1964, el físico conserva toda su lucidez e inteligencia para recrear aquellos años en que concibió una teoría que se antoja todo un rompecabezas. Pese a su espíritu animoso, el físico británico ya ha anunciado que piensa retirarse el próximo año de la labor investigadora. Desde que la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) realizara el año pasado un experimento que confirmaba lo que hasta entonces se movía en el campo teórico, Peter Higgs no ha parado de impartir conferencias. Antes se complacía con una vida sosegada y plácida, algo que quiere recuperar. Aunque ha atraído todas las miradas, su audaz teoría fue formulada casi al mismo tiempo por otros científicos, como el laureado Englert y el ya fallecido Robert Brout. Al desarrollo de su hallazgo contribuyeron de forma decisiva el equipo de Tom Kibble, Gerald Guralnik y Carl Richard Hagen. En sus alocuciones Higgs nunca se olvida de nombrarlos.

Esta prueba de modestia no es nueva en él. Es un hombre que en 1999 rechazó que el Gobierno británico le nombrara Caballero porque consideraba que era un honor prematuro.

Amante de la música de Bach y Händel y frecuentador de museos, conciertos y teatros, utiliza siempre que puede el autobús para desplazarse y gusta de estar informado de los lugares que visita, también de sus conflictos y problemas. Higgs ha contado alguna vez que se le ocurrió su teoría cuando paseaba por los montes Cairngorms, en su querida Escocia, en 1964. Tuvo que pasar casi medio siglo para que gracias al Gran Colisionador de Hadrones (LHC), el acelerador de partículas más potente que ha construido el ser humano, se corroborara la validez de los planteamientos de Higgs, Englert y compañía. Ahora recibe media docena de invitaciones cada día para explicar su descubrimiento ante audiencias de personas doctas y curiosas que le idolatran. Pero antes tuvo que pasar lo suyo.

Su teoría fue recibida con escepticismo y hasta con frialdad. Y eso que Peter Higgs apuntaló sus ideas en cálculos matemáticos con los que vencer la desconfianza de los más recalcitrantes.

A Higgs no le gusta que su hallazgo haya sido bautizado con el título de la 'partícula de Dios'. Él es un hombre de ciencia, un hombre entregado a la mecánica cuántica y poco dado a misticismos. Todo se debe a una carambola. Leon Lederman -premio Nobel de Física en 1988 por su trabajo sobre los neutrinos- escribió un libro en que se refería al bosón como la «partícula maldita». A los editores les asustó el atrevimiento y postularon una denominación que hizo fortuna: «la partícula de Dios».

Si bien Higgs siempre fue un alumno que descollaba en la escuela, el interés por la física le llegó de forma tardía. Fue Paul Dirac, padre de la mecánica cuántica moderna, quien le inoculó la pasión por la física teórica. Consiguió su doctorado en 1954 en el King's College de Londres con una tesis que llevaba por título 'Algunos problemas en la teoría de las vibraciones moleculares'. Entonces jamás hubiera imaginado que se convertiría en una estrella del firmamento científico.