Una mujer llora la muerte de dos familiares en Peshawar. :: A. ARBAB / EFE
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El mayor ataque a cristianos en Pakistán

Dos talibanes irrumpen a tiros en una iglesia de Peshawar y se cobran la vida de al menos 78 fieles al detonar doce kilos de explosivos

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El mayor ataque perpetrado contra la comunidad cristiana en Pakistán esfumó ayer las esperanzas depositadas en un diálogo de paz con los talibanes. Treinta segundos bastaron a la insurgencia para sembrar la muerte y la destrucción en la Iglesia de Todos los Santos, el emblema de la armonía interreligiosa de la ciudad noroccidental de Peshawar. Apenas concluida la misa, dos suicidas se abrieron paso a tiros en el templo -enclavado en la convulsa provincia de Jaiber Pajtunjuá- para detonar los seis kilos de explosivos que portaban cada uno. Las bombas arrancaron la vida a al menos 78 personas, entre ellos 34 mujeres y siete niños, y dejaron 133 heridos.

Los terroristas abrieron fuego contra los dos guardias que vigilaban la iglesia y, tras enzarzarse en una pelea con varios feligreses y verse rodeados por la Policía, uno de los asaltantes estalló la primera de las bombas. La segunda fue detonada instantes después, «en el interior de la iglesia», según detalló el jefe de Policía Mohamad Ali Babakhel. En ese momento, se encontraban en el templo entre 600 y 700 feligreses, que en su mayoría se dirigían al exterior para consumir un plato de arroz gratis que se iba a ofrecer a los fieles al término de la misa.

El atentado fue reivindicado en una nota por los talibanes paquistaníes. Los fundamentalistas alertaron de que ataques como el de Peshawar contra los no musulmanes continuarán hasta que Estados Unidos detenga sus incursiones con aviones no tripulados. La última operación con drones mató la pasada jornada a seis presuntos yihadistas en una zona montañosa de la demarcación de Waziristán del Sur, próxima a la frontera con Afganistán.

En solidaridad con la comunidad cristiana -que apenas representa el 2% de la población en Pakistán- se desataron violentas protestas en las calles. Las reacciones de condena cobraron especial protagonismo en Peshawar, en la zona de la Puerta de Kohati, que alberga varios templos cristianos y de otras confesiones. Algunos manifestantes cerraron sus tiendas y comercios. Otros prendieron fuego a material de la Policía en repulsa por las numerosas agresiones que vienen sufriendo las minorías y la falta de protección que reciben.

«Este es el ataque más mortífero contra los cristianos en nuestro país», lamentó el obispo de la ciudad de Lahore. El Gobierno también mostró su consternación por lo ocurrido. En un comunicado, el primer ministro, Nawaz Sharif, dijo estar «conmocionado». «Los terroristas no tienen religión. Matar a gente inocente va contra las enseñanzas del islam y de cualquier fe», denunció. Entretanto, se multiplicaron las voces de quienes creen que es un error emprender negociaciones de paz con los talibanes. Tras lo ocurrido, diversas personalidades como la exministra de Información y antigua embajadora en Washington, Sherry Rehmán, instaron al Ejecutivo a abandonar la idea de dialogar con quienes siembran el caos.

El pasado día 9, una conferencia multipartita organizada por las autoridades de Islamabad acordó iniciar un acercamiento con los insurgentes para poner fin a la violencia. Uno de los gestos del Gobierno fue la puesta en libertad el sábado del mulá Abdul Ghani Baradar, antigua mano derecha del mulá Omar. Pero de nada parecen haber servido los intentos de conciliación. Los radicales han vuelto a romper toda senda de entendimiento con un atentado que acentúa el drama de un país azotado por la inestabilidad y el extremismo.