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Un sustituto sin gancho y perseguido por la Justicia

BUENOS AIRES. Actualizado: Guardar
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Con la carga de ser el funcionario con peor imagen pública, el vicepresidente Amado Boudou ha tenido que asumir de nuevo la máxima responsabilidad ejecutiva. Pero lo hizo solo cuando la presidenta, Cristina Fernández, supo que no bastaba con el reposo para neutralizar su dolencia y que debía ser sometida a una intervención quirúrgica.

La asunción de Boudou, que en principio fue dispuesta por 30 días hasta que la mandataria se recupere, se produjo el lunes, en un momento en el que el vicepresidente, de 50 años, afronta más de una veintena de investigaciones judiciales, la mayoría por presunto enriquecimiento ilícito o incumplimiento de deberes de funcionario público.

Siempre sonriente pese a todo, Boudou se ha hecho cargo de la frenética agenda de actos e inauguraciones que llevaba la presidenta en campaña por las legislativas del 27 de octubre. Boudou comenzó a destacarse en la función pública en la Anses, el organismo que administra las pensiones. Desde allí llevó a Cristina Fernández la idea de nacionalizar las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones y Fernández aceptó de inmediato. La presidenta volvió a crear el sistema público solidario de recaudación y pago de pensiones.

Como premio a su osadía, Boudou fue designado ministro de Economía en 2009 y más tarde fue elegido por Cristina Fernández para que la acompañase en la fórmula presidencial en 2011. Pero poco después de llegar a ese cargo de potencial sucesor comenzaron las denuncias. La primera fue por su presunta intervención para favorecer a una empresa que estaba siendo nacionalizada. A partir de entonces acumuló 54 denuncias -30 de ellas ya cerradas por falta de pruebas-. Las más polémicas apuntan al aumento de su patrimonio.

En enero de 2012 Boudou se hizo cargo de la presidencia cuando la mandataria fue operada de un presunto cáncer de tiroides, que finalmente fue un tumor benigno. Ya entonces las encuestas lo situaban como el funcionario con peor imagen del Gobierno. Más que un alivio, el ascenso del vicepresidente es un salvavidas de plomo para Cristina Fernández.