Juan el bobo
Actualizado: GuardarDe chico, Juan no era bobo porque la estupidez necesita su tiempo. Era un crío como otro cualquiera. Ni partía la pana, ni era el más 'pringao' del cole. Sabía un huevo de fútbol y no remataba mal de cabeza, con lo que los matones le daban cuartel. Se crió en un colegio medio y en un barrio medio, en una casa media en la que no faltaba la comida, pero no se relamían con las miniardeces culturales de otros pijos de su clase. Ni se iba a la ópera, ni se leía un libro más allá de aquellos troncos que le mandaban en el cole.
De todo aquello sólo recuerda ese de la ballena blanca, que siempre creyó que era del Madrid y la peste de las tripas sobre las cubiertas de los barcos. Eso fue, probablemente, lo único que se quedó de las letras. La literatura era un coñazo, igual que las matemáticas y de la historia. No recordaba haber dado historia.
Cada día, la profesora de lengua le recordaba que uno es lo que lee, pero no le hizo caso. Cuando salió del colegio y consiguió su curro de comercial y su nómina, nunca tomó otro libro. Ni aquel del pelotón de fusilamiento que iba a matar al coronel y no sé qué del hielo, ni aquellos divertidos que le recomendaban los amigos de un tal Mendoza, ni los de caza de Delibes, ni los de fútbol. Y eso que si había algo que le gustaba a Juan eran la caza y el fútbol. Pero prefería ser el que se reía cuando hablaba de novelas algún pisaverde que aterrizaba de cuando en cuando en el bar.
¿Novelas? Tonterías. ¿Para qué contar chorradas si no habían pasado nunca, ni iban a pasar? Lo importante era el partido de fútbol, la veda y la cerveza. La realidad. La, le, li, lo lu. Sabía leer y escribir, pero esas espumas literarias eran cosas para otro tipo de gente. Juan era un bobo en la manada de un país en el que se celebraba la ignorancia. Pero no lo sabía. Ahora un estudio le ha recordado que no entiende lo que lee, ni siquiera las recetas de los medicamentos. En estos momentos anda por ahí quejándose del sistema educativo.