Merkel y el ministro de Economía, Philipp Roester, toman asiento durante la última sesión del gabinete alemán. :: J. MACDOUGALL / AFP
MUNDO

Bruselas ansía conocer a la otra Merkel

Los países en apuros albergan la esperanza de que tras los comicios la canciller flexibilice su austeridad y abogue por políticas de crecimiento La UE aguarda con inquietud las elecciones de Alemania, claves para diseñar un nuevo orden económico

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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Quizá nunca antes unas elecciones nacionales tuvieron tanta expectación como las que el domingo se celebrarán en Alemania. Europa contiene la respiración ante lo que puedan decidir 61,8 millones de electores alemanes, un voto, paradojas de la Unión, que afectará sobremanera a los otros 440 millones de europeos que conviven en el Viejo Continente. 28 países quieren jugar un partido que sólo presenta una pega: Berlín tiene la pelota y sin pelota, no hay partido. Pero claro, sin jugadores, tampoco. Y ya se sabe que en el sur, en España o en Italia, el fútbol es el deporte rey. Conclusión, 'os dejo mi pelota, hay partido, pero seguiré siendo el árbitro'. Alemania mantiene el silbato aunque con una duda por despejar: ¿dónde pondrá el listón infractor? ¿Abogará por permitir cierta permisividad, al estilo inglés? Europa entera, sumida desde hace cinco años en un círculo vicioso de indefinición ante la mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial, contiene la respiración y cruza los dedos porque sea así.

Nadie duda de que la todopoderosa Angela Merkel (Hamburgo, 1954) saldrá victoriosa por tercera vez de las elecciones. La gran incógnita es saber cómo lo hará, con qué apoyos, si podrá reeditar su coalición con los liberales (FDP) o si por el contrario necesitará explorar la 'gran coalición' con los socialdemócratas del SDP, como ya hizo en su primer mandato, en 2005.

Esta segunda opción, la que menos desea la CDU de Merkel, podría ser la que mejor se ajuste al traje que necesitan las economías más asfixiadas, como Italia o España, tercera y cuarta de la zona euro tras Alemania y Francia, también en el punto de mira. Irlanda, Portugal, Chipre e incluso Grecia también esperan a esa otra Merkel, esa que una vez 'liberada' de su paso por las urnas tenga más margen de maniobra sin que el electorado le penalice por lo que muchos consideran excesivas concesiones a los países «despilfarradores». «Europa está paralizada a la espera de estas elecciones», aseguran desde el prestigioso 'think tank' Bruegel, radicado en Bruselas. Para muestra, el inevitable tercer rescate a Atenas, tabú estas últimas semanas y que se aprobará antes o después.

Políticos, analistas, expertos... Todos, sin ambages, se han sumado al mensaje del 'ahora o nunca'. Europa debe decidir si quiere hacerse mayor o mantener un escenario de indefinición en el que los países más ricos siguen desconfiando sobremanera de la forma de hacer de los más pobres. «El principal riesgo que corremos no es económico, sino político», advirtió el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, en el último debate sobre el estado de la Unión.

El momento es crucial porque ahora, cuando se cumplen cinco años de la caída de Lehman Brothers, Europa ha vuelto a la senda del crecimiento -muy débil pero mejor de lo esperado- después de 18 meses transitando por el desierto de la recesión. Un prudente optimismo se ha apoderado del discurso comunitario y todos, socios e instituciones, quieren aprovechar el tirón antes de las elecciones al Europarlamento del próximo mayo. La meta es clara: crear a la mayor brevedad una unión bancaria llamada a ser la llave para consolidar la senda del crecimiento. Alemania, sin embargo, no lo tiene tan claro. Sí comparte el fondo aunque no las formas. De nuevo Merkel, de nuevo Berlín.

La división pudo comprobarse el pasado fin de semana en Lituania, donde se reunieron los ministros de Finanzas del Eurogrupo (los 17 de la zona euro) y el Ecofin (los 27). Llegaron a la cita con la creación del supervisor bancario bajo la tutela del BCE ya en el bolsillo y con la intención de impulsar la segunda fase: la constitución de un Mecanismo Único de Resolución capaz de liquidar entidades con graves problemas.

Un delicado proceso en el que la Comisión tendría la última palabra. En otras palabras: que Bruselas puede decir a Berlín que va a cerrar uno de sus bancos sin que Berlín pueda hacer nada. Un arriesgada cesión de soberanía que el dueño de la chequera no ve con buenos ojos.

Euroescepticismo

Alemania, aseguran fuentes comunitarias, debe decidir si apuesta por ser un auténtico líder para tomar las riendas de una UE agrietada en lo social -el euroescepticimos crece, como en España-, en lo político y lo económico, o por el contrario, prefiere acomodase en su rol de locomotora comunitaria que sólo cuando el euro está al borde del precipicio, cuando sólo queda elegir entre el blanco o el negro en esos maratonianos consejos europeos, da el brazo de la austeridad a torcer. Una política de duros ajustes que Berlín impulsó y sufrió hace una década y que es la piedra angular de su hoja de ruta para el resto de socios. Ellos tienen el dinero, ellos mandan.

Su posición es complicada. No son pocos quienes le exigen en Alemania una mano mucho más dura e incluso apostar por la ruptura del euro o crear una Unión a dos o tres velocidades. Para muestra, el nuevo partido 'antieuro' (Alternativa para Alemania) o la reciente carta de 136 economistas que denuncia que la compra de bonos soberanos por parte del BCE es «ilegal».

Otro apunte. No hay que olvidar que el actual escenario beneficia y mucho al país ya que en los últimos cinco años se ha ahorrado 40.900 millones de euros sólo en intereses de deuda por los desajustes de la prima de riesgo. Los mismos que llevan a una pyme a española a tener que pagar un 77% más que una alemana por financiarse.

millones es la cantidad que Alemania se ha ahorrado desde 2008 por el pago de intereses de su deuda pública, gracias a a la inestable prima de riesgo.

es el porcentaje de las exportaciones que Alemania hace a países de la UE, lo que evidencia su 'europadependencia'.