Sociedad

«La poesía es tan inútil como necesaria»

'Os ángulos da brasa' es un sentido tributo a la memoria que este mismo año ganó el Premio de la Crítica y los de los editores y escritores gallegos Manuel Álvarez Torneiro gana el Premio Nacional de Poesía, el primero para un poemario en gallego

MADRID. Actualizado: Guardar
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«La poesía no sirve para nada, gracias a Dios, pero es tan inútil como indispensable». Lo dice Manuel Álvarez Torneiro (La Coruña, 1932), ganador del Premio Nacional de Poesía, concedido anualmente por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y dotado con 20.000 euros. El octogenario poeta gallego se lo adjudicó por 'Os ángulos da brasa', poemario publicado por el sello Kalandraka y que había recibido ya otros tres galardones. «Me sorprende y me gusta que se premie a un libro en gallego, algo muy de agradecer por lo que tiene de reconocimiento a una lengua que amo intensamente y una tierra como esta, donde dicen que hay un poeta debajo de cada piedra», se ufanó el veterano escritor, «muy emocionado» por que el alto galardón institucional recaiga por primera vez en un poemario en gallego.

«Es un libro muy feliz que no deja de darme satisfacciones», agrega desde su casa coruñesa este «pájaro solitario» de la poesía que no se adscribe a ningún movimiento y que durante cinco lustros ejerció el periodismo en 'La Voz de Galicia'. «La poesía y el periodismo han sido las dos dedicaciones de mi vida y hay quien se empeña en decir que ambos están muertos. No lo creo. No se parecen demasiado, pero para hacerlo bien hay que escapar de la rutina en la poesía y el periodismo», propone.

'Os ángulos da brasa' es un vivificante poemario que celebra la memoria y trasluce las influencias que pueden rastrearse en la obra poética de Álvarez Torneiro, profundo admirador de Pablo Neruda y de Octavio Paz y temprano lector de los grandes poetas españoles de los cincuenta, aquella brillante generación de Gabriel Celaya o Blas de Otero. Consta de 67 composiciones divididas en tres secciones -'Trama de vida', 'Terreal e sagrado' y 'Tapiz de cinsa'- en las que Torneiro reflexiona sobre la cotidianidad y dibuja emociones íntimas y pensamientos existenciales, jugando con la dimensión simbólica de la palabra.

Por este mismo libro recibió este año el Premio de la Crítica 2012, galardón que había conseguido ya en 1999 por 'Luz de facer memoria'. También había sido reconocido por la Asociación Galega de Editores con el premio Ánxel Casal y por la Asociación de Escritores en Lingua Galega. «El gallego es hoy una lengua de prestigio, pero ha sido vapuleada y tenida por el idioma de los incultos, los campesinos y los analfabetos», se duele Torneiro.

'Os ángulos da brasa' es «un tributo a la memoria, a los recuerdos, que a mi edad es lo único que tenemos, la intendencia a la que recurrimos para crear». Autor de casi una veintena de poemarios, Torneiro escribe versos «casi desde que eché los dientes». «En la memoria caben la alegría, el llanto y un sinfín de historias y son las que están en el libro», dice de unos poemas que seguro reimprimirá Kalandraka, que lo publicó en su colección Tambo de Factoría K.

Para Xosé Manuel Eyré, que estuvo en el jurado que le concedió el Premio de la Crítica, estamos ante un poemario «que logra ser emotivo sin dejar de ser reflexivo, una mirada sobre la vida y el ser humano desde la altura de los años y la experiencia».

Álvarez Torneiro debutó tardíamente con 'Memoria dun silencio' (1982). Publicó luego 'Rigorosamente humano' (1995), 'Luz de facer memoria' (1999), 'Campo segado' (2001), 'Epicentro' (2003), 'Setembro Stradivarius' (2004) y 'Parábola do incrédulo' (2006). Atesora un buen puñado de inéditos «que darían para otros tres poemarios».

«¿Para qué sirve la poesía? No sirve para nada, gracias a Dios, como decía Juan Gelman. Pero es indispensable. El propio Gelman demuestra que es necesaria y no tan inútil con la antología de un millar de páginas que acaba de publicar», asegura divertido. «Desde un punto de vista personal, la poesía me lo dio todo, me acompañó mucho, me dio alegrías y alivió penas y soledades», explica Torneiro, que reniega de clasificaciones y etiquetas. «Le hice arrumacos a la poesía social realista en los sesenta, cuando estaba de moda, y me influenciaron mucho Blas de Otero o Gabriel Celaya, Pinillos o Altolaguirre, pero nunca me impliqué a fondo en ninguna corriente». «Tengo mi personalidad y lo mismo escribo un poema lírico que uno dramático, en función de mi estado de ánimo; la poesía es solo poesía y no cabe poner etiquetas ni marchamos. Además, soy el peor crítico de mi obra e incapaz de ver en ella lo que otros perciben», zanja la cuestión.

Desde la experiencia de sus ochenta años, admite que «la madurez y la juventud son quizá los momentos vitales más proclives a la creación lírica». Pero él apuesta «por la serenidad de la madurez y el poso que da el tiempo». «No hay reglas; hay grandes poetas que brillan en distintas etapas de sus vidas», asume.

Cree que la poesía tiene asegurado el futuro «gracias al pulso firme que demuestran los poetas más jóvenes.» «No daré nombres para no olvidar a ninguno, pero los hay muy prometedores tanto en lengua gallega como en castellano», concluye.