El primer ministro libio, Ali Zeidan, ayer, antes de ofrecer una rueda de prensa. :: ISMAIL ZITOUNY / REUTERS
MUNDO

Las milicias muestran quién manda en Libia

El secuestro durante seis horas del primer ministro por el grupo que se ocupa de la seguridad de la capital revela el caos del país

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«Sólo con un Ejército y una Policía puede existir un Estado». Ésta fue la conclusión de Alí Zeidán, primer ministro libio, después del secuestro exprés que sufrió a manos de una de las múltiples milicias que imponen su ley en el país tras la caída de Muamar Gadafi. Pasadas las tres de la mañana del jueves, quince vehículos todoterreno aparcaron frente al lujoso hotel Corintia de Trípoli y un grupo de hombres armados sacó al primer ministro de su habitación para trasladarlo a un lugar desconocido.

Sus guardaespaldas no ofrecieron resistencia alguna e incluso se tomaron imágenes del momento en el que un Zeidán recién llegado de un viaje oficial a Marruecos, con camisa gris y rostro asustado, salía del establecimiento en el que viven diplomáticos y altos funcionarios del Ejecutivo. En teoría, el Corintia es uno de los lugares más seguros de la capital libia.

Así empezó una breve historia que el Gobierno calificó de «secuestro» pero la milicia responsable prefirió denominar «detención», en una jornada marcada por la confusión y que refleja el estado actual de un país sin un verdadero Gobierno.

La captura del primer ministro fue una especie de minigolpe de Estado contra un dirigente que la próxima semana cumplirá un año en el cargo -tomó posesión sólo unas semanas después del asalto al consulado estadounidense en Bengasi que costó la vida al embajador Chris Stevens- y que ha sido incapaz de regularizar la situación de los milicianos que lucharon contra Gadafi y que ahora se resisten a entregar las armas.

Zeidán carece de autoridad en las calles pero tampoco manda en su propio Gabinete, ya que 'La Sala de los Revolucionarios Libios', la milicia que reivindicó la acción de ayer, opera bajo el paraguas de los ministerios de Defensa e Interior, que asignaron a este grupo la seguridad de la capital.

«Los libios necesitan sentido común, no una escalada de violencia, para afrontar esta situación», señaló el jefe del Ejecutivo, visiblemente fatigado, durante su primera intervención después de ser liberado, en la que agradeció la mediación de los «verdaderos revolucionarios» en su rescate. Zeidán subrayó que lo ocurrido responde a «disputas políticas internas, los extranjeros no son el blanco de ellas», en un intento de tranquilizar a diplomáticos, residentes de origen foráneo y empresarios con intereses en este país norteafricano, que obtiene el 99% de sus ingresos de la exportación de productos petroquímicos.

Las palabras de Kerry

«Arrestamos a Zeidán después de que (el secretario de Estado de EE UU) John Kerry reconociera que el Gobierno libio estaba al corriente de la detención de Nazih Al Ragye», en alusión al presunto miembro de Al-Qaida, cuyo nombre de guerra es Abu Anas Al-Liby, al que las fuerzas especiales de Estados Unidos capturaron en Trípoli el sábado, aseguró un portavoz de 'La Sala de los Revolucionarios Libios' a la agencia Reuters. Los paramilitares dijeron contar con «una orden de la Fiscalía» por la que debían arrestar al primer ministro por «atentar contra la soberanía nacional», un extremo negado de forma inmediata por el fiscal general, Abdelqader Radwan.

Entre comparecencias, comunicados y desmentidos, Libia vivió un día de esperpento que inquietó al mundo por unas horas. En medios locales como el 'Libya Herald' informaron de que, además del episodio del primer ministro, otro grupo de hombres armados se dirigió de forma simultánea al hotel Rixos para detener a tres responsables del Congreso Nacional General, las más alta autoridad política del país, y al ministro de Economía, Alkilani Abdel-Kareem.