Los republicanos rebajan la tensión tras el parón presupuestario
La amenaza de un colapso económico asusta a los más moderados del partido, que intentan facilitar el pacto
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarHoy es viernes. La semana acaba sin visos de consenso para solucionar la crisis de gobierno que tiene parcialmente cerradas las oficinas federales de EE UU desde el lunes, debido a la falta de presupuestos para pagar a los funcionarios. El contador de lo que se empezó a tabular en horas camina hacia la segunda semana, y a algunos republicanos moderados que ven peligrar sus asientos les flaquean las piernas, porque lo que aguarda al país es un gran precipicio económico peor que el fiscal.
Hoy no habrá informe de empleo mensual. El Dow Jones ha caído ya por debajo de la barrera psicológica de los 15.000 puntos. Los oficiales de inteligencia que espían las llamadas de los presuntos terroristas no están en sus puestos. Ni los inspectores que garantizan la calidad del pescado y el marisco importado. Ni los científicos que rastrean el avance de la gripe contra la que habrá que vacunar este invierno, o los tratamientos experimentales de cáncer que salvan la vida a niños desahuciados.
«Y todo esto se podría acabar hoy mismo», recordó Barack Obama en un mítin de esos que se le veían en la campaña electoral. «Lo único que mantiene al Gobierno cerrado, la única cosa que impide que la gente vuelva al trabajo ahora mismo, en la próxima media hora, es que el portavoz del Congreso John Boehner ni siquiera permite que se vote sí o no a la ley (para prorrogar los presupuestos) porque no quiere irritar a los extremistas de su partido».
Boehner se mantiene firme en su cerrazón, convencido de que si ahora cede puede perder su cargo como líder del Congreso. En la última semana ha prometido a sus correligionarios que todo saldría bien, pero muchos empiezan a temer que no será así. Uno de estos, el congresista de Nueva York Peter King, lidera una revuelta dentro de su partido para forzar a su líder a recuperar el sentido común. Hasta ayer sólo había conseguido que le oyesen unos 18 o 20 de los 232 diputados que tiene su partido en la Cámara Baja. Lo que le alienta es que el martes eran apenas ocho y el miércoles subían ya a una docena. A este ritmo, sin embargo, harán falta al menos dos semanas para convencer a Boehner de que puede pasar esa ampliación de presupuestos con el apoyo de su partido, y no sólo con el de los demócratas. Y para entonces EE UU habrá tocado techo.
«Tememos que los republicanos vayan a jugar la misma estrategia con el techo de la deuda, y eso sería dramático», advirtió el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney. Si el Congreso no aprueba ampliar la capacidad de endeudamiento del país para el próximo día 17 el Departamento del Tesoro sólo tendrá 30.000 millones de dólares en caja, que no serán suficientes para seguir pagando a sus acreedores.
Nunca en la historia EE UU ha dejado de pagar su deuda pública. Eso le convierte en el país más fiable del mundo y en la moneda de referencia para todas las reservas mundiales. Y como se trata de una cuestión de confianza, no bastará con un acuerdo de último minuto. La sola posibilidad de que no se alcanzase ese acuerdo en 2011 provocó la caída de los mercados e hizo que la agencia de calificación de riesgo Standard & Poor's rebajase por primera vez su calificación de AAA a AA+. «Ahora lo más importante es construir la confianza de que este país no incumplirá sus obligaciones crediticias», explicó el director del Consejo Económico Nacional Gene Sperling.
Los analistas legales que estudian posibles fórmulas para evitar esa debacle buscan amparo en un artículo de la Constitución que el presidente podría invocar para elevar él mismo el techo de la deuda. Sin embargo, todos coinciden en que eso sería tan cuestionable que embarcaría al gobierno en una disputa legal con el Congreso.
En privado, Boehner ha dicho a sus colegas que no hará falta. Según las fuentes del Washington Post, el portavoz del Congreso dice que si el actual impasse continúa está dispuesto a hacer «lo que sea necesario» para expandir el techo de la deuda. Eso significaría pactar con los demócratas para aprobar algo todavía más impopular entre los fanáticos de su partido que prorrogar los presupuestos, porque muchos creen que se trata de endeudar más al país.
«Suena a que estamos aumentando nuestra deuda pero no es así», explicó ayer el presidente. «Lo único que hace es permitir pagar por las obligaciones que ya ha contraído el Congreso. No expandirla es como si te vas a un restaurante, cenas lo que te apetece, te tomas una o dos copas de vino y cuando llega la cuenta decides que es muy cara y que prefieres ahorrar», aseveró.