Alice Munro, un Nobel de cuento
La Academia sueca reconoce la «armoniosa» maestría de la gran narradora canadiense para relatar vidas sencillas y anónimas
MADRID. Actualizado: GuardarAlice Munro anuncia a menudo que tira la toalla, que deja de escribir esos magníficos relatos de gente común y con problemas, madres e hijas a menudo, mujeres valientes y decididas. Pero no cumple su promesa. La Academia sueca se lo agradeció ayer otorgándole el Nobel de Literatura, el primero para Canadá. Peter Englund, secretario permanente de la Academia, la reconocía como «maestra del relato breve». Elogió el «armonioso estilo de una sutil narración caracterizada por la claridad y el realismo psicológico».
Munro es la decimotercera mujer que gana el Nobel de Literatura, una escasez de féminas «atroz» para esta gran dama del relato que cierra la magra lista que abrió la sueca Selman Lagerloff en 1909. El suyo es también el primer Nobel para alguien consagrado casi en exclusiva al cuento, género nunca reconocido en sus 112 años de historia. El premio a Munro restablece, para muchos, la sensatez en el seno de la Academia sueca, capaz, al fin, de escribir un cuento feliz con una elección incontestable. Dotado con 8 millones de coronas suecas -915.000 euros- Munro lo recibirá de manos del rey de Suecia en Estocolmo el próximo 10 de diciembre, aniversario de la muerte del industrial y filántropo sueco Alfred Nobel.
Nacida en Wingham, Ontario, el 10 de julio de 1931, Alice Munro ha escalado sin proponérselo a la cumbre de la lengua inglesa. Tanto, que es conocida como 'la Chéjov de Canadá' por su extraordinario dominio del relato corto. Como en los cuentos del maestro ruso, los suyos no dejan ver jamás el armazón de su genialidad, con una sencillez solo aparente, sostenida en frases precisas y un acerado sentido critico sin juicios morales.
Hija de una profesora y un granjero presbiteriano, comenzó Periodismo y Filología, pero abandonó los estudios al casarse en 1951. Madre de tres hijas, abrió con su marido, James Munro, una librería en Victoria. Escribía en secreto en el cuatro de la plancha mientras cuidaba de su casa y su familia. Divorciada en 1972, se casó cuatro años después con Gerald Fremlin. Mantuvo Munro como apellido literario y hoy, enferma de cáncer, lleva una vida reservada al margen de los cenáculos literarios entre Clinton, en su Ontario natal, y Comox, en la Columbia Británica.
Vocación tardía
Publicó escritos de juventud en revistas y escribió relatos para la radio pública canadiense, su trampolín. Su primer libro de cuentos, 'Dance of the Happy Shades', apareció en 1968, cerca de los 40 años. Bien recibido en Canadá, insistió con 'La vida de las mujeres' (1971), su única novela entre una docena de volúmenes de relatos con títulos como 'El progreso del amor' (1986), 'Las lunas de Júpiter' (1982), 'Amistad de juventud' (1990), 'Secretos a voces' (1994), 'El amor de una mujer generosa' (1998), 'Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio' (2001), 'Escapada' (2004), 'La vista desde Castle Rock' (2008), 'Demasiada felicidad' (2009) -aparacido tras anunciar su definitivo retiro- y 'Mi vida querida' (2012), editados en España por RBA y Lumen.
Sus cuentos abordan las relaciones humanas bajo el prisma de la vida cotidiana. Transcurren en rincones de la Canadá rural, con personajes que afrontan situaciones decisivas. Gente de a pie que lucha por una existencia decente en una sociedad «que genera a menudo relaciones tensas y conflictos morales, anclados en las diferencias generacionales o de proyectos de vida contradictorios», según recordó la Academia. Un crítico canadiense apuntó que Munro «inventa la realidad» pero para ella, «la vida de la gente es suficientemente interesante si consigues captarla tal cual es, monótona, sencilla, increíble, insondable».
Continuadora de la tradición de geniales narradoras de cuentos como Katherine Anne Porter, Flannery O'Connor, Carson McCullers y Eudora Welty, la relación entre madres e hijas es crucial en sus relatos. Fruto de la importancia para Munro de su madre y de las muchas mujeres construyeron su universo narrativo. «Escribe sobre mujeres y para mujeres, pero no está demonizada por los hombres», advirtió el crítico Davil Homel. Para la escritora española Elvira Lindo, la de Munro es «una escritura engañosa en su sencillez, bella y extraña, que exige entrega en la lectura y, a menudo, una relectura para entenderla más hondamente»