Españoles atrapados por Damasco
De los 500 que residen en el país árabe, unos quieren huir pero no tienen adónde, otros asumen los desafíos de la guerra
DAMASCO. Actualizado: GuardarEl padre Romualdo Fernández cuenta los días para su cambio de destino. Este misionero zamorano de 76 años, el último religioso español en el país, es responsable de la Custodia Franciscana en Damasco desde 1992 y en cuanto se reabra la carretera que une la capital con Alepo viajará hasta la segunda ciudad más importante de Siria para proseguir allí con su trabajo al frente la iglesia Latina. «Diálogo, necesitamos diálogo entre las dos partes cuanto antes para terminar con esta guerra», repite desde su despacho en el santuario dedicado a la conversión de San Pablo.
«La comunidad internacional debería medir a ambos lados por el mismo rasero y lo que aplica a El-Asad, también aplicarlo a los opositores armados», opina el religioso, que pide además a Occidente que mire «el tipo de gobierno en las zonas fuera del control del régimen, donde no se respetan los derechos y libertades de los cristianos y el resto de minorías». A Fernández no se le pasó por la cabeza regresar a España pese a la seria amenaza de ataque de Estados Unidos «porque mi sitio está aquí, ahora más que nunca».
La opinión del religioso es similar a la de Abu Bakr Gallego, profesor de idiomas zaragozano de 58 años que llegó a Siria en 2000. Gallego vive en la falda del monte Casium, en el barrio de Muhayirin «fundado por los que escaparon de Jerusalén con la llegada de los cruzados», apunta. Tras su conversión al islam en Granada viajó a Estambul y de allí dio el salto con su familia a Damasco, «el lugar elegido por Alá, el reducto donde uno puede vivir como un ser humano».
Los 29 meses de guerra interna y presión internacional sobre el régimen sirio «son como un parto del que saldrá el nuevo orden mundial, pero el parto sólo ha comenzado. Y El-Asad será el encargado de liderar ese nuevo orden mundial. Los judíos pensaron que podrían acabar con él a través de sus jamelgos, pero les ha dado un zarpazo en la cara y no saben cómo cogerle de las orejas porque es un león (significado de Asad en árabe), no un jamelgo», asegura Gallego.
Cuando se les pregunta por la postura oficial española respecto a Siria, Romualdo observa un ligero cambio tras las últimas intervenciones del ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo. Gallego es directo y para él «en el mundo sólo existen dos países: Siria y EE UU. Todos menos el régimen sirio están supeditados de una forma u otra a Washington. España no tiene criterio propio». Ellos son dos de los aproximadamente quinientos españoles que permanecen en el país árabe, pese a la recomendación de Exteriores de abandonar territorio sirio desde hace más de dos años. La mayor parte son ciudadanos de origen sirio con doble nacionalidad y se concentra en Damasco, aunque «hay españoles repartidos por todo el país», aseguran fuentes diplomáticas consultadas.
«Abandonado»
La admiración de Gallego por El-Asad la comparte el empresario Marwan al-Chaib, nacido en la aldea cristiana de Malula hace 47 años, pero que ha pasado más de la mitad de su vida en Madrid, donde nacieron sus dos hijas y «coticé de forma ininterrumpida diecisiete años». Regresó a Siria en 2011 para emprender nuevos negocios y tras realizar una inversión millonaria estalló la crisis. Permanece atrapado en la capital, pero no por voluntad propia «sino porque no me puedo permitir llevar a toda mi familia a España, por eso pido a las autoridades que nos den facilidades, pisos de VPO o algo que nos permita salir de aquí y recuperar nuestras vidas allí».
Al ser un empresario vive bajo la amenaza permanente de ser secuestrado por lo que limita al máximo sus movimientos y no sale de su barrio de Qassa'a. Junto a un abogado y amigo de Madrid prepara una carta dirigida al Ministerio de Exteriores «para denunciar el abandono que siento». Entretanto, pide a la Embajada -que suspendió su trabajo en Damasco en marzo de 2012 y desde entonces opera en Beirut- «que al menos nos mande equipos de emergencia para protegernos en casos de ataque químico, como ya hicieron durante la invasión de 2003 en Irak».
Tras la suspensión de sus actividades públicas, la legación española mantiene un número de emergencia consular operativo las 24 horas, realiza rondas de llamadas y envío de correos electrónicos a la comunidad. Fuentes diplomáticas consultadas aseguran que «lógicamente no podemos dar la misma atención que antes, pero tampoco podemos forzar a la gente a salir contra su voluntad. Hacemos lo que está en nuestras manos».