Muere Tom Clancy, autor de 'best sellers' sobre conspiraciones terroristas
Se anticipó al 11-S cuando imaginó una gran catástrofe en que un avión de pasajeros se estrellaba contra el Capitolio
MADRID. Actualizado: GuardarCon él se van las conspiraciones, las intrigas de soviéticos, el espionaje, los magnicidios (frustrados o no), el narcotráfico, las amenazas nucleares y el terrorismo internacional. Tom Clancy, el escritor aclamado por sus 'best sellers', ha muerto en el hospital John Hopkins de Baltimore (EE UU) a los 66 años. Clancy es la encarnación de ese aserto que dice que la realidad imita a la ficción. Este pionero del 'tecno-thriller' amedrantó al mundo con macroatentados contra poblaciones civiles indefensas cuando nadie había oído hablar de las armas de destrucción masiva. Sus grandes éxitos, como 'La caza del octubre rojo' o 'Juego de patriotas', fueron llevadas a la gran pantalla e interpretados por Ben Affleck, Alec Baldwin o Harrison Ford. Clancy alumbró el personaje de Jack Ryan, un militar y analista de la CIA.
Sus historias sedujeron no solo a los productores de Hollywood. También cayó en su red de seducción la industria del videojuego, que se inspiró en sus tramas para diseñar los simulacros militares. Un sinfín de juegos lleva su impronta, entre ellos las populares sagas de 'Splinter Cell', 'Ghost Recon' o 'Rainbow Six', todos ellos de acción táctica.
Su obra 'Equilibrio de poder', en que dibujaba una España balcanizada, con gallegos, vascos, catalanes, castellanos y andaluces a la greña, queriendo romper la organización territorial del Estado, hizo del debate soberanista algo trepidante. Por obra y gracia de Clancy el solar nacional se convertía en un avispero poblado de diplomáticos y agentes secretos norteamericanos. Con todo, desafiaba las leyes que confieren credibilidad al relato cuando eligió como responsable de la Interpol en España a un gitano que en sus ratos libres impartía clases de flamenco. El escritor se jactaba de insuflar a sus historias un aliento tan verosímil que el lector caída rendido. En ocasiones llegó a irritar a la mismísima Casa Blanca, como cuando se inventó una confabulación en que desaparece una bomba nuclear que acaba en manos de un grupo terrorista, circunstancia que abocaba al estallido de una nueva guerra mundial. Que el presidente de EE UU fuese rescatado del interior de una limusina sangrando copiosamente sublevó a la Administración Bush. Los estudios de Hollywood habían invertido 70 millones de dólares en la superproducción, lo que hacía inviable abortar la película. Lo curioso es que el anuncio del estreno coincidió con la aparición de amenazas terroristas contra plantas nucleares.
Más sorprendente son los paralelismos entre las vicisitudes de 'Deuda de honor' (1994) y el atentado de Al-Qaida contra las Torres Gemelas. Realidad y ficción se solaparon tanto que el escritor imaginó un Boeing 747 estrellándose contra el edificio del Capitolio, una catástrofe en la que morían el inquilino de la Casa Blanca, la cúpula del Pentágono y varios magistrados de la Corte Suprema. Lo suyo no era la videncia, simplemente es que para armar sus historias manejaba una cantidad ingente de información.
Este fabulador, que ideó sofisticados delirios belicistas, no pudo cumplir su sueño de ir a la guerra del Vietnam por sus problemas de vista, un duro contratiempo para un amante como él de las revistas militares y de armamento.