Un soldado israelí patrulla por una calle de la Ciudad Vieja de Hebrón, la pasada semana :: ABIR SULTAN / EFE
MUNDO

El polvorín religioso de Hebrón

Las negociaciones entre israelíes y palestinos se enturbian tras la muerte de dos soldados en un enclave que musulmanes y judíos consideran santo

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La muerte de un soldado israelí por las balas de un francotirador palestino en Hebrón, en los aledaños de la tumba de Abraham, no solo ha elevado la tensión entre árabes y judíos en Cisjordania -Judea y Samaria, según Israel-, sino que se ha convertido en un nuevo obstáculo en las interminables conversaciones de paz. Episodios que ha tenido lugar en este emblemático y simbólico enclave de Tierra Santa han repercutido, de manera cíclica, en los procesos que se han abierto para amortiguar -solucionarlo es otra cosa- el conflicto que desangra Oriente Próximo. El fanastismo religioso se mezcla con la violencia, el odio y la humillación política.

La tradición sitúa en la Gruta de los Patriarcas la tumba del profeta bíblico Abraham. Me'arat ha-Macpela (la Gruta de Macpela) para los judíos, Al-masjid-al-ibrâhïmï, la Mezquita de Ibrahim para los musulmanes. La ruta entre Berseba y Jerusalén, al borde del desierto del Negeb, es un excelente itinerario para empaparse de la apasionante y conflictiva historia de esta zona. El Antiguo Testamento narra que Hebrón fue edificada por los cananeos alrededor del 5.500 antes de nuestra era. Tras la creación del estado de Israel en 1948, Golda Meir y Ben Gurion impulsaron los primeros kibutz en los alrededores.

En el Libro del Génesis se recoge que la gruta fue adquirida por Abraham para enterrar a su esposa Sara y, posteriormente, para ser su tumba y la de su descendencia. Por ser el primer trozo comprado en la Tierra Prometida, el judaísmo lo considera un lugar santo, el segundo después del templo de Jesuralén. Allí estarían enterrados, además de Abraham y Sara, las parejas Isaac y Rebeca y Jacob y Lía (esta última en la parte judía). Los patriarcas y las matriarcas de Israel. Incluso una losa de piedra conserva una huella de pie que se atribuye a Adán. En la época de Herodes el Grande se construyó una fortaleza alrededor de la gruta, que se encuentra a 17 metros de profundidad. Los judíos también acuden a rezar a la tumba de Avner Ben-Ner, comandante del rey David, ungido en Hebrón como rey de Israel.

Desde tiempos de Saladino también es una de las cuatro ciudades santas del islam; en concreto, la tercera, porque los musulmanes consideran a Abraham como el profeta que construyó la Kaaba de la Meca con su hijo Ismael. Y ocupa un lugar central en el Corán. Judíos y árabes tienen accesos diferentes, separados por cristales antibalas. Ambas partes se consideran el pueblo elegido. Por ser un lugar de máxima disputa religiosa, los choques son frecuentes.

Baños de sangre

En la ciudad habitan 200.000 palestinos y 700 judíos, protegidos por miles de soldados israelíes, en una convivencia forzada con un equilibrio inestable. En 1929 fueron asesinados un centenar de judíos en uno de los primeros progromos antisemitas. En plena efervescencia del nacionalismo árabe, muchedumbres enfurecidas por los falsos rumores propagados en algunos minaretes pasaron a cuchillo y molieron a palos a decenas de judíos que celebraban los actos del shabat en las sinagogas. Los ingleses -Palestina estaba bajo su mandato- decidieron alejar a todos los judíos de la ciudad de Abraham.

Durante la Guerra de los Seis Días, en 1967, Israel recuperó el control de la zona, que es foco habitual de episodios sangrientos. En 1994 un colono fundamentalista, Baruch Goldstein, originario de Nueva York, abrió fuego contra cientos de musulmanes que rezaban la oración del alba en la mezquita. Murieron 29 árabes, Ese mismo año hubo otra matanza justo cuando Rabin y Arafat activaron un plan de paz por los Acuerdos de Oslo. Siempre hay una 'mano negra'.

Ahora ha vuelto a ocurrir, cuando hay nuevos esfuerzos para alcanzar pactos entre las partes enfrentadas. El pasado domingo, el sargento Gal Kobi murió tras recibir un disparo en el cuello, en un control junto al recinto sagrado. El oficial integraba una fuerza militar para blindar el barrio judío de la Ciudad Vieja, donde se esperaba la visita de 11.000 israelíes con motivo de la fiesta judía del Sucot o de los Tabernáculos, que recuerda el éxodo bíblico de hace tres milenios, el episodio descrito en el Levítico sobre la travesía de los israelitas por el desierto tras su huida de Egipto.

Más asentamientos

El sábado, las tropas israelíes localizaron en la misma zona el cadáver del soldado Tomer Hazan, asesinado por un miliciano palestino. Durante las primeras semanas de septiembre los palestinos se habían quejado del arranque de olivos plantados hace más de treinta años en sus tierras por parte de colonos judíos. La situación era inflamable.

Acción, reacción. Siete ministros derechistas han reclamado a Benjamin Netanyahu que reconsidere la liberación de presos palestinos -algunos cumplen condena por delitos cometidos antes de los Acuerdos de Oslo (1993)-, prevista para octubre por el Gobierno de Tel Aviv como medida para impulsar el diálogo. El primer ministro ha respondido, sin embargo, con una medida de mayor calado: reforzar los asentamientos, pese a la condena internacional.

Netanyahu ha ordenado a la administración de Cisjordania adoptar «las medidas necesarias» para permitir que un grupo de colonos judíos puedan regresar al recinto de Macpela House -el nombre lo dice todo-, cercana a la Tumba de Abraham, que fueron evacuados en abril de 2012 por el Ministerio de Defensa. El inmueble había sido adquirido por una organización judía a través de intermediarios. Los colonos ultraortodoxos ocupan casas abandonadas o destruidas durante la última guerra para ir ganando posiciones frente a la comunidad palestina, que intenta alquilarlas a inquilinos árabes. Los hebronistas tienen fama de fanáticos, pero los judíos que se han bunkerizado en el corazón de la Ciudad Vieja son los más radicales: van para judeizarla, su mentalidad es de conquista.

De momento, el Tribunal Supremo israelí ha aplazado la ocupación por el recurso presentado por catorce palestinos al considerar que les pertenece. Pero es cuestión de tiempo. El primer ministro israelí lo ha dejado claro: «Quienes intenten sacarnos de la ciudad de los patriarcas conseguirán lo contrario. Continuaremos combatiendo el terrorismo con una mano y reforzando los asentamientos con la otra». Las heridas entre ambas comunidades siguen muy abiertas en Hebrón.