El buque USS San Antonio, en el que se interroga a Al-Liby. :: AFP
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El cerco a Al-Qaida se aproxima a Europa

Las autoridades libias y somalíes afrontan críticas por violación de soberanía y temen las represalias de los terroristas EE UU interroga en un barco anclado en el Mediterráneo al sospechoso capturado en Libia

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Las últimas operaciones de las fuerzas especiales estadounidenses en Libia y Somalia revelan que estos países se han convertido en santuarios seguros para líderes de Al-Qaida y de otros grupos hermanos. Después de doce años vigilando y atacando con aviones no tripulados objetivos en la frontera entre Afganistán y Pakistán y en Yemen, ahora las bases han acabado por acercarse a Europa.

Nazih Abd al Hamid al Rughay, conocido por su alias de guerra Abu Anas al-Liby, al que la justicia de Estados Unidos acusa de estar detrás de los atentados llevados a cabo contra sus embajadas en Kenia y Tanzania en 1998 que se saldaron con 224 muertos y unos 5.000 heridos, la mayoría de ellos civiles, se encontraría desde el sábado en el barco 'USS San Antonio' en aguas del mar Mediterráneo, para ser interrogado antes de su traslado a Nueva York, según revelaron fuentes oficiales a The New York Times. Un sistema empleado ya en anteriores ocasiones y que concuerda con la versión oficial del Pentágono, que señaló que Al-Liby, de 49 años, «está detenido bajo la ley de guerra en un sitio seguro fuera de Libia».

Los familiares del «secuestrado», según la terminología empleada por las autoridades libias, niegan las imputaciones de la Justicia estadounidense y piden que el acusado comparezca ante un tribunal en Trípoli, no en Nueva York. «Si tienen pruebas, que las enseñen; y, si tiene que haber un juicio, que sea en Libia», según palabras del hijo de Al-Liby a Libya Herald, diario que también recoge las reacciones de los responsables de seguridad de la capital del país, que dicen estar «seguros al ciento por ciento de que los captores eran libios».

Capturarlos con vida

Las filtraciones anónimas a medios estadounidenses y agencias internacionales también permitieron conocer más detalles de la segunda operación de las fuerzas especiales llevada a cabo en Barawe, bastión de la milicia islamista Al-Shabab al sur de Mogadiscio. El Pentágono reconoció el intento de capturar a «un destacado terrorista» y Reuters, citando fuentes de seguridad, añadió que se trataría de Abdikadar Mohamed Abdikadar, cuyo nombre de guerra es Ikrima. Ciudadano keniano y comandante de Al-Shabab, se le relaciona con numerosas acciones como el ataque a la Embajada de Estados Unidos en Nairobi en 1998 y atentados contra un hotel y una aerolínea en Mombasa tres años más tarde. Las fuentes citadas por Reuters descartan que la acción norteamericana del sábado pretendiera dar respuesta al asalto yihadista hace diez días al centro comercial Westgate de la capital keniana, en el que perdieron la vida al menos 67 personas.

Barack Obama ha continuado desde el primer día de su mandato con la 'guerra contra el terrorismo' lanzada por su predecesor, George W. Bush, después de los atentados del 11-S. Washington desarrolla con estas acciones su autoconcedido papel de policía mundial. En palabras del secretario de Estado, John Kerry, tras conocer la detención de Al-Liby, «los miembros de Al-Qaida y otras organizaciones terroristas literalmente pueden correr, pero no esconderse». En algunos casos, como en estos dos últimos, se ha optado por intentar capturar a los sospechosos con vida, según algunas fuentes para obtener información sobre futuros ataques contra intereses occidentales. Pero en la mayor parte de las ocasiones, incluido Osama bin Laden, se ha optado por su eliminación directa.

Somalia y, sobre todo, Libia se enfrentan ahora al enfado de sus ciudadanos por este tipo de operaciones que violan la soberanía de estos países. En Mogadiscio, el Gobierno respaldado por Occidente apenas tiene control sobre el territorio, pero el caso libio es distinto porque sus responsables tratan de superar la guerra que acabó con la dictadura de Muamar Gadafi y la captura de un hombre del perfil de Al-Liby puede provocar la respuesta de sus aliados contra las autoridades locales. Un factor más de desequilibrio en un país al borde de la fractura, al que miles de islamistas que huyeron de Gadafi en los años 90 regresaron durante la revuelta para derrocarlo en 2011. Y en aquel momento se convirtieron en pilares fundamentales de las fuerzas rebeldes en el campo de batalla.