El Nobel de Física reconoce las investigaciones de los padres del bosón de Higgs
La Academia Sueca de Ciencias distingue al británico Peter W. Higgs y al belga François Englert por sus teorías
MADRID. Actualizado: GuardarEl Nobel de Física de este año reconoció ayer la labor del británico Peter W. Higgs y del belga François Englert por predecir, casi simultáneamente y trabajando cada uno de forma separada, la existencia del llamado bosón de Higgs, que permite comprender por qué las partículas subatómicas tienen masa, lo cual es clave para entender el universo.
Los dos científicos, de 84 y 80 años de edad, respectivamente, han sido recompensados por las hipótesis que formularon en 1964. Casi medio siglo después, los científicos de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) realizaron un experimento que corroboraba lo que hasta entonces se movía en el campo teórico.
Higgs y Englert quedan así laureados por la Real Academia Sueca de Ciencias, que pondera «el descubrimiento teórico de un mecanismo que contribuye a la comprensión del origen de la masa de las partículas subatómicas y que, recientemente, fue confirmado por el descubrimiento de la citada partícula fundamental por los experimentos Atlas y CMS en el gran colisionador de partículas -el LHC- del CERN».
Higgs fue quien prestó su apellido para bautizar el escurridizo elemento, conocido como 'la partícula de Dios', una denominación que enoja al británico, que es un ateo declarado. En la carrera para dar con el bosón hay que anotar también los méritos del belga Robert Brout, experto en mecánica cuántica y colega de Englert. Brout, fallecido en 2001, no podrá saborear la gloria del Nobel.
Las avanzadas formulaciones de Higgs, Englert y Brout pusieron las bases teóricas de la existencia del bosón de Higgs, pero faltaba demostrar su existencia de manera empírica. Para corroborar fidedignamente lo que no dejaba de ser una hipótesis, los físicos recurrieron al Gran Colisionador de Hadrones (LHC), el acelerador de partículas más potente que ha construido el ser humano y que está alojado en el CERN. El LHC, por sí solo, no era suficiente para hacer historia. Eran precisos dos detectores portentosos, el Atlas y el CMS, a los que se encargó la tarea de registrar las colisiones de alta energía de los protones acelerados. Por fin, el 4 de julio del año pasado, el CERN anunció que los investigadores habían descubierto una partícula que coincidía con la descripción que efectuaron los ahora galardonados. Se trata de un hito en la física, pues hace posible que el hombre pueda conjeturar con lo que sucedió inmediatamente después del Big Bang, esa explosión gigantesca que explica el origen del universo.
Peter Higgs, quien dijo sentirse «abrumado» por la concesión de este premio, es un hombre modesto. «¡Oh, ya sé cómo hacerlo!», exclamó en el momento en que intuyó la existencia de un 'campo' que se asemejaría a una especie de pegamento en el que las partículas estarían más o menos atrapadas.
El otro premiado, François Englert, pensó alguna vez en ganar el premio, peros sus inquietudes trascendían la pura vanidad de los honores académicos. «Mi placer lo encontré en la investigación», decía hace unos meses. Lógicamente quedó encantado cuando el CERN validaba sus investigaciones, pero no tanto como en 1964. En ese año Brout y él estaban seguros de que su teoría no adolecía de ningún fallo. Ayer, Englert tuvo palabras emotivas para su compañero. «Siento un cierto pesar porque mi colaborador y mi amigo de toda la vida, Robert Brout, no está aquí ya para compartir este premio por un trabajo que hicimos juntos», aseguró.
Los que quedan fuera
Sin embargo, no todos son parabienes. La partícula maldita, como la definía Higgs, tiene muchos padres. Uno de ellos Carl Hagen, se mostró disgustado por el hecho de que se haya premiado solo a una «pequeña parte» de los investigadores que han ayudado a construir el entramado teórico. Para el científico, la Academia Sueca debería haber reconocido también las contribuciones de otros colegas, como el estadounidense Gerald Guralnik y el británico Tom Kibble. El problema estriba en que los Nobel solo distinguen a un máximo de tres personalidades.
El descubrimiento -sujeto, con todo, a un margen de error casi irrelevante- representa la culminación de décadas de trabajo en las que ingenieros y físicos han desarrollado un esfuerzo titánico. El LHC no es una bagatela: se calcula que el coste del colisionador se eleva a 3.000 millones de euros.
Por de pronto, Higgs y Englert se embolsarán los 8 millones de coronas suecas (922.000 euros) con que están dotados los Premios Nobel.