PAN Y CIRCO

EN MEMORIA

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Que el cadismo es un sentimiento que no entiende de lugar de nacimiento, está fuera de duda. Son muchos los nacidos o residentes fuera de la capital gaditana los que sufren y disfrutan con el equipo amarillo, sintiendo estos colores de una forma especial.

Esa forma especial de vivir pensando en amarillo es el motivo por el que existen cientos de peñas a lo largo de toda la provincia, y que sus socios y/o seguidores sean asiduos a los partidos de Carranza domingo sí, domingo también. Como es normal, algunas peñas son más activas que otras, o simplemente se involucran más en el día a día del equipo. Por eso, cuando se produce un fatal desenlace en algún miembro de una peña o aficionado cadista, el sentir de la afición es grande, y en algunos casos, marca para siempre.

Quizá es lo que me pasó a mí el pasado sábado en Carranza. Días antes, supe a través de los medios del fallecimiento de un gran cadista, miembro, secretario y fundador de una peña en una localidad tan cadista como Barbate, y aficionado muy vinculado a su equipo del alma: el Cádiz. La verdad, no tuve nunca el gusto de conocerle, pero las fotos publicadas con su hijo en brazos y ambos vestidos de amarillo me tocaron el corazón sobremanera. Por ese motivo, cuando antes del partido el consejero Miguel Cuesta se acercaba hasta la grada para entregar un ramo de flores a su familia, que a pesar de los duros momentos, decidió acercarce hasta el estadio, un sudor frío me recorrió por todo el cuerpo, viendo a esos familiares con lágrimas en los ojos y embargados por la emoción. Emoción que volvieron a vivir momentos después con el majestuoso minuto de silencio vivido en honor a su persona y terminado al grito de ¡Barbate, Barbate, Barbate! Ojalá su estrella brille en el cielo de forma especial para su familia y muy en especial para sus dos hijos pequeños. DEP Diego Fernández. Cadista para la eternidad.