El dueño del bar Faisán admite que un «policía» le dio el 'chivatazo'
Elosua detalla al tribunal la llamada del soplo, no identifica a Ballesteros y confiesa que viajó a Francia para avisar a ETA de la filtración
MADRID. Actualizado: GuardarEn una declaración dispersa, un tanto inocente y a veces con chispa, el dueño del bar Faisán, Joseba Elosua, detalló ayer ante el tribunal de la Audiencia Nacional su recuerdo de la llamada del 'chivatazo' que dejó mal parados a los dos acusados, el comisario Enrique Pamiés y el inspector José María Ballesteros. Elosua, un septuagenario hostelero de Irún que está procesado en la pieza central de la red de extorsión de ETA acusado de integración en banda armada, admitió al tribunal que el soplo se lo dio un «policía». Así se lo comentó a su yerno en el viaje desde su bar, situado en el barrio irunés de Behobia, hasta Francia después de recibir la delación que abortó la operación contra el aparato de financiación de la organización terrorista.
En ese desplazamiento, grabado por la Policía, que seguía la pista de Elosua por su implicación en la red de extorsión de ETA, fue cuando se conoció el 'chivatazo' y se activó la investigación del soplo. «Algo gordo ha ocurrido», confesó ayer al tribunal el agente que descubrió la filtración.
Elosua detalló que tras recibir la llamada en su bar advirtiéndole de la detención de su amigo, el presunto etarra José Antonio Cau Aldanur, se volvió «un poco tararí, grogui», incluso llegó a pensar que «algún cachondo, algún inconsciente» le había tomado el pelo. Pero no.
Declaró que no pudo identificar si la persona que le pasó el móvil para hablar con su interlocutor era el acusado Ballesteros. «Creo que llevaba peluca, de estatura baja, pelo negro, chaqueta y pantalón oscuro, de entre 45-50 años y chaparro. No se más», recordó el hostelero de Behobia.
Pensó, dijo, que se trataba de «un comercial» y que dada la sorpresa cogió el móvil «para hablar con un compañero». Entonces, desde el otro lado de la línea, una voz le reveló que ya sabía «cómo están las cosas» y que iban a detener a Cau Aldanur si cruzaba la frontera para recoger la recaudación de ETA, las famosas «nueve botellas de vino».
«No sé para qué me llama, ni cuál es el fundamento de la llamada... esto es una tomadura de pelo... me dije, y tras colgar, después de ocho minutos, me quedé abobado por lo que me había contado», relató Elosua.
El propietario del 'Faisán' detalló que su interlocutor no le dijo que era policía y que tampoco mencionó la situación política, en referencia a la tregua de ETA y a la verificación de las negociaciones por parte del Gobierno socialista. Sin embargo, en el viaje posterior a Bayona cayó en la cuenta que tendría que ser un policía.
El juez aprieta
A partir de ese momento intervino en el juicio el presidente del tribunal, Alfonso Guevara, para interrogar al testigo. No lo había hecho hasta entonces.
-«¿Por qué decide ir a Francia?», preguntó el magistrado.
-«Porque la llamada me enrolla, no me aclaro y me fui a Bayona para decirle (a Cau Aldanur) lo de llamada. Me reuní con él, algo raro, porque lo habitual es que viniera a mi bar porque somos de dos pueblos cercanos», respondió el hostelero.
Elosua relató que lo normal era que Cau viniera al 'Faisán' dos veces por semana a por «botellas de vinos (recaudación del impuesto revolucionario) y hacer sus compras». Lo hacía con un amigo de Burgos o con un inspector de aduanas.
-«¿En algún momento llamó a su amigo tras lo ocurrido en su bar?», inquirió el magistrado Guevara.
-«No señor, nunca. Para mí era mejor ir a Francia, a su casa, para hablar con él porque alrededor del bar había muchos moscones (policías) todos los días», contestó.
La reunión entre Elosua y Cau Aldanur se produjo en un bar de la Petit Bayona, ya en Francia, a 37 kilómetros de Irún. Y en esa cita fue donde, según la Policía, el dueño del bar Faisán le entregó un paquete de periódicos con un sobre en el que podría estar la recaudación que tenía previsto recoger el segundo en su local de Behobia.
Las pequeñas lagunas de su declaración fueron corregidas por su yerno Carmelo Luquín, quien lo acompañó en el desplazamiento a Bayona. El testigo reconoció al tribunal que su suegro le habló en el coche del chivatazo, de la necesidad de «no fastidiar el proceso (de paz)», como le transmitió el interlocutor a Elosua.
Hoy continúa la vista oral en la tercera jornada de interrogatorios con nuevos testigos.