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Roto el hechizo del partido personal
Por primera vez en 20 años la formación de Berlusconi, sumisa al líder, sufre una escisión
ROMA. Actualizado: GuardarEl colapso del sistema político italiano, que ha permitido la irrupción del movimiento de protesta de Beppe Grillo, hasta ahora se veía sobre todo en el Partido Demócrata (PD), primera fuerza de centroizquierda, que ganó las elecciones en febrero, aunque fuera por los pelos, pero fue capaz de hacer dimitir a su líder, Pierluigi Bersani. Enrico Letta ha llegado a primer ministro de rebote con un partido en crisis permanente. El PD es un desastre de rencores, ideologías y corrientes y lleva meses al borde de la implosión. Pero en la derecha permanecía siempre inalterable el monolito de Berlusconi. Sus aliados se han despeñado o desaparecido tras romper con él -Casini, Fini, Bossi-, pero el Pueblo de la Libertad (PDL), sucesor de Forza Italia, se mantenía en pie.
En realidad Berlusconi es el único coagulante del PDL, con un programa oficioso que ha pasado siempre por arreglar los problemas judiciales del magnate por medio del poder, con una garantía inoxidable de escaños, sueldos y poltronas, con un poder económico ilimitado para comprar, si hace falta, diputados de la oposición. El encanto se ha ido desvaneciendo, por la decepción ante las esperanzas frustradas de cambios reales en Italia, y las prioridades personales del 'Cavaliere' se han vuelto indigestas para la parte más centrista, católica, de su formación.
Forza Italia aglutinó en 1993 a todo tipo de oportunistas reciclados tras el derrumbe de la llamada Primera República por los escándalos de corrupción. Exsocialistas, exdemocristianos, exfascistas y hasta excomunistas. Predominaban grandes ideales de reformas liberales para modernizar por fin Italia, pero ni una ha visto la luz. Es un país atascado y envejecido. Por el camino Berlusconi se juntó con tres grandes socios: la Liga Norte de Umberto Bossi, de claras pulsiones racistas; Alianza Nacional de Gianfranco Fini, el partido postfascista italiano; y la UDC democristiana de Casini. Con Bossi siempre se ha entendido y solo le ha dejado al final, Casini fue el primero en largarse y a Fini lo absorbió en el PDL. El perverso resultado de este largo proceso de supervivencia es un predominio de los sectores más exaltados, aduladores y suicidas.
Los 'halcones' han ido marcando la agenda de Berlusconi, cada vez más iracundo con su acorralamiento en los tribunales. Los moderados han perdido terreno y han visto con pánico la decisión del líder de resucitar una nueva Forza Italia, pensando en unas inminentes elecciones. Temen que se convertirá en un movimiento «extremista», «de extrema derecha», como han denuciando estos días. Es decir, que no pintarán nada. El clima de traición de las esencias está en el aire. Los disidentes aseguran que son «ellos», los otros, los traidores, porque van a hacer Forza Italia y se han salido del camino original. La sitúan fuera del centro-derecha, en un extremo, y ajena al Partido Popular Europeo (PPE). Ya empiezan a pegarse por el nombre: «El PDL somos nosotros», decía ayer Formigoni, uno de los rebeldes.
Los números que hacía ayer Alfano antes del voto de confianza en el Senado reflejaban un partido en total disgregación: 32 votaban que no, 25 que sí y 24 saldrían de la cámara. En la Cámara de Diputados se formó ya ayer un grupo propio de escindidos con 26 parlamentarios.