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La última farsa de Berlusconi
En un intento de evitar la ruptura de su partido, respalda por sorpresa al Gobierno de Letta, al que hace 5 días trató de hundir
ROMA. Actualizado: GuardarEl primer ministro italiano, Enrico Letta, confesó ayer en el Senado que no había dormido nada ante el decisivo voto de confianza del Gobierno, pero sin duda le fue imposible amodorrarse porque pasó, como todos, una mañana vertiginosa e inolvidable. Berlusconi, que había anunciado el sábado su decisión de salir del Ejecutivo de coalición con el PD, de centroizquierda, y mandarlo a pique, y que ayer cambió de opinión algo así como una decena de veces, acabó pidiendo a los suyos por sorpresa, tras decidir de nuevo in extremis lo contrario, que respaldaran el voto de confianza. «¡Es un grande!», murmuró Letta con una sonrisa, rendido ante la última pirueta del gran farsante. Pero había en ello casi una humillante conmiseración. Berlusconi ha puesto patas arriba Italia y ha vuelto a asombrar al mundo durante cinco días para nada, era broma.
El líder de la derecha no se ha vuelto loco, no lo ha hecho por el país, sino como siempre por interés personal: se le rompía el partido, dividido entre duros y blandos, bautizados como 'halcones' y 'palomas'. Ante la certeza de que al menos 23 senadores moderados, incluido su 'número dos', Angelino Alfano, iban a votar a favor del Ejecutivo y le daban una mayoría suficiente en el Senado, la Cámara donde Letta está en minoría, optó por comerse sus palabras y maquillar la escisión. Aunque no engañó a nadie y además la ruptura iba en serio: ayer ya se formó un nuevo grupo parlamentario de los rebeldes.
Si a Berlusconi le va mal, para Italia es una buena noticia. Suele ir relacionado. El Gobierno de Letta sale airoso y reforzado de esta enésima crisis, y aleja la próxima. Porque 'Il Cavaliere' está de momento desactivado, pero no se le puede dar por acabado hasta que los italianos lo echen en las urnas. Está por ver la autonomía y la fiabilidad reales de este grupo disidente de la derecha que ha inaugurado y permitido una nueva fase en la política italiana. Incluye a los cinco ministros del PDL y por lo pronto asegura una mayoría más tranquilizadora a Letta, que se sacude la venenosa dependencia de Berlusconi. Las elecciones anticipadas dejan de ser una amenaza y se puede incluso soñar con un plazo de estabilidad hasta 2015.
Berlusconi ha dado marcha atrás infinidad de veces, desdiciéndose con desparpajo según le convenía, pero cuando ayer se vio obligado a recular firmó uno de los mayores fracasos políticos de su carrera. Ha roto su partido, ha perdido el poder de chantaje sobre el Gobierno y ya no es dueño de su destino. Aspiraba a ir a las urnas y a condicionar o burlar su condena por evasión fiscal a un año de arresto domiciliario o de voluntariado, que debe empezar a cumplir el día 15. También quería evitar que le expulsen del Senado, un trámite que mañana mismo debe dar su primer paso en una comisión. Pero ya no controla la escena y, por primera vez en 20 años, quizá deje de ser protagonista. Las risotadas que causó su último número tenían algo de melancólicas, porque se le vio superado. En esta ocasión ha calculado muy mal, quizá ha perdido olfato táctico, aunque lo recuperó en el último instante en una decisión personal y, como siempre, pasándose por el forro lo que habían resuelto sus parlamentarios: en realidad una hora antes habían aprobado por unanimidad votar contra el Gobierno. Fue el final de una mañana increíble, con un baile continuo de opiniones contradictorias y adecuación de los principios al momento, pura política italiana. Vivido en directo tiene más gracia, pero el relato también es descacharrante.
Disimular la fisura
La víspera, Alfano proclamó que el PDL debía votar 'sí' al Gobierno de Letta, pero Berlusconi se acostó diciendo que no. Por la mañana salió de casa repitiendo lo mismo, pero cuando llegó al Senado dejó caer un «veremos», según lo que dijera Letta. Aunque el primer ministro ya llevaba media hora hablando y se lo estaba perdiendo. Pero Berlusconi había sabido ya que los rebeldes no se bajaban del burro. Convocó entonces una reunión de los parlamentarios del PDL para decidir y trascendió que ahora votarían que sí, para disimular la fisura interna.
Pero es que la tropa de Alfano no se presentó a la reunión y plantó a Berlusconi. Iban sobrados. Es más, empezó a circular una lista -la repartían emocionados sus rivales del PD- con 23 firmas de disidentes jurando que apoyarían el Gobierno. Incluso algunos de ellos concedían entrevistas muy seguros anunciando que daba igual, que en todo caso ellos formarían un grupo propio. Dentro de la sala del PDL se enteraron y cundió un cabreo tremendo. Votaron entonces en masa por el 'no' al Ejecutivo. «Ha sido por u-na-ni-mi-dad», deletreaba complacido ante los periodistas el jefe de los diputados del PDL, Renato Brunetta, adscrito al sector duro. El portavoz, Sandro Bondi, hizo un ataque furibundo a Letta en su turno de palabra. Berlusconi, señalaron varios dirigentes, no tomaría la palabra. Poco después, gran final: Berlusconi tomó la palabra y dijo que votarían a favor del Gobierno. Su partido se enteró en ese mismo momento. Pero todos, menos seis, obedecieron como corderitos. Marcador definitivo: 235 a favor y 70 en contra, y aquí no ha pasado nada. De momento. Eso es lo malo, que con esta gente nunca se sabe.