Cabizbajos
Actualizado: GuardarResulta penoso decirlo, pero lo que no consiguieron los grandes tiranos de la Historia, siempre sujetos al cambiante signo de las batallas, al albur de las conspiraciones y a los azares dinásticos, lo están logrando aquellos que dicen trabajar en pos de la libertad humana y del progreso.
Según las últimas estadísticas de agosto de este mismo año, la aplicación de mensajería WhatsApp (en adelante wasap) contaba con 300 millones de usuarios, o sea, de afectados por esa extraña forma de virus llegada desde Silicon Valley que obliga a las personas a permanecer la mayor parte del día con la cabeza gacha y la vista pegada a su móvil. Se nos está vendiendo como forma gratuita e instantánea de comunicación lo que en realidad es una variante blanda de tiranía sobre la humanidad cabizbaja.
Aunque personalmente creo ser inmune a ese maldito virus que, además de afectar al cuello, ataca a la inteligencia, vivo con preocupación el verlo instalado ya en mi propia casa. He tomado la determinación de proceder a la retirada preventiva del teléfono móvil a mis hijos cuando menos durante su tiempo de estudio. En mis clases tengo que estar siempre alerta, pues en cuando bajo la guardia ya están mis alumnos más atentos a los divertidos mensajes multiplataforma que a mis tediosas palabras. Y si entras en un bar, o te sientas a tomar algo en una terraza, te verás de inmediato rodeado de un ejército de seres cabizbajos que ya no hablan entre ellos, sino que atienden a los requerimientos incesantes del wasap. Este verano me acerqué a la mesa de una terraza donde estaban dos amigos. Observé que mantenían sus cuellos doblados hacia sus respectivos teléfonos móviles mientras reían. Al interesarme por el origen de aquello que les resultaba tan divertido, me confesaron que se trataba de la conversación que estaban manteniendo entre ellos por medio del satélite. De locos.
¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? Los angustiosos interrogantes de Rubén, que suena hoy tan pasados de moda, quizás deban ser reeditados frente a esa brutal invasión que se nos está viniendo encima, con tantos millones de seres humanos esclavos de la última perversión de las nuevas tecnologías, hablando sin mirarse a los ojos, sino a través del pantalla táctil del teléfono móvil como espuria forma de caricia.