Apuntes

Picardo y la antología del disparate

Las palabras del primer ministro de Gibraltar en la sede de la ONU mancillan la sensatez, el escenario en el que las pronunció y su condición de dirigente

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Se ha quedado sin justificaciones, ha cruzado todas las fronteras. Ha superado cualquier límite y carece de excusas. Incluso en el generoso supuesto de conceder un margen al exceso en un debate en el que entran en juego los sentimientos patrióticos, nacionalistas o localistas hay una barrera que Fabian Picardo ha hecho saltar por los aires. El primer ministro de Gibraltar habló ayer en la sede de Naciones Unidas de un acoso a la colonia por parte de España en el que incluyó disparos a «ciudadanos inocentes», casas quemadas, persecuciones y acosos propios de una película norteamericana de acción. El disparate ha sido tan antológico, el exceso ha sido tan brutal, que ha conseguido lo nunca visto hasta ahora en la enésima polémica diplomática con Gibraltar: poner de acuerdo a todos los partidos políticos españoles y hacer que se lleven, de forma unánime, las manos a la cabeza. El discurso de Picardo sería para ser tomado a chufla de no ser por el escenario. El mandatario gibraltareño mancilló con sus sandeces un escenario en el que se han debatido algunas de las tragedias recientes más dolorosas de la humanidad.

La intervención del mandatario llanito es también un insulto a la inteligencia, la de sus propios conciudadanos a los que debe representar, y un desprestigio para todos los dirigentes políticos. Si una persona que se maneja así es capaz de llegar a dirigir un gobierno, por pequeño que sea, es para salir corriendo del planeta.

Sólo cabe esperar que los oyentes independientes tengan más luces que el orador para pedir pruebas, tratar de contrastar tamañas acusaciones y llegar a la conclusión de que, simplemente, pronunció un sarta de estupideces.