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Los inspectores atribuyen a misiles rusos el ataque químico en Siria
La revelación acosa al embajador de Moscú en la ONU, mientras Ban Ki-moon pide «responsabilidades» a los autores
NUEVA YORK. Actualizado: Guardar«Los hechos hablan por sí solos», sentenció ayer el secretario general de la ONU Ban Ki-moon. Por decisión suya, no era misión de los inspectores determinar lo único que le importa saber al mundo: quién está detrás del peor ataque químico ocurrido en los últimos 25 años. Con todo, el equipo que dirige el científico sueco Ake Sellstrom ha incluido en su informe un apéndice que describ detalladamente los misiles de tierra que distribuyeron el gas sarín. Las letras negras en cirílico en el anillo del motor no dejan lugar a dudas de que eran de fabricación rusa.
«En este mundo pasan cosas que desafían la imaginación, así que no se pueden hacer todas las preguntas», atajó el embajador ruso ante la ONU, Vitaly Churkin, ante el acoso de la prensa. Churkin dijo que necesita poner a expertos militares a «absorber» toda la información que han volcado los inspectores en 35 páginas de apéndices, y criticó que a pesar de la complejidad técnica de los mismos, «hoy todo el mundo parece ser un experto», dijo irónico.
Para EE UU, Francia y Gran Bretaña, el informe confirma su teoría de que el ataque que cruzó la línea roja trazada por Barack Obama el año pasado «sólo pudo ser obra del régimen», dijo la embajadora estadounidense Samantha Power. Para Churkin, «eso de que los rebeldes no pudieron hacerlo no es científico», señaló. Y si bien EE UU sostiene que el tipo de cohetes utilizados es el mismo que el régimen sirio usó en ataques previos, y asegura que nunca se ha sabido que la oposición los emplee ni que disponga de armas químicas, Churkin se remite a los afiliados de Al-Qaida detenidos en Turquía con gas sarín. El cohete, sin embargo, no era de fabricación casera.
También el gas sarín utilizado para este ataque, el más mortal desde que Sadam Hussein gaseó Halabja, era de un grado profesional. Los inspectores han determinado que su calidad era mayor que la del que utilizó el antiguo dictador iraquí en 1988 y que el de los terroristas del metro de Tokio en 1995.
Quienes perpetraron el ataque lo hicieron con premeditación y alevosía. Según EE UU, en los días previos el régimen sirio distribuyó entre sus hombres máscaras de gas. Los inspectores constatan que en la madrugada del 21 de agosto, cuando cinco cohetes fueron lanzados desde las zonas controladas por El-Asad hasta los bastiones rebeldes a las afueras de Damasco, las condiciones atmosféricas eran ideales para causar el mayor daño posible. Entre las 2 y las 5 de la madrugada la temperatura descendió y «el aire dejó de moverse desde el suelo hacia arriba, sino al contrario», sostienen. «El uso de armas químicas en esas condiciones maximiza el impacto potencial, ya que el gas más pesado se queda cerca del suelo y penetra en los niveles más bajos de los edificios y de las construcciones en los que se refugia la gente». Niños y adultos dormían a la hora del ataque que afectó a más de 3.000 personas y dejó 1.429 muertos, entre ellos 426 niños cuyos cuerpos amortajados en sábanas blancas martillean la conciencia del mundo.
Crimen de guerra
«Éste es un crimen de guerra y una grave violación del Protocolo de 1925 y otras reglas de adopción internacional», sentenció el secretario general de la ONU, que pidió a la comunidad internacional que «cobre responsabilidades» a los perpetradores del ataque y se asegure de que las armas químicas no vuelven a emerger como instrumento de guerra. Preguntado por cómo pasar cuentas a los autores si no se determina quiénes son, Ban se encogió de hombros y señaló al Consejo de Seguridad. «La misión ha proporcionado pruebas imparciales e irrefutables», recordó. «Ahora toca a otros decidir si quieren prorrogarla con este método para depurar responsabilidades».
En el Consejo de Seguridad nadie parece tener interés en avanzar más en esa línea de investigación, lenta pero concienzuda. EE UU, Francia y Gran Bretaña creen tener ya suficientes pruebas de que el régimen de Bashar el-Asad está detrás de éste y de otros muchos crímenes de guerra con armas convencionales, de los que Ban dijo que no hay que olvidarse (más de 100.000 muertos en dos años y medio). Preguntada sobre el rumor de que el líder sirio acudiría dentro de dos semanas a la Asamblea General de la ONU, la embajadora estadounidense lanzó una velada amenaza. «Dado que está acusado de genocidio y crímenes de guerra, me parecería deplorable, cínico y totalmente inadecuado que se presentara», dijo Power. «Le recomendaría que hiciera el viaje a La Haya y se personara ante el Tribunal Penal Internacional (TPI)».
La resolución que impulsan Francia y Gran Bretaña en el Consejo de Seguridad para formalizar las negociaciones que han cerrado Estados Unidos y Rusia contempla dirigir a las partes al TPI, a lo que Moscú se opone. El Gobierno de Putin desea que los inspectores completen su informe con la investigación de otros 14 ataques químicos entre los que al menos uno, el ocurrido en marzo al norte de Alepo, dice haber constatado que fue obra de los rebeldes.
Ban anunció que los inspectores volverán a Siria «tan pronto como les sea posible». Hasta entonces, reconoció Samantha Power, la pelota está en La Haya y Nueva York, donde los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que en dos años y medio no han sido capaces siquiera de emitir una condena conjunta del régimen sirio, tendrán que elaborar una resolución vinculante para que El-Asad cumpla el desarme prometido. «Y puesto que va a perder su arsenal químico, que le servía para masacrar a la población y era un instrumento militar táctico importante, eso en sí ya es una forma de hacérselo pagar», se regocijó la embajadora estadounidense.