ESPAÑA

Las batallas por Andalucía, Valencia y Madrid agrietan la calma interna que reclama Rajoy

El PP maneja encuestas que vaticinan la pérdida de la mayoría absoluta en dos comunidades autónomas clave

MADRID. Actualizado: Guardar
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Las andanadas de Luis Bárcenas han dejado exhausto al PP. La dirección del partido, centrada en la defensa judicial y política de la formación frente a las acusaciones de supuesta de financiación ilegal lanzadas por su extesorero, ha dejado desguarnecidos varios flancos territoriales donde los ánimos comienzan a fermentarse.

Los nuevos puntos calientes del PP no son precisamente plazas intrascendentes: Madrid, Valencia y Andalucía, es decir, las tres circunscripciones autonómicas que más votos aportaron a la victoria de Mariano Rajoy en las generales de 2011. Unas turbulencias que ponen en cuestión el llamamiento a la unidad que realizó el presidente del Gobierno en el comité ejecutivo nacional del pasado día 1 de septiembre.

El PP maneja encuestas internas que vaticinan la pérdida de la mayoría absoluta tanto en las alcaldías como en los gobiernos regionales de Madrid y Valencia. Además, el caudal de votos cosechado en Andalucía en 2012 -1,5 millones- comienza a escurrirse por los múltiples agujeros de una estructura huérfana tras la marcha de Javier Arenas pero, sobre todo, que carece de un nuevo patriarca que comience a pergeñar la revolución que necesita la formación de centro-derecha en Andalucía para intentar arrebatar al PSOE su último gran feudo autonómico.

«Quedan dos años para las elecciones municipales y eso es todo un mundo en política», explica un veterano dirigente popular. Otra fuente de la cúpula del PP recuerda que Rajoy siempre hará lo mejor para el partido. «El presidente pondrá al candidato que crea que pueda ganar, aunque personalmente no sea su preferido», apostilla un miembro del Gobierno.

Tal y como se preveía, el varapalo olímpico de Madrid 2020 ha supuesto el pistoletazo de salida de la carrera por la alcaldía de la capital. Ana Botella, pese a las voces de su propio partido que auguraron que tiraría la toalla, dio el lunes un paso hacia adelante y presentó su candidatura. La puesta en escena en este tipo de presentaciones suele ser importante y la esposa de José María Aznar, que participó en un desayuno informativo, contó con la presencia de Soraya Sáenz de Santamaría, poco asidua a estos eventos.

Durante el coloquio, a Botella le preguntaron por el hipotético interés en Esperanza Aguirre -presente en la sala- por disputarle el puesto. «Eso se lo tendrán que preguntar a ella», indicó Botella de una manera aparentemente inocente.

No cierra puertas

Dicho y hecho. La lideresa hizo lo que mejor sabe: no cerrar ninguna puerta. Aguirre recordó que «ya no está en primera línea de la política» para añadir, apenas unos segundos más tarde, que eso «no significa que vaya a dejar la política, porque la política es mi vida».

El PP de Madrid es, históricamente, un laberinto de lealtades que ahora está gobernado por una bicefalia que disgusta a Génova. Al frente del partido Aguirre, que se encuentra como pez en el agua en su papel de 'pepito grillo'. Lo mismo pide a Rajoy que baje los impuestos como que reclama primarias en el partido. El líder del PP, poco amigo de desmentir a los suyos en público, la deja hacer. «Quien quiera ganar en Madrid tiene que contar con Aguirre», dice un alto mando del PP madrileños

Aguirre dejó la presidencia de la comunidad en manos de Ignacio González, que ha demostrado no ser ese tipo de barón autonómico dócil y disciplinado que tanto gusta en Génova y ha llegado a votar en contra de la propuesta de reparto de déficit planteada por el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Un acto de rebeldía que le hizo sumar un punto negativo más. Su futuro está encadenado al de Aguirre.

Si el polvorín de Madrid es endémico, en Valencia obedece a una suma de salidas en falso de sus líderes. Eduardo Zaplana y Francisco Camps abandonaron de manera anticipada la presidencia, aunque por motivos diferentes. El actual número uno, Alberto Fabra, no logra hacerse con las riendas de la cúpula regional y una inesperada visita en julio de Rita Barberá, alcaldesa de Valencia, a la Moncloa, disparó todas las alarmas sobre una posible operación para idear un futuro sin Fabra. Barberá, superviviente en mil batallas, se ha apresurado a calificar de «rotundamente falso» que su visita a Rajoy fuese para abordar el relevo de Fabra.

En Andalucía la cuestión es distinta: carece de liderazgo. Se da la circunstancia que los populares andaluces han afrontado un relevo en la presidencia de la Junta sin un cabeza de partido claro. Los tiempos de Rajoy son inescrutables y Dolores de Cospedal no quiere errar en terreno movedizo. El tiempo pasa y los ocho presidentes provinciales comienzan a inquietarse y a incomodarse ante la imagen de convidados de piedra que están transmitiendo a los andaluces.