
Rajoy exige a Rubalcaba que aclare qué está dispuesto a dar a Cataluña
El jefe del Ejecutivo elude fijar un horizonte a su «diálogo» con Mas pero insta al líder del PSOE a precisar el contenido de su reforma constitucional
MADRID. Actualizado: GuardarNada de lo que dice Mariano Rajoy permite descifrar hacia dónde pretende encaminar el diálogo prometido al presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, para buscar «soluciones a los problemas». El presidente del Gobierno volvió a circunscribirse ayer a los tres parámetros genéricos apuntados ya en su carta al gobernante autonómico y renunció a poner sobre la mesa una estrategia concreta para contener e intentar dar la vuelta a la pulsión independentista.
«A pesar de las discrepancias que sobre este asunto tenemos, que son muchas y de fondo -dijo en una respuesta al portavoz adjunto de CiU, Pere Macías, en la sesión de control al Ejecutivo- todos debemos actuar con responsabilidad, con lealtad institucional mutua y con absoluto respeto al marco jurídico que garantiza nuestra convivencia». Ni el afán del parlamentario nacionalista ni posteriormente el del líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, sirvió para sacarle de esas palabras. Y, puestos a profundizar, prefirió hacerlo incluso sobre la postura del PSOE.
El secretario general de los socialistas se había interesado por saber si el Gobierno ve oportuno tomar «alguna iniciativa política» tras el éxito de la cadena humana a favor de la independencia protagonizada por miles de ciudadanos en toda Cataluña el pasado 11 de septiembre. Rajoy no contestó abiertamente «ninguna», pero se limitó a argumentar que su posición está «fijada con meridiana claridad» y devolvió la pelota a su oponente.
Solo un día después de que el exministro del Interior José Luis Corcuera pidiera explicaciones sobre la propuesta federalizante de la actual dirección del PSOE en un acto sobre 'El futuro del socialismo', el jefe del Ejecutivo recogió y arrojó sus críticas contra Rubalcaba, al que acusó de proponer una reforma de la Constitución «para resolver problemas internos», en referencia a las tensiones con el PSC, y «sin que todavía haya fijado con claridad si está a favor del derecho de autodeterminación».
El secretario general de los socialistas obvió el comentario e insistió en que, pese a la apelación del Ejecutivo a la «mayoría silenciosa» que no se manifestó en la Diada del 11 de septiembre, hay una mayoría de catalanes que quieren «cambio» y a la que el resto de España, defendió, tiene que «escuchar». La número dos de su partido, Elena Valenciano, sí replicó ya fuera del pleno, en cambio, que el PSOE ha sido muy claro al rechazar el derecho de autoderminación y que ahí reside, precisamente, su gran discrepancia con el PSC.
«Singularidades»
La reforma constitucional de corte federal es, de hecho, el mínimo común denominador que han encontrado los socialistas con sus socios catalanes. Mínimo porque para unos es la meta y para los otros solo el principio del camino, pero también porque su redacción fue deliberadamente ambigua y genérica para evitar vetos de las distintas federaciones del partido. En todo caso, Rubalcaba habló ayer de «definir las normas o las competencias entre las comunidades autónomas y el Estado con más claridad, cambiar el Senado y convertirlo en una cámara territorial, mejorar nuestro sistema de financiación y garantizar la suficiencia financiera de las comunidades y la igualdad de los españoles e incorporar singularidades e identidades».
Esta vez, Rajoy no dio un portazo a la posibilidad de avanzar en esa dirección, pero cargó contra el principal partido de la oposición la responsabilidad de que ninguno de los dos hayan hablado aún en firme del asunto. «¿Cómo pretende llegar a un acuerdo sobre la reforma de la Constitución si ha dicho que rompe todas las relaciones con el Partido Popular, cosa que por cierto -reprochó- ha demostrado porque después de pactar la ley de transparencia no la votó y ahora no quiere pactar las normas sobre regeneración democrática que aprobaremos este viernes».
Rubalcaba acusó al presidente del Gobierno, sin embargo, de estar instalado en un «inmovilismo temerario». Y, de modo similar, el nacionalista Macías avisó de que pese a haber recibido bien la disposición al entendimiento mostrada en la misiva remitida a Artur Mas, «la utilización de esta indefinida voluntad de diálogo como forma de dilación del problema» no sería aceptable como tampoco lo es, dijo, un «encastillamiento en una interpretación restrictiva de la ley para oponerse a la voluntad ampliamente mayoritaria de los catalanes».