Una de las piezas de Tàpies expuesta en el Guggenheim. :: FERNANDO GOMEZ
Sociedad

Tàpies, a todo volumen

Un viaje por medio siglo de desafíos plásticos y conceptuales en un centenar de piezas, que van desde sus principios figurativos a lo abstracto El Guggenheim celebra la aventura escultórica del universal creador catalán

BILBAO. Actualizado: Guardar
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Antoni Tàpies (1923-2012) protagonizó una de las más valientes aventuras creativas del siglo XX. Desde sus principios figurativos, evolucionó hasta convertirse en un mago de la materia y el objeto, en un constante juego entre figuración y abstracción. Pero quizá el peso de su pintura con voluntad escultórica se sobrepuso a su ambiciosa obra tridimensional. El museo Guggenheim de Bilbao rescata ahora estos trabajos escultóricos, pioneros y legendarios, en los que el polivalente y provocador talento creativo de Tàpies brilla en todos los volúmenes imaginables, de la escala micro a la macro.

«El mío es un arte de objetos, también en pintura», escribió el propio Tàpies , que asimiló la pintura a la piel y la escultura al cuerpo, y se puso a prueba en todos los volúmenes, escalas y materiales posibles, de los más humildes a los más nobles. «Yo hablo con mi mano, tú escuchas con tus ojos», es el juego que propuso al espectador.

El museo bilbaíno acoge 'Del objeto a la escultura. 1964-2009', excepcional muestra que, con patrocinio de Iberdrola, repasa crono-temáticamente en casi un centenar de piezas el ambicioso viaje volumétrico, material y conceptual del maestro catalán. Las piezas, de escalas muy diversas, de unos gramos a miles de kilos, de unos centímetros a varios metros, se despliegan en una decena de salas, en una intensa concentración apenas rozada antes por ningún otro museo y que convierten la muestra en única. «Aquí está la genealogía completa de la obra de Tàpies , con los eslabones perdidos que completan la cadena y nos aproxima a la esencia de su trabajo», resume el comisario, Álvaro Rodríguez Fominaya.

La potencia, singularidad y ambición conceptual de muchas de las obras expuestas certifican la grandeza de Tàpies, que con Chillida y Oteiza conformó el trío áureo de la creación española en la segunda mitad del siglo XX. Una obra que engrandece la arquitectura de Frank Gehry, que en la luminosa catedral de titanio acoge piezas que abarcan más de medio siglo, fruto de los muchos desafíos plásticos y estéticos a los que se enfrentó el genio barcelonés entre la primera escultura de 1964 y la última de 2009.

Todo un festín de materiales y texturas sobre las que actúa el tiempo dotándolos de la pátina que Tàpies deseaba, dando solera al bronce, el hierro y el latón, el papel y el cartón, la cerámica, la madera, el vidrio, las telas, las resinas, la tierra, el cemento y los objetos más cotidianos que Tàpies convertía en esculturas.

Esta sinfonía de formas y materias ha sido posible gracias a la labor de Álvaro Rodríguez Fominaya, conservador del museo que ha escudriñado colecciones públicas y privadas de todo el mundo para armar su selección con las piezas esenciales en la exigente carrera de Tàpies, «en muchos casos arrumbadas en almacenes y no vistas durante décadas». Una obra dispersa por Europa, América y Asia que se exhibe en un montaje esencial y austero. Una escenografía espartana que evoca esa atmósfera tan de Tàpies, empeñado en dotar a sus objetos de una dimensión mística que conectara razón e intuición, simbolismo, misterio y cierto carácter lúdico. Unas obras en las que lo ligero parece pesado, y viceversa, y en que se aborda el paso del tiempo, el dolor, la espiritualidad o la condición humana.

El viaje arranca en la sala de los «objetos tridimensionales», con una pila de platos de 1970 que adquirió John Cage. Emblema de un tiempo de incomprensión en el que no era fácil aceptar que se podía esculpir con periódicos, trapos, maletas, hueveras, montones de paja, botellas, bolas de algodón, cestos y toda suerte de objetos. Con muebles, ropas y papeles desahuciados; con serrín, madera, malla metálica, alambre, platos, libros, cestos, susceptibles todos de definir volúmenes y espacio en el radical y osado imaginario de Tàpies.

Hay piezas fundamentales como su gran 'Armario' que cede la fundación Tàpies de Barcelona, o la maqueta del enjambre alambrado que corona este edifico en la calle Aragó de la Ciudad Condal. En su incesante andadura matérica, llega a las cerámicas y la tierra chamoteada, elaboradas en el sur de Francia, por consejo de Chillida. Los esmaltes, gres y porcelanas con signos o inscripciones caligráficas, «desveladores de significados privados», según el comisario, o la apertura de una senda inédita con tapias, muros y puertas, en hormigón refractario, cerámica o bronce en los ochenta y los noventa. Piezas que remiten a «recuerdos que vienen de mi adolescencia y de mi primera juventud encerrada entre los muros en que viví las guerras».