El escritor francés Jerôme Ferrari, en una imagen de noviembre del 2012. :: PATRICK KOVARIK / AFP
Sociedad

«Si piensas en el lector, estás muerto»

«El pesimismo total no es compatible con la creación», asegura el profesor de Filosofía y autor de 'El sermón sobre la caída de Roma' Jérôme Ferrari ofrece su indagación sobre la finitud humana en la novela que le dio el premio Goncourt

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«Si piensas en el lector estás perdido. Si escribes para satisfacer sus esperanzas se acabó: estás muerto». Lo dice con un franca sonrisa y sin ánimo de epatar Jérôme Ferrari (París, 1968), el último premio Goncourt, que presenta al lector español la novela que le dio el más prestigioso galardón de las letras francesas. Ferrari lloró de alegría cuando supo que 'El sermón sobre la caída de Roma' (Mondadori), sexta novela de este profesor de filosofía criado en Córcega que ejerce en Abu Dabi, le consagraba incluyéndolo en una lista junto a Marcel Proust, André Malraux o Michel Houllebecq.

Con la literatura y la filosofía se plantea las preguntas que responde en forma de ficciones. «Te permiten avanzar, buscar la luz desde el corazón bosque», explica. La literatura es para él una forma de conocer el mudo de forma intuitiva y se carcajea de quienes entienden la escritura como algo «salvador o terapéutico».

No concibe la literatura como mero entretenimiento, y su texto no es fácil. Se apoya en la lectura de Agustín de Hipona y el sermón con el que, tras el derrumbe de Roma, quiso convencer a los suyos de la finitud de toda empresa humana y de la necesidad de aferrarse a la eternidad salvadora del cristianismo. Le interesa más la mística agustiniana que su justificación cristiana de la eternidad, de modo que traslada esas reflexiones a un bar en un pueblo de montaña en Córcega para indagar en la inexorabilidad del tiempo y la finitud, sobre ese eterno bucle cósmico de finales y principios que ordena la vida y las empresas humanas desde el alba de los tiempos y que hace que todo se renueve.

«Las cuestiones no son filosóficas o literarias: es el tipo de respuesta lo que marca la diferencia. La filosofía responde al concepto, mientras que la literatura responde en el ámbito de lo concreto», propone separando literatura y filosofía este profesor de bachilleres que antes que en Abu Dabi ejerció la docencia en Argel y Ajaccio, la capital corsa. «Ambas se preocupan por lo mismo, pero dan respuestas diferentes», insiste lamentando que su novela cargue con la etiqueta de filosófica, «que no sé lo que es».

Niega que el pesimismo agustiniano esté en la base de la novela «porque sus textos no son filosóficos». «Son sermones sobre una cuestión cristiana muy clara: que los creyentes ha de preocuparse de la eternidad. Es un concepto muy religioso. Pero la novela no se preocupa por la eternidad divina si por la finitud humana». «No me he planteado si soy pesimista u optimista. Sé que los lectores me tomarán por pesimista, pero ni me veo así, ni siquiera reconozco esa dicotomía», dice Ferrari. «Alguien profundamente pesimista no podría escribir novelas. El pesimismo total no es compatible con la creación, lo que no quiere decir que seas siempre un dechado de entusiasmo».

Con cada novela se plantea muy en serio sí va a aportar «algo nuevo». «De no ser así, carece de sentido». Percibe las formas artísticas y la creación «como medios de conocimiento que no pasan por el concepto y se basan en la intuición directa de algo concreto». «Es un conocimiento sin argumento y sin tesis», dice. Descree de literatura balsámica o curativa». «Pensar que son una especie de terapia es ridículo. Sobre todo si es una terapia para el que la escribe. Si haces terapia, no involucres a otro» ironiza.

Cada uno de sus libros ha sido premiado con galardones que no se buscan y que otorgan lectores, críticos o instituciones. «Detesto la competición y agradezco esos premios a los que no te presentas», dice. Lloró de alegría por el Goncourt «pero no me ha cambiado en absoluto». «No siento más responsabilidad. Cuando escribes has de centrarte en el texto. Si te afecta un premio o te preguntas qué se espera de ti, estás muerto. Si haces lo que crees que el lector espera de ti se acabó», reitera.

Cree que hay que ser exigente con el lector, «como lo era Thomas Bernhard, a quien le daba igual el lector». «Cuando escribes no debes pensar en quién te leerá. No estás fabricando un producto, No has de hacer estudios de mercado ni medir grados de satisfacción. Si haces eso te prohibes a ti mismo progresos y desafíos». «Jamás sabrás qué espera la gente y si tratas de dar en la diana estás perdido». «Mi aspiración es avanzar en la novedad. Es más importante esta idea que tratar de hacer una novela mejor que la anterior», dice esta admirador de Dostoievski,Thomas Bernhard y Vasili Grossman.